dimarts, 17 de setembre del 2019

EN ESTE FIN DE SEMANA


14 de Septiembre: Una fiesta y un duelo.

         Un joven cura, D. Juan Honorio Huguet, había de cambiar de destino. El pasado año fue enviado como vicario a las parroquias de Nuestra Señora de la Merced y a la de los Santos Juanes. En esta última colaboró cuando todavía era seminarista; a ella fue adscrito cuanto recibió el diaconado, siendo apreciado y  querido por los feligreses, pero, en especial, por ese floreciente grupo joven de Juniors, confirmación y catequesis; aquí comenzó su andadura vocacional y pastoral. Cuando fue ordenado sacerdote se le recibió con gozo y esperanza, al pensar que su labor, codo con codo con el párroco, había de ser provechosa en beneficio de esta comunidad tan especial de nuestra ciudad. Se planteó el programa de trabajo; se incidió en la necesidad de atender pastoralmente al alumnado del Colegio Claret y seguir la tarea ya visible con la chavalería que llenaba esos espacios necesitados de testimonio, de estudio formativo, de incardinación en la nueva evangelización; todo ello sin olvidar las cofradías que nutren también  la feligresía y arriman el hombro en lo posible.
         Y de pronto, el jarro de agua. Trasladan a Juan Honorio. D. Raul vuelve a quedar dependiente de sus propias fuerzas para ejecutar su ambicioso plan de trabajo. La parroquia no acababa de entender el porqué de esta decisión; pero el pesimismo inicial, gracias a la actitud de quienes peregrinamos en aquel distrito de la Iglesia de Xàtiva, se sobrepuso, con la esperanza de que no fuera esta comunidad a ser abandonada ni por Jesús ni por la Virgen de Fátima y afrontaría sus retos.
         El pasado día 14, al decir de Juan Honorio, no se celebraba una despedida, sino una acción de gracias. Y así fue, porque la eucaristía, que siempre es una fiesta, lo fue por todo lo alto: por el trabajo de los jóvenes que decoraron el templo a su aire, con guirnaldas y globos de colores y colocaron en la barandilla del coro un gran letrero con un grito multicolor: ¡¡Gracias!!
         Estuvo presente la muchachada; y estuvo presente la gente de la parroquia viviendo la alegría de las canciones, participando en las ofrendas y arropando a un emocionado Juan Honorio, al que se le entregó un CD con un largo repertorio de fotografías comprensivas prácticamente de su estancia en Xàtiva.
         Creo que merece la pena transcribir aquí la monición que se leyó como introito de la Misa:

         Esta moción introductoria en la Misa de hoy, para esta entrañable Parroquia de los Santos Juanes, ha de ser el testimonio de nuestra alegría de ser cristianos; la seguridad de tener la garantía de que Cristo está presente y de que el Padre sigue derrochando su misericordia para con nosotros, como hoy se nos presenta en el evangelio de Lucas.
  Para esta comunidad, hoy es un nuevo domingo “laetare”, porque nunca nos faltan motivos para estar alegres.
  Nos alegra saber que, en estos momentos difíciles y extraños, todavía hay jóvenes que cuando escuchan el “ven y sígueme” no vuelven la mirada atrás y salen corriendo; nos alegra saber que todavía hay jóvenes que ante aquel imperativo “duc in altum!”: remad mar adentro…, acatan el mandato del Señor y se adentran en el lago porque Él lo dice; jóvenes que se fían de la palabra de Cristo. Jóvenes, como nuestro bien amado Juan Honorio que, hallándose en puerto seguro y acogedor, recibe el mandato de echar la red en otro lago, con riesgo de tempestad, pero  sabiendo que le espera un amoroso reproche del Patrón de la Barca: ¡¡No tengas miedo!! En esta playa empezaste a tirar de la red y ya comenzaba a llenarse… y, a partir de  ahora, has de remar con más denuedo, con todo tu corazón, con  toda tu alma, con todo tu ser, porque el servicio de la Iglesia, esa barca de todos los mares, así lo requiere. Y Jesús está a bordo, a tu lado, y tú lo sabes. Esta parroquia se alegra por este buen cura que se nos regaló desde seminarista, desde su diaconado y desde su ordenación y se alegra por su afabilidad, por su sencillez, por su bondad y honradez en el carácter y cercanía en el trato, y por su renuncia a sí mismo, cuando estuvo dispuesto a tomar su cruz y caminar sin reparos en pos  de Cristo...

         Asistir, pues, a esa Misa tan participativa con el ánimo alegre y positivo de amor y de esperanza, fue una gozada. Es obligado rezar por un cura joven con el alma llena de amor por Cristo, a quien se le ha confiado una complicada labor en dos parroquias de Moncada.

         Pero esa misma tarde del sábado, apenas llegado a casa, recibí una llamada telefónica de un amigo que me preguntó si sabía algo de Amadeo Pla porque le habían dicho que se había muerto. Podéis calcular mi sorpresa, porque yo le vi el día anterior lleno de salud. De inmediato llamé a la presidenta, quien con voz entrecortada me dijo que se temía que aquel comunicante tenía razón. Hizo alguna llamada y me confirmó la noticia.
                   Sé que leía este blog, porque él me lo dijo. Y no puedo por menos que dejar en este espacio un recuerdo amable y agradecido de quien fue colega de profesión y cofrade de esta Hermandad.
         Se fue al fallarle el corazón mientras se encontraba disputando un partido de tenis de mesa, ese deporte en el que era maestro. Y cuál era el aprecio que le tenía la gente lo demuestra la numerosa asistencia al tanatorio y a la Misa de Corpore insepulto.
         Su muerte tan inesperada ha causado una  verdadera conmoción en su familia. Hemos de ofrecer nuestro testimonio sincero de proximidad, de disponibilidad, y hemos de encomendar ante Jesús Nazareno su alma; pero le hemos de pedir porque dé fortaleza a Aitana, su esposa, a Pepita, su madre, a Amadeo y a Nicolás, sus hijos, también miembros de nuestra Hermandad, y a todos sus familiares, para que superen este duro encontronazo y puedan rezar por él muchos años, con la seguridad, como ha expresado el celebrante en la homilía, de que Jesús le ha acogido con sus brazos abiertos.
         Con todo afecto, Miguel Mira