VISTO DESDE EL SÁBADO
En el silencio de un Sábado Santo, a la hora en que ya
hace un montón de años las campanas tocaban a gloria, me detengo unos minutos para
resumir algunas cosas pendientes.
1.- Miércoles. Les Cortesíes. Sería reiterativo
incidir sobre la ausencia de novedades significativas en nuestras procesiones,
que transcurren según un histórico guión, con sus luces y sus sombras.
El miércoles pasado acompañé a la Virgen de la
Soledad, esta vez con la Hermandad de Cofradías; por tanto, no puedo dar cuenta
de particularidades ajenas a mi observatorio. Sé que la participación fue
buena, aunque sin corregir esas pequeñas cosas del orden, que parece no
preocupar en absoluto, o el silencio… En fin, esas cosas.
Sí que me llamó la atención un par de detalles que me
dieron que pensar.
Uno, relativo al ambiente durante el itinerario: desde
que salimos de la Colegiata hasta llegar a la calle del Portal de Valencia, es
decir, San Vicente, Bruns, Segurana, plazo y calle de San Pedro y plaza de
Benlloch, aparte del escasísimo número de espectadores, me sobran dedos en una
mano para contar las casas que tuvieran la puerta abierta esperando el paso de
la Virgen… Y poco más a partir de ahí. Curioso. A mí me lo pareció.
Y
otra cosa en el aspecto organizativo: se supone que el desfile termina con la imagen que se procesiona, sujeto directo
de la atención cultual, y la presidencia que acompaña. Sin embargo, de unos años a esta parte, con las
presidencias que montamos incluidos los traslados, la imagen, en realidad,
queda al medio de la procesión. El
miércoles mismo, detrás de la Virgen íbamos más de cincuenta personas y, claro
está, la banda de música. Puntos suspensivos.
Me pregunto si no tendríamos que reflexionar en la Hermandad si por
nuestra parte se pudiera replantear el modo de participar en estos actos. La
presencia, testimonialmente es correcta, pero hasta este extremo llevada,
pienso que no es necesaria.
Por lo demás, me pregunto qué pensarán el Padre Juan y
el Padre Renovat, que acompañaron a la Soledad, al contrastar estas manifestaciones externas de religiosidad
popular con las condiciones de vida allá en Burundi, su patria.
2.- Jueves Santo.
La procesión del mediodía estuvo lucida. Sigo en mis
trece de que no sé por qué se mantiene el paso por la calle de San Francisco sí
o sí, cuando ya hace años que desapareció la razón que le daba sentido. Y ahí
lo dejo.
Por
la tarde era nuestro turno de penitencia. Notamos la presencia de acompañantes
de particular algo más nutrida que en otras ocasiones, lo que es de agradecer;
pero lo más significativo fue que teniendo en cuenta que en nuestra lista están
muchos niños pequeños, un número significativo de portadores que residen fuera
de Xàtiva y vista la media de asistentes de años anteriores, nos causó una
gratísima sorpresa comprobar que décima arriba, décima abajo, salimos a la
calle el ¡setenta y cuatro por ciento de nuestro censo! Y, además, salvo
cuestiones muy concretas e incidencias de poca trascendencia, el comportamiento
sobre cuya observancia hemos insistido desde la Junta con tanto denuedo, fue de
notable alto.
Me
queda, eso sí, una pequeña espina clavada (tal vez sea un exagerado) referida
al momento en que, terminado el sorteo de medallas y la obligada foto de grupo,
sin más, nos marchamos a casa. Como ya saben, por casas de fuerza mayor, el
monumento al Santísimo Sacramento hubo de instalarse en el altar de Jesús
Nazareno, precisamente en el crucero, enfrente mismo del lugar donde estos días
permanece expuesta nuestra imagen. Por ello, pensar que estábamos a menos de cuarenta pasos
del Santísimo en el Monumento, y fuéramos incapaces siquiera de rezar ante El
un Padrenuestro…, Me conocéis de sobra y
comprenderéis que no lo silencie porque ni yo mismo lo sugerí. El acierto casi
pleno al setenta y cuatro por ciento, ¿Nos sorbió el seso?
3.- Viernes Santo.
Este año no puedo hablar en absoluto de “El Entierro”;
fui incapaz de levantarme, lo confieso. Sí que
estuve, a la entrada, en la Colegiata, donde al acabar el oficio de
Laudes, el Sr. Abad y demás sacerdotes esperaron, revestidos, a la puerta, la
entrada de La Camilla; y, después, se celebró en Vía Crucis.
Eso sí: vi mucha gente, muchos niños y niñas, esos
ángeles inseparables de Jesús al ser depositado en el sepulcro, benditos sean.
Oficios vespertinos, adoración de la
cruz, silencio precursor del tremendo ruido de la tarde, para mí excesivo, con
tanto tambor.
Ruido que contrastó con el canto del
“Eram…”, nuestro motete. Nunca agradeceremos bastante al hermano portador e
Ilustrísimo Señor D. Francisco José Perales y a sus compañeros (así los
considera, aunque es su director)
cantantes del Coro de la Generalitat concedernos este impagable
privilegio, con el valor añadido de un canto que necesariamente mueve a
recogerte un instante en medio del rumor del gentío que ocupaba las calles, de
los acordes de las marchas procesionales, de tus propios pensamientos. Y, así,
nuestro Nazareno fue, paso a paso, recorriendo a hombros de unos y al abrigo de
la devoción de todos su camino del calvario de un Viernes Santo
setabense.
Procesión General del Santo Entierro…
¿Verdad que, en general, todo es
manifiestamente mejorable? Con una
excepción: ¡“Eram…”! Y hubo muchos testigos; pero quienes lo escuchamos dentro
dek templo colegial, damos fe y testimonio. Modestamente, lo rubrica Miguel Mira
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada