dijous, 6 d’agost del 2020

en el dia del tabor

                                                                          

            Escribo hoy, en el día de la Transfiguración del Señor, para contaros mis impresiones desde el Tabor que ayer supuso la asistencia a la Misa Mayor, en la celebración de nuestra Patrona.

            Prometí ayer insertar aquí las jaculatorias a la Virgen María y vuelvo a tener problemas con mi PC, seguramente a causa de haber utilizado un escáner malhadado que desconfigura el texto y me entretiene arreglando lo inarreglable en un tejer y destejer enervante. Así que, finalmente, decido copiar una a una las cinco estrofas. Son éstas, que a casi todos os resultan conocidas:

Mar de dulzura inefable,

Fuente de toda alegría,

Alcanzad todo consuelo

Al que os dice Ave María.

 

Aurora cuyos fulgores

El sol más radiante envía:

Haz que sus rayos alumbren

Al que os dice Ave María.

 

Rayo de amor encendido

Abrasad mi alma fría,

Y llenad de vuestros dones

Al que os dice Ave María.

 

Iris hermoso del cielo

Que la tempestad desvía:

Preservad de todo mal

Al que os dice Ave María.

 

Amparo del que en sus duelos

En vuestra piedad confía,

Cubrid con vuestro azul manto

Al que os dice Ave María.

 

            Cada una de las invocaciones va seguida del rezo del Ave María.

            Bien, la Colegiata volvió en el día Grande a ver cubierto el aforo reglamentado.

                                                                            


            Como el pasado año estaba dispuesto con conjunto instrumental de viento y percusión, el órgano y el coro de voces parroquiales, nutrido con hombres y mujeres de las distintas feligresías. Quiero recordar, por recuerdo tan entrañable, cómo cuando se formó el coro de la Parroquia de San Pedro en tiempos de D. Salvador Carpintero, fue este coro el que cantaba la Misa del día de  la Patrona, acompañado también por un semejante grupo instrumental de la Vella; no recuerdo bien si bajo la batita de mi estimado Melchor Peropadre, que en el tiempo actual ha venido a manos de Paco Roca.

            El impresionante canto de entrada de la Misa de la Juventud del maestro Cristóbal Halffter, abrió el acto como un aldabonazo electrizante, introduciendo la procesión de los sacerdotes concelebrantes, presididos por el Sr. Abad.

            No voy a pormenorizar los cantos que amenizaron la celebración, pero sí congratularme de nuevo y añorar que se repitan, por ejemplo, el día de San Félix. Es mi obsesión y no es necesario que explique el por qué, dado que muchos, todos, sabéis el caso que hacemos de nuestro Patrón. Pero, bien, estamos en cinco de Agosto, en Xàtiva y con virus. Ayer me emocionó la homilía de D. José Canet. Fue leída, pero de ese escrito no me privaré de pedirle copia, porque fue un canto lírico que trascendía amor a la Mare de Deu, expresado con ternura, provocando la empatía más entrañable que hasta hoy, lo confieso, sentí en un momento como éste en tantos años de presencia en la Misa Mayor. Fue un canto de alabanza, fue un canto de esperanza, fue un canto de plegaria que, sin duda, arrancó una amplia sonrisa perfectamente visible en el rostro de la imagen morena que nos miraba a todos y le escuchaba a él por todos… Y, además de la orquesta, sonó el órgano y Cristina cantó el Ave María en el ofertorio con el sentimiento a flor de piel, y con el sentimiento a flor de piel asombró con su vocalización quasi perfecta y poniendo el alma en ello, cuando las estrofas del himno de Ramírez hicieron apuntar alguna lágrima a mis cansados y maltrechos ojos.

            No faltó una representación municipal, presidida por el alcalde de la ciudad y la asistencia, como anoche, la justa para los puestos disponibles.

            La tarde fue distinta. El calor hizo acto de presencia, claro es, como no podía ser menos y a La Sèu acudió gente tanto a la Misa vespertina como a presenciar la procesión claustral. Ya no había órgano, pero sí que la banda de música de La Vella ocupó el amplio espacio tras la cancela Norte. Sí que hubo tabal y dulzaina y l’Escola de Dances ofreció una breve dançà a los pies de María en su trono móvil, que estaba dispuesto junto al altar mayor, arrancando la exhibición un fuerte aplauso. Antes, había sonado una "albà". No puedo decir más, porque no entendí nada de lo que el cantaor dijo, lo siento. A mi entender, este acto fue discreto y apropiado. Formó la procesión y abrió paso, con el tintináculo, la Cruz alzada. Le seguía una única niña vestida con las galas de primera comunión, a la que acompañaban tres señoras de la Junta de la Cofradía de la Virgen, con su presidenta; les seguía la junta de las Señoras Camareras con su presidenta, y los alets llevando la imagen procesional de la Mare de Deu de la Seu, “La Blanca”, en su nuevo carro con cierta dificultad por la anchura del pasillo central; el clero después, con a umbela portada por uno de los alets, función ésta reservada en otras épocas a persona de la nobleza. Cerraba el cortejo una representación del Excmo. Ayuntamiento, presidiendo el Sr. Alcalde.

            La imagen fue llevada hasta la puerta de la basílica y se dispararon veintiuna salva de honor.

            En la plaza no se veía a nadie. Me da la impresión de que hay mucha gente que todavía se retrae y no asiste porque tenemos el miedo metido en el cuerpo y si es verdad que hubo personas de pie, y en  algunos bancos había alguna persona de más, quizá la respuesta estuvo muy condicionada a la mentalidad restrictiva que se nos está metiendo desde todos los medios de comunicación. Así y todo, los sentimientos hacia la Virgen y la expresión de muchos era la de estar pidiendo, húmeda la mirada, aquello de 1.600 ¡Mare de Deu, Misericordia!, expresión que ahogaba algún que otro grito espontáneo con vivas a la Patrona.

            Y la imagen volvió sobre sus pasos y al son de las marchas procesionales “de toda la vida” que La Vella no dejó de hacer sonar, se dio la vuelta al templo para volver de nuevo hasta la cancela principal y obsequiar a  nuestra Madre con un breve disparo de fuegos de artificio.

            Llegada la imagen al pie del altar mayor, el Sr. Abad dio las gracias, y esta vez sin que sonara el órgano, alguien entonó el himno y, así, se rubricó el acto. No me resisto a comentar que me da la impresión (compartida con otras personas)  de que el “pensat i fet” no siempre es un buen modo de obtener resultados aceptables. Esperemos que no haya necesidad de volver a estas celebraciones tan encorsetádamente ejecutadas. 

            Vuestro, como siempre, Miguel Mira