dijous, 5 de juny del 2025

EN LA PASCUA GRANADA

 

PENTECOSTÉS

            En este domingo, importante indiscutiblemente para nuestra fe, avalada y confirmada con la venida del Espíritu Santo, la Iglesia nos propone el texto de San Juan Cap. 20, 19-23, que es el texto que copiaré unas líneas más abajo.

            Sin embargo, nuestro amigo D. Joaquín Núñez sustenta su comentario, conjuntamente, con San Juan 14,15-16. 23b-26, textos íntimamente relacionados y que, según él mismo nos comenta sintetiza su reflexión en ellos porque ya tuvimos ocasión de leerlos durante el tiempo de Pascua.

            Así pues, éste es el Evangelio que se proclamará en la Misa del Domingo de Pentecostés:

 

            Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23

 

                        “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

 

COMENTARIO

 

            La Liturgia del día de Pentecostés de este año nos permite analizar un texto u otro; nosotros veremos parte de los dos ya analizados domingos pasados donde  se recibe o se promete el Espíritu Santo.

            Es curioso que estando los discípulos “con las puestas cerradas por miedo a los judíos” coincida con la experiencia de grupos de hoy, temerosos de que la Iglesia pierda su identidad, de que lo antiguo desaparezca, siendo así que la historia nos muestra experiencias más antiguas, empezando por los Hechos de los Apóstoles. No podemos cerrar las puertas al desarrollo de la teología a partir del Concilio de Trento, ni del Concilio Vaticano Primero, ni del Segundo.  No podemos depender de la devoción particular de los que quieren la Misa de cara a la pared, ni obligar a que se celebre de cara a la comunidad tal y como la celebró Jesús en la Última Cena, o las misas papales. Las prim eras palabras del Papa León XIV, fueron: “Pax vobis”, la Paz de Cristo Resucitado. Su primer saludo y deseo; nos saludó de frente tal como Jesús saludó a sus discípulos y les mostró sus trofeos: “sus manos y el costado”. Otra vez les dijo: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así os envío yo”, y dicho esto exhaló su aliento (prólogo del Evangelio de Juan 1,1-5). El Papa León con su deseo de Paz nos hace recordar todo lo que el Espíritu de Jesús nos provoca. Si me amáis, es decir, si recibís mi Espíritu amorosamente; si rogamos con una jaculatoria corta:  “¿Dime Jesús cómo lo harías?”; y si por amor así lo hacemos, anunciaremos su Reino, perdonaremos con humildad los pecados, acercaremos a los demás como se acercaba Jesús para curar, atender su pobreza, borrar su ignorancia. En definitiva, como eran conocidos los primeros cristianos, todos ellos misioneros, “mirad cómo se aman”.

            ¿Para qué vino Jesús al mundo? Afirmamos que para redimirnos, para librarnos del mal, pero lo más importante es: para darnos su Espíritu. Si no fuera así, de nada nos hubiera servido su perdón, nuestra situación volvería a ser tan débil como lo fue con la expulsión del paraíso, pero al darnos y recibir e invocar libremente el Espíritu Santo, el que nos da la fuerza de su amor gratuito y generoso, capaz de perdonar a quien le quita la vida, nos capacita para ser como Él. El Espíritu que hace exclamar al primer mártir, san Esteban, las mismas palabras de Jesús al ser lapidado, “Señor perdónales porque no saben lo que hacen”. Qué lastima no poder comentar el sermón 317 de San Agustín, donde pondera la virtud de Esteban al encarnar en su vida el mandamiento “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian y orad por quienes os odian y persiguen”, y todo esto, continúa Agustín, “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos”. El martirio de Esteban nos ilumina para entender en nosotros la fuerza del Espíritu Santo. “Pero Esteban, lleno de Espíritu Santo, miró hacia el cielo y vio a Dios en su gloria y a Jesús a su derecha”. San Agustín comenta que la Sangre de Jesús “es colirio para nuestra ceguera”.

      Sin el Espíritu nos es muy difícil imitar a Jesús, o a aquellos llenos de su Espíritu. Nos es difícil imitar a San Francisco cuando abraza a un leproso, y las virtudes de tantos santos y santa que han vivido, hasta el extremo, el mayor y único mandamiento del Amor a Dios y al prójimo; sólo si vivimos su misma vida descubriremos, cada cual, su carisma personal. Eso nos dará cuenta de quiénes somos y así llegaremos al conocimiento de nosotros mismos, no seremos anónimos, sin conciencia, cuando los demás nos digan cómo hemos de ser. Nos encontraremos cara a cara con Dios que nos llama por nuestro nombre, dicho con una dulzura liberadora: Fulanito “si me amas, guardarás mis mandamientos. Yo pediré al Padre que te dé otro defensor, que esté siempre contigo”. Así seremos hijos del mismo Dios y haremos las obras de Jesús. San Pablo nos dice “todo lo puedo con aquel que me conforta” y “ya no soy yo, es Cristo quien vive en mi”.

            El Espíritu Santo se nos da como sacramento en la Confirmación de una vez para siempre, está junto a nosotros, con nosotros, le abriremos nuestro corazón, le pediremos sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y reverencia de Dios. Por ello recibiremos sus siete dones según el Catecismo de la Iglesia, pero que se condensan en la palabra que lo define: Amor a Dios.

Feliz día de Pentecostés. Recibamos el Amor de Dios, abramos nuestro corazón a la promesa de Jesús: “vendremos a él y haremos nuestra morada en él”.

                **

            ¿Qué más podría yo añadir, después de esta enjundiosa reflexión?

            A esta fiesta siempre la hemos llamado popularmente “la Pascua Granada” porque se supone que la flor de  la anterior Pascua Florida ya ha fructificado. Pues pienso que la pregunta es la de siempre ¿Y nosotros?

            Gracias por seguir leyendo estas reflexiones.

            ¡Feliz Pentecostés! Cordialmente, Miguel Mira