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Reflexionamos sobre el Evangelio del DOMINGO de la semana 33 del Tiempo Ordinario, ciclo C, tomado de San Lucas 21, 5-19, según la Biblia (traducción Reina-Valera 1960):
“Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús les dijo: “En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder? Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: el tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa, porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.”
COMENTARIO
Por D. Joaquín Núñez Morant
El Evangelio de San Lucas está montado como un relato del gran viaje de Jesús a Jerusalén; ya estamos en la meta de Jesús y lo descubrimos, quizá, en el Huerto de los Olivos, desde donde se puede contemplar en toda su magnificencia el grandioso Templo que el rey Herodes el Grande construyó para congraciarse con el pueblo Judío. Pueden recrearse ante algo tan hermoso. Tendremos que detenernos y analizar algo que nosotros los cristianos hemos repetido a lo largo de la Historia de la Iglesia, algo de lo que Jesús considera y anuncia proféticamente: que no va a quedar “piedra sobre piedra”, como empeño en señalar algo de lo que el cristiano ha de rechazar (El acontecer histórico del Imperio Romano en Israel nos lo describe el historiador judío Flavio Josefo el año 70: no quedó “piedra sobre piedra”). Ahora bien, Jesús no se refiere a las piedras del Templo, se refiere a lo que las piedras significan: un pueblo con una gran diferencia entre los ricos poderosos, vinculados a ese Templo, y el pueblo miserable y engañado, como la pobre viuda que ofreció lo poco que tenía para comer, confiando así en que el Señor la ayude; mientras engorda la faldriquera de unos sacerdotes saduceos que niegan la resurrección y esperan la bendición de Dios ahora, porque están convencidos de hallarse limpios de pecado. Cuánta mentira para explotar a un pueblo ignorante. Un Templo donde se sube a comprar la voluntad de Dios a base de donativos y sacrificios, algo que nosotros hemos repetido…, lo cual Jesús condena desechando las piedras, pues lo que quiere es que “cambiemos nuestro pétreo corazón por un corazón de carne” (Ez. 36:26).
San Agustín nos dijo hace XVI siglos, (no es algo que nos aclaren los biblistas de hoy), que Jesús no solo se refiere a la destrucción del Templo, sino que su profecía tiene un significado espiritual. Para San Agustín, la destrucción del Templo simboliza la eliminación de la antigua alianza y la instauración de la nueva alianza en Cristo. Por ello nos llama a reflexionar y convertir nuestro corazón y hacer posible un mundo nuevo. No creamos que va a ser fácil. Muchas veces serán los miembros de nuestras propias comunidades quienes entorpezcan ese cambio. Ved, si estamos atentos, cómo ante un Papa como León XIV, que solo busca La Paz y la Unidad en la Iglesia, cómo algunos arremeten contra él; ya encuentra dificultades por la soberbia de quienes creen que no les da la razón, y ya buscan cómo sorprenderle en lo que dicen que dice, y afirman que sostiene que no todos tenemos la verdad. Si supieran teología, sabrían lo que dijo realmente el Papa: la Verdad plena es Jesús. La teología nos lo ha ido descubriendo a lo largo de la historia, apartando toda herejía, pero gustar de toda la Verdad, la gustaremos cuando la veamos cara a cara. Que la Iglesia sea depositaria de la Verdad, no quiere decir que la conozcamos en toda su plenitud. Un hijo de san Agustín no puede ignorar quién es la Verdad, el Camino y la Vida.
La fidelidad a esa Verdad actualiza la advertencia de Jesús: “os perseguirán…”, os asesinarán, os martirizarán, lo cual acontece con más virulencia que bajo el Imperio Romano, sobre todo, en los países musulmanes, pero también nos desprecian y nos insultan en nuestra propia sociedad, que con mucho disimulo nos ridiculiza, o nosotros mismos caeremos en ese ridículo si no vivimos como quiere Jesús. Pero a los que se mantengan fieles, “ni un cabello de sus cabezas perecerá.”
Feliz domingo. Jesús nos ha mostrado cuál es su Verdad, solo si tenemos amor descubriremos al Amor. Que María madre del Amor Hermoso nos acompañe.
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Bien, amigos. Materia para la meditación “haberla, hayla”. Aprovechémosla. Saludos cordiales, Miguel Mira

