NUESTROS PATRONOS
I. Sant Feliu
Como cada año, desde hace muchos, subí hasta
la ermita de nuestro Patrón para oir Misa.
Recuerdo que fue el Abad Don Juan Vayá, cuando todavía yo pertenecía a la
juventud de Acción Católica, quien en una reunión en que –entre otros- estaba
presente D. Rafael Soler (q.e.p.d.) lanzó la idea de promover la Cofradía “dels
feliuets”, con tal de conseguir reorganizar la festividad de nuestro patrono,
de tan escasa devoción en esta ciudad. La idea no cuajó tal cual, pero sí que
se formó una junta, que presidió el propio Sr. Soler, desde la cual se reinició
la celebración en la antigua Catedral Visigótica de la fiesta de St. Feliu con
celebración de la Eucaristía y un popular desayuno a su terminación.
Desde la ermita de San José se pasaba hasta
St. Feliu un pequeño armonio, que funcionaba mediante un fuelle que se
accionaba con los pies, gracias a la maestría de la recordada Amparo Granero
(q.e.p.d.). El templo se llenaba a rebosar; y el calor ambiente era como para
ofrecerlo en sacrificio…
También recuerdo que durante los primeros años de esa recuperación, se montaba
un tenderete junto a la puerta de la casa anexa, donde podías encontrar desde
bocadillos hasta limón o café granizados. El Sr. Soler, de su peculio
particular, proveía de bocadillos a los residentes en el Asilo de las
Hermanitas de los Ancianos Desamparados y allí subían a la celebración. La
llamada se hacía desde el Bellveret mediante algunos cohetes y, desde la espadaña
del templo, muda durante tantos años, mediante el toque de la campana. Luego se
rifaba incluso una tarta. El almuerzo en los aledaños reunía a casi todos los
asistentes a la Misa; se sacaban las sillas al exterior y el ambiente de
cordialidad era envidiable.
La Banda de trompetas y tambores de la Cruz
Roja realizaba un pasacalle por la ciudad de buena mañana al tiempo que sonaban
los cohetes desde el Bellveret… También hubo que suprimirlo por falta de
liquidez.
En aquel momento también nos atrevimos a sacar
a San Félix en procesión. No recuerdo muy bien si aquella “aventura” duró tres
o cuatro años. La verdad es que los portadores del anda no pasábamos de un
turno y, lógicamente, éramos los mismos durante toda la vuelta general. Esta
circunstancia y la escasa asistencia de fieles nos desanimaron; y, así, se nos
ocurrió que podríamos celebrar esta procesión conjuntamente con la de la Virgen
de la Seo. Pensamos que la mayor asistencia el día de la Patrona permitiría que
se efectuaran relevos en las andas e intentaríamos consolidar la
coparticipación. Al Sr. Abad, a la sazón D. Juan Vayá, no le pareció mal la
idea y allá que nos lanzamos; pero la verdad es que nos sentimos y, en general,
se nos trató, como un pegote postizo. Los portadores de la Virgen se relevaban
como de costumbre e iban sobrados. “Els feliuets” anduvimos como con la cruz a
cuestas, pegados a barra durante todo el recorrido. Dos años duró la intentona
y el bueno de nuestro patrón volvió a su altar, donde permanece casi en el
anonimato. Díganme: ¿Cuántos FELIX o FELIU conocen ustedes en Xàtiva? Los hay;
pero podemos contarlos con los dedos de una mano. Así somos los setabenses. ¿De
verdad somos así?
Y pasaron los años; y, poco a poco, como tantas cosas en nuestra ciudad, aun
manteniéndose la costumbre de celebrar la Misa mañanera, ha ido decayendo. Y,
poco a poco, como caen en picado tantas cosas en nuestra ciudad, así también la
celebración de nuestro patrono, fruto de una apatía que, según algunos,
es congénita y que yo me resisto a admitir, porque no entiendo que podamos
pasar indiferentes ante aquello que es nuestro, tan nuestro como el patrón de
Xàtiva. Indiferencia que es ampliable a la Misa Solemne de la tarde. ¿Falta de
motivación? ¿Puede más el signo laicista de los tiempos que el signo de la fe?
¿Todo aquello ya no vale? Habría que reflexionar.
2.013:
Asistencia discreta a la Santa Misa en la ermita; este año hizo menos calor;
este año hubo menos calor que el anterior, y que al anterior, y que el
anterior, etc. Ya ustedes entienden el juego de palabras. Los educadores
“junior” atendieron –como desde ya hace más de un decenio- el mini tenderete
con la intendencia. No creo que con las ganancias puedan pagar ni media beca
para el campamento: así de exigua fue la venta de “bocatas” y bebidas. Es
cierta la incomodidad que supone el no poderse sentar con una mínima comodidad:
las sillas fueron sustituidas por bancos que no se pueden sacar al exterior; es
cierto que a las nueve de la mañana ya aprieta el calor; y es cierto… que
estamos fríos. Muy fríos. Porque tampoco por la tarde, como ya he dicho, se
pueden echar las campanas al vuelo al ver la asistencia a la Misa Solemne en la
Colegiata…
Pero San Felix seguirá en su altar, revestido con su roja dalmática y apoyado
en el instrumento de su martirio. Y seguirá protegiéndonos a pesar de nosotros
mismos, que tal vez nos entretendremos en otros legítimos menesteres antes que
recordar el significado de aquella rueda de molino.
Y esto que ahora digo, se repetirá un poco más abajo: no asistimos ni los de
casa. Se echan en falta presencias de significativa relevancia.
II
La Mare de Deu de la Sèu
La víspera. Rosario solemne a la Virgen. Misterios gloriosos.
Hasta el presente, no me detuve en años
anteriores a reseñar en este espacio una crónica al uso; pero 2013 resulta ser
un año especial. Ya saben: Año Santo Jubilar. No entraré a comentar este
extremo, aunque sea el que motiva la excepción a la regla. La decisión del Sr.
Abad de bajar de su camarín la preciada imagen de Nuestra Señora, obra del
genio de Mariano Benlliure (quien se pasó un pelín con el betún de Judea, no
hay por qué negarlo, pero que nos esculpió una oba maestra) que vino a
sustituir a la antigua escultura gótica destruida durante la Guerra del 36 por
aquellos salvajes iconoclastas, hacía prever una reacción popular de simpatía y
cariño hacia La Mare de Deu de la Seu, como en otras ocasiones fue más que
patente. Así fue en el año de la Coronación (1.973) o al final de la Santa
Misión en el Año Santo Mariano (1.988).Ciertamente que corren otros tiempos;
ciertamente que para agasajar a la Virgen no es necesario escoger imagen; pero
les digo la verdad: jamás esperé llevarme decepción tras decepción. Ya en el
año 2.000, en aquel peregrinar de la imagen titular parroquia por parroquia,
salvo el primer día en su tránsito hasta la de San Pedro y en su visita al
Cementerio, el verdadero fervor popular, qué quieren que les diga…, fue más
bien escaso y la asistencia poco menos que testimonial. Y la apatía que se
viene observando desde hace algunos años –a mi modo de ver- volvió a ser
protagonista. ¿Estuvieron ustedes en el Rosario el día 4? Pues a pesar del
incentivo de ver de cerca la guapísima imagen morena de la Virgen, la
asistencia de fieles no fue mayor que en años anteriores. Había sitio de sobra,
siendo así que no hace tantos años tenías que andar listo para poderte sentar
aunque fuera en los escalones del altar de Jesús Nazareno. En cuanto a la
imagen de la Mare de Deu, no se distinguía bien a pesar de estar encendidas
todas las lámparas del altar mayor. Según me indica nuestro vice-presidente,
Antonio Verdeguer, del grupo de Alets de la Virgen, se hicieron algunas pruebas
sin el resultado apetecible, por lo que hubo de desistirse del empeño.
Se cantaron los misterios gloriosos por el
Coro Parroquial. Y, al finalizar, después de la Salve Regina, se interpretaron
dos estrofas de los Gozos de la Virgen. Es de agradecer que se recuperen,
aunque quizá merecerían de mayor asesoramiento musical en éste como en los
demás aspectos atinentes a la intervención coral en las solemnidades. No puedo
cantar dos versos seguidos del himno a la Virgen, tal es el nudo que se forma
en mi garganta y me emociona aun más escuchar y cantar las estrofas. Desde hace
algún tiempo se le encomienda el canto del solo a una buena soprano, que lo es
del Còr Polifònic; y aun no pudiéndole hacer demasiados reproches, está
clarísimo que su música fue escrita para la voz de un tenor, y se nota la
diferencia. De otra parte, no sé por qué se nos tiene que privar de oir la
segunda estrofa. Pero, en fin…, lo dejaremos ahí.
A pesar de las circunstancias especiales
concurrentes, nada nuevo de qué alegrarnos. Rebus sic estantibus.
Las cosas siguen como estaban... pero en declive.
La Fiesta. En la madrugada del día 5 de
Agosto, a las seis de la mañana, se oía el antiquísimo tòc del retorn
desde el campanario de la Seo. Digo que se oía porque yo viví cerca de la
Colegiata durante mi infancia y buena parte de mi juventud y, con el balcón
abierto, se tenía el gozo de escuchar el constante rumor del agua de la fuente
gótica y el toque de las campanas, ya fueran las de Santa Clara, ya fueran las
de la iglesia colegial. Supongo que esa tradición habrá quedado reseñada en los
anales de nuestras costumbres, pero ya hace muchos años que a esa temprana hora
permanecen silentes aquellas campanas que llamaban a los hijos ausentes de esta
Xàtiva histórica, augusta, bella, rica, pero no por eso, en ocasiones, menos
extraña.
La Misa. No hablo de la Eucaristía de las
ocho de la mañana conocida como “de las camareras”, siempre muy
concurrida. Hablo de la Misa Solemne. Como en el Rosario, más de lo mismo. Poco
interés. Asistencia a lo sumo discreta para una tan gran ocasión. Incluso
ausencias perceptibles para quienes desde bien jóvenes participamos en estos
actos, desde los sacerdotes (a algunos se les echó de menos la víspera…) a las
autoridades. De éstas, tan solo asistieron el señor alcalde con su esposa y los
dos tenientes de alcalde. Y eso que era una ocasión muy especial...
A pesar de la cercana presencia de La
Moreneta, no hubo ninguna reacción afectiva destacable. Cierto que el altar
lucía un magnífico arreglo floral, lo que está muy bien; pero, sin duda, la
Virgen agradece más otro tipo de flores.
La procesión. Bastante puntualidad.
Asistencia de fieles: más o menos, la acostumbrada. El vendedor de cirios no
hizo su Agosto; ya nos molesta hasta llevar una vela encendida en la mano y,
así, pocos fuimos portando candelas. Pocas niñas con el vestido de su Primera
Comunión. Ni un solo niño. Una buena representación de las comisiones falleras
con los tradicionales atuendos valencianos. Las Señoras Camareras “no activas”
y los “alets” precedieron la santa imagen; y la Junta, con teja y mantilla,
presidiendo, además de la junta de alets, clero y autoridades, éstas precedidas
de “la cobla”. Acompañaba la banda de la Sociedad Musical La Nova. Al parecer,
los turnos de portadores se cubrieron sin problema, pero no hubo bofetadas por
conseguir el ticket. Del orden y de la organización prefiero no hablar.
A la salida de la imagen, esta vez por la
puerta principal del templo para iniciar el recorrido de cara al sol poniente
(es el protocolo), tímidos aplausos de la escasa gente que allí había. ¿Qué fue
de aquel esperado “fervorín”? El amigo Ricardo Ortega, cámara en ristre, se
dirigió a mí y, con su vehemencia congénita, mostraba su decepción ante la
actitud de la gente: ni un canto, ni un aplauso, ni vítores ni aquella
desbordante alegría del año 88. Esa fue, también para mí, una de tantas
decepciones. Después, por las calles, durante el trecho entre la Colegiata y la
Pl. del Españoleto, gente, sí, pero no más que otras veces. A partir de ahí,
algunas casas abiertas –como se acostumbra-, algunas colgaduras –pocas- y
expectación sin mayor relevancia, hasta llegar a la plaza de San Jaime,
primero, y a la de la Bassa, después, donde se concentraba, si quieren ustedes,
el mayor número de espectadores. Allí estaban, cerca del antiguo lavadero, las
monjitas del Asilo, alegres sus rostros, viendo la procesión. Calle de San
Francisco: gente en algún balcón y contamos como seis o siete personas sentadas
a la puerta de las casas. Mayor número de curiosos (perdonen por llamarles así)
en la Plaza de San Francisco; pero –otra decepción- ni un alma en la calle de
Moncada; salvo un par de familias asomadas al balcón, ni siquiera estuvieron
presentes las madres dominicas. Ni una sola casa abierta al paso de la Virgen.
Y una anécdota: La procesión discurría lentísima, pero cuando la imagen estaba
a la altura de San Francisco comenzó una ligera llovizna; cuatro gotas fueron
suficientes para que los portadores apretaran el paso, aligerando la llegada a
Santa Clara. Puertas abiertas; gente dentro como se acostumbra; pero ni una
representación de la comunidad franciscana… Otra decepción. (Vale: donde he
venido diciendo “decepción”, ustedes pónganle el calificativo que mejor les
cuadre). Salida de la imagen, recomposición del cortejo y cesación de la
llovizna. Siguieron la lentitud y los "cortes" cada dos por tres. Por
la Plaza de la Trinidad y la calle del Ángel se discurrió con escasa
expectación: un par de casas abiertas, como ocurrió también al pasar por la
calle de San Pedro (excepcionalmente, al estar en obras la calle del
Pintor Rusiñol o “del Barranc”). Las monjitas del convento de la Consolación se
vieron, así, privadas de la cercanía de la imagen de la Mare de Deu. Plazas de
Alejandro VI y Benlloch: la misma tónica, como al final de la calle de San
Pedro, ya anochecido. Y a partir de la Plaza de San Pedro, seguimos en diminuendo, tanto
en cuanto a acompañantes (incluso solo quedó hasta el final una sola niña “de
comunión”) como en cuanto a expectantes. Llegada a la Plaza de la Seo, tras el
desvio por Mercat y Matilde Ridocci, con recibimiento de fuegos de artificio
–prohibidos, por cierto, en esa plaza- y, quizá por precaución, apenas un alma
en ese tramo de la entrada. No obstante ello, es cierto que La Sèu estaba llena
y, ahora sí, la explosión de aplausos y vítores a la Señora fue notable. Quiero
decir que se notó, no que fuera para nota.
Si solo un tercio de las personas que estaban
en la Colegiata hubiera desfilado en la procesión, hubiera sido un exitazo.
Pero, claro, es más cómodo esperar sentados. Ya sé que no es obligatorio
participar en ese largo deambular por las calles y plazas de la vuelta general;
pero, de verdad, ¡cómo somos! Llámenme criticón, pero son tantas las cosas que
no me cuadran…
Día 6. “El Besamano”. El colofón de la fiesta grande, a iniciativa del Sr.
Abad, propició que un buen número de fieles pudiera acercarse hasta el pie del
altar del crucero, donde se había colocado la imagen de Nuestra Señora. Esa
imagen esbelta, de elegancia singular, guapa, con mirada de madre orgullosa de
llevar en brazos a Jesús y de mostrarlo ante todos como la mayor obra de amor
de nuestro buen padre Dios. Serio su
rostro, pero no adusto. Con sus preciosos labios cerrados, pero insinuando una
sonrisa, esperaba nuestro beso de afecto y devoción. Y a fe que no faltaron,
ahí sí, setabenses que acudieran a presentarle sus cuitas, sus problemas, a
ofrecerle su corazón de hijos y a pedirle la salud, el trabajo, la cohesión en
la familia…¡tantas cosas! Y, claro es, a posar un instante junto a la Madre y
obtener un recuerdo gráfico. ¿Y por qué no el día anterior?
Me dicen que durante el día, hasta la hora de la Misa vespertina, hubo un
continuo flujo de gente. En la Eucaristía había en La Sèu mucha asistencia,
casi llena estuvo la basílica; y, al finalizar, nuevamente se formó la fila de
devotos. Yo me fui poco antes de las diez de la noche y todavía quedaban fieles
esperando su turno. Buen trabajo de alets y camareras
procurando el buen orden del acto.
Sé que María, nuestra Madre, nos quiere y nos guarda y ruega por nosotros. Pero
no sé si estará demasiado contenta con nuestras actitudes; no ya por estas
circunstancias más o menos extrañas o inusuales, sino por el día a día. Como bien
dijo el Sr. Abad en la Misa del día 6, no es lo propio que hagamos de la Mare
de Deu “Reina por
un día”. Lógicamente, no podemos entrar en el fuero interno de cada cual,
pero lo acaecido debería hacernos reflexionar profundamente, comenzando –claro
es- por los de casa, muchos de los cuales brillaron por su ausencia. Por
ejemplo: cofradías... o representaciones parroquiales ¿Dónde estaban? Y
un largo etcétera.
De la Novena, a la que he asistido la mayor parte de los días, me abstengo de
comentarios.
Como siempre, vuestro, MIGUEL MIRA
1 comentari:
Hola,
Solo corregir el tema de la representación franciscana. Si que acompañaron la procesión dos sacerdotes franciscanos y un fraile franciscano de la cruz blanca.
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