14 de Septiembre: Una fiesta y un
duelo.
Un
joven cura, D. Juan Honorio Huguet, había de cambiar de destino. El pasado año
fue enviado como vicario a las parroquias de Nuestra Señora de la Merced y a la
de los Santos Juanes. En esta última colaboró cuando todavía era seminarista; a
ella fue adscrito cuanto recibió el diaconado, siendo apreciado y querido por los feligreses, pero, en especial,
por ese floreciente grupo joven de Juniors, confirmación y catequesis; aquí
comenzó su andadura vocacional y pastoral. Cuando fue ordenado sacerdote se le
recibió con gozo y esperanza, al pensar que su labor, codo con codo con el
párroco, había de ser provechosa en beneficio de esta comunidad tan especial de
nuestra ciudad. Se planteó el programa de trabajo; se incidió en la necesidad
de atender pastoralmente al alumnado del Colegio Claret y seguir la tarea ya
visible con la chavalería que llenaba esos espacios necesitados de testimonio,
de estudio formativo, de incardinación en la nueva evangelización; todo ello
sin olvidar las cofradías que nutren también
la feligresía y arriman el hombro en lo posible.
Y
de pronto, el jarro de agua. Trasladan a Juan Honorio. D. Raul vuelve a quedar
dependiente de sus propias fuerzas para ejecutar su ambicioso plan de trabajo.
La parroquia no acababa de entender el porqué de esta decisión; pero el
pesimismo inicial, gracias a la actitud de quienes peregrinamos en aquel distrito
de la Iglesia de Xàtiva, se sobrepuso, con la esperanza de que no fuera esta comunidad
a ser abandonada ni por Jesús ni por la Virgen de Fátima y afrontaría sus
retos.
El
pasado día 14, al decir de Juan Honorio, no se celebraba una despedida, sino
una acción de gracias. Y así fue, porque la eucaristía, que siempre es una
fiesta, lo fue por todo lo alto: por el trabajo de los jóvenes que decoraron el
templo a su aire, con guirnaldas y globos de colores y colocaron en la
barandilla del coro un gran letrero con un grito multicolor: ¡¡Gracias!!
Estuvo
presente la muchachada; y estuvo presente la gente de la parroquia viviendo la
alegría de las canciones, participando en las ofrendas y arropando a un
emocionado Juan Honorio, al que se le entregó un CD con un largo repertorio de
fotografías comprensivas prácticamente de su estancia en Xàtiva.
Creo
que merece la pena transcribir aquí la monición que se leyó como introito de la
Misa:
Esta
moción introductoria en la Misa de hoy, para esta entrañable Parroquia de los
Santos Juanes, ha de ser el testimonio de nuestra alegría de ser cristianos; la
seguridad de tener la garantía de que Cristo está presente y de que el Padre
sigue derrochando su misericordia para con nosotros, como hoy se nos presenta
en el evangelio de Lucas.
Para esta
comunidad, hoy es un nuevo domingo “laetare”, porque nunca nos faltan motivos
para estar alegres.
Nos alegra
saber que, en estos momentos difíciles y extraños, todavía hay jóvenes que
cuando escuchan el “ven y sígueme” no vuelven la mirada atrás y salen
corriendo; nos alegra saber que todavía hay jóvenes que ante aquel imperativo
“duc in altum!”: remad mar adentro…, acatan el mandato del Señor y se adentran
en el lago porque Él lo dice; jóvenes que se fían de la palabra de Cristo.
Jóvenes, como nuestro bien amado Juan Honorio que, hallándose en puerto seguro
y acogedor, recibe el mandato de echar la red en otro lago, con riesgo de
tempestad, pero sabiendo que le espera
un amoroso reproche del Patrón de la Barca: ¡¡No tengas miedo!! En esta playa
empezaste a tirar de la red y ya comenzaba a llenarse… y, a partir de ahora, has de remar con más denuedo, con todo
tu corazón, con toda tu alma, con todo
tu ser, porque el servicio de la Iglesia, esa barca de todos los mares, así lo
requiere. Y Jesús está a bordo, a tu lado, y tú lo sabes. Esta parroquia se
alegra por este buen cura que se nos regaló desde seminarista, desde su
diaconado y desde su ordenación y se alegra por su afabilidad, por su
sencillez, por su bondad y honradez en el carácter y cercanía en el trato, y
por su renuncia a sí mismo, cuando estuvo dispuesto a tomar su cruz y caminar
sin reparos en pos de Cristo...
Asistir,
pues, a esa Misa tan participativa con el ánimo alegre y positivo de amor y de
esperanza, fue una gozada. Es obligado rezar por un cura joven con el alma
llena de amor por Cristo, a quien se le ha confiado una complicada labor en dos
parroquias de Moncada.
Pero
esa misma tarde del sábado, apenas llegado a casa, recibí una llamada
telefónica de un amigo que me preguntó si sabía algo de Amadeo Pla porque le
habían dicho que se había muerto. Podéis calcular mi sorpresa, porque yo le vi
el día anterior lleno de salud. De inmediato llamé a la presidenta, quien con
voz entrecortada me dijo que se temía que aquel comunicante tenía razón. Hizo
alguna llamada y me confirmó la noticia.
Sé
que leía este blog, porque él me lo dijo. Y no puedo por menos que dejar en
este espacio un recuerdo amable y agradecido de quien fue colega de profesión y
cofrade de esta Hermandad.
Se
fue al fallarle el corazón mientras se encontraba disputando un partido de
tenis de mesa, ese deporte en el que era maestro. Y cuál era el aprecio que le
tenía la gente lo demuestra la numerosa asistencia al tanatorio y a la Misa de
Corpore insepulto.
Su
muerte tan inesperada ha causado una
verdadera conmoción en su familia. Hemos de ofrecer nuestro testimonio
sincero de proximidad, de disponibilidad, y hemos de encomendar ante Jesús
Nazareno su alma; pero le hemos de pedir porque dé fortaleza a Aitana, su
esposa, a Pepita, su madre, a Amadeo y a Nicolás, sus hijos, también miembros
de nuestra Hermandad, y a todos sus familiares, para que superen este duro
encontronazo y puedan rezar por él muchos años, con la seguridad, como ha
expresado el celebrante en la homilía, de que Jesús le ha acogido con sus
brazos abiertos.
Con
todo afecto, Miguel Mira