dimecres, 31 de desembre del 2025

COMO DECÍAMOS AYER...

 

IN PRINCIPIO…

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            Espero que haya sido feliz la entrada en este recién estrenado 2026, en el que, si Dios quiere y os parece bien continuaremos  ofreciendo las reflexiones de nuestro amigo y colaborador D. Joaquín Núñez. Me ha remitido el comentario correspondiente al primer domingo del año (II de Navidad), en el que se repite el prólogo del Evangelio de San Juan (1, 1-18).  “In principio erat verbo…etc.”, cuyo texto no voy a reproducir, ya que, de una parte está inserto en la entrada del día de Navidad; y, de otra, porque, ya me advirtió el reverendo que solo iba a reflexionar sobre la parte final, cuando el evangelista dice: “Vino a los suyos y los suyos no los recibieron”. Así pues, paso directamente al

Comentario

 

             “Vino a los suyos y los suyos no los recibieron”, “pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.”

   Todos sabemos que Jesús mismo nos dijo que había sido enviado a los de su raza, a los de su pueblo de Israel (Mt.15:24) “No fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.  O en Lucas (4,16-30), en que se relata la primera predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, citando a Isaías acerca de la liberación y la gracia, “hoy se cumple esta escritura delante de vosotros”. Ante la reacción de sus paisanos, todos sabemos la respuesta de Jesús “ningún profeta es bien recibido en su propia tierra” (Lc.4,24-30). Al citar los pasajes del profeta Elías, cuando atendió a una viuda de Sarepta, no judía, o se refirió como ejemplo a Elíseo ayudando a Naamán el sirio, quedó claro que la gracia de Dios no se limitaba a Israel, sino que se extiende a todas las gentes.

    A los que reciban a Jesús, sean del pueblo o raza que sean, “les da el poder de ser hijos de Dios”. Cuando a Nicodemo le dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan), se refiere Jesús a un nacimiento espiritual, “les da el poder de ser hijos de Dios”. A fin de cuentas, la misión de Jesús es salvar, no condenar “para que todo el que crea en el hijo del Hombre tenga vida eterna” (Jn.3, 16-17).

     La frase que comentamos del evangelio que nos propone la liturgia, en este segundo domingo del tiempo de Navidad, la considero central, como vemos por los textos que hemos aportado y que nos sitúa en el centro de la llamada de Jesús. ¿Somos, o no, los que acogemos a Jesús, siendo capaces de decir “Padre nuestro que estás en el cielo...”? ¿Rezamos con la boca o con el corazón?, ¿Nos sentimos hijos o no?, ¿vivimos de memoria o vivimos un presente que no se repite o es una cantinela salida del inconsciente que no tiene como interlocutor a quien nos espera con amor de Padre?.

   Qué hermoso es lo que san Agustín comenta en su “Tractatus in Evangelium Ioannis”. Una gran obra que hace a San Agustín un especialista en el Evangelista San Juan. Para él, esta frase es la que nos hace hijos de Dios, no por méritos propios, sino por la gracia de Dios. Según él, hay un diálogo amoroso entre la gracia como don y una fe activa, dialogante entre la gracia y la fe amorosa con la Palabra, con Jesús, “pero a quienes les recibieron les la potestad de ser hijos de Dios”.

    Creo que hoy queda claro cómo nos hemos de acercar al buen Jesús, porque se nos da la clave para que seamos hijos de Dios.

    Casi estamos concluyendo las fiestas navideñas de 2025. Que sean, no un recuerdo, una conmemoración de un hecho histórico, sino una experiencia de fe y de amor a quien por amor se nos presentó en un portal,  refugio de ganado, sin más abrigo que el calor de los animales y unos pastores que allí resguardaban sus animales. El creador de todo ¡en medio de lo más humilde!

     Feliz Domingo para todos/as. Concluyamos con lo que Jesús no ha enseñado: “quien me acoge tiene la fuerza de ser hijo de Dios”. 

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    Santa María llena de Gracia ruega por nosotros.

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¡¡¡FELIZ Y  PRÓSPEROAÑO NUEVO!!!

 

Saludos cordiales. Hasta pronto,  Miguel J. Mira