¿Evangelizar o contemporizar?
En el libro de la Semana Santa de
Xativa 2017 se inserta un artículo del
amigo Félix Lluch, en el que afirma y ratifica su condición de cofrade y
plantea sus dudas sobre si es o no adecuado el modo en que celebramos nuestra
Semana Santa en sus manifestaciones externas, creo entender; reconoce la
importancia de la fiesta y la eleva a la consideración de evento comparable a
las fallas, en tanto en cuanto mueve a
la participación de muchos en los actos procesionales y, a otros, a presenciarlas
como espectadores. Pero aun asumiendo el carácter religioso de la celebración,
afirma de modo contundente que si nos limitáramos al ámbito de lo católico, estaríamos muertos. Es partidario de
mantener la apertura a la participación sin demasiada exigencia en los motivos,
ya sea por tradición, ya sea por fe, con tal de mantener viva lo que considera
una importante expresión histórica y cultural, debiendo involucrar a las
instituciones públicas y recabar su ayuda económica. Reflexiona sobre el papel
de la Hermandad de Cofradías, que considera poco ambicioso, rutinario y
continuista. En fin, me ha parecido leer una seria reflexión, una crítica con
pretensión constructiva; y me alegro de que alguien, desde este foro, se atreva
a patentizar con mirada crítica los más que evidentes desajustes en nuestra
Semana Santa externa. El Sr. Lluch parte de una perspectiva globalizante de lo
histórico-artístico-cultural-turístico-religioso, que a mí me parece excesivamente paritaria.
Los
lectores de mis comentarios en este blog, como quienes me conocen y han oído mi
parecer sobre estas cuestiones, saben que, sin ánimo de pontificar, creo
firmemente que es necesario sentarse y, sosegadamente, reflexionar sobre cuál
es la Semana Santa que queremos en Xátiva y si es conveniente y necesario revisar modos y medios. Es más,
pienso que hacer algo porque se ha hecho siempre y es bello, puede atraer
turismo, y nos satisface cuán lucido resulta tal o cual evento y lo bien que
suenan las bandas de música, estamos perdiendo el tiempo. Es cierto, totalmente
cierto, como dice Félix, que en la llevanza de unas andas el portador siente
algo especial; tienes cerca la imagen de Cristo o de la Madre, a las que
veneras; les dedicas ese pequeño sacrificio,
que deviene en callada oración; otros
la exteriorizan cantando una saeta… Todo eso está muy bien, claro que
sí; pero no me agradan las mixtificaciones. Se pierde la autenticidad en favor
del espectáculo, y lo estético (nunca me cansaré de repetirlo) prevalece sobre
lo religioso. Desaparece lo igualitario o y prevalece lo accidental sobre lo importante.
Item más: gana lo profano. El ruido a veces lacerante de los tambores sed
sobrepone al espiritual lamento de los
motetes.
Reitero
la idea de una reflexión conjunta ¿mini-congreso? de las asociaciones de
fieles, que eso son las cofradías, para que después de estudiar el recientemente aprobado plan de pastoral de la
diócesis y, en concreto, lo relativo a la piedad popular, comprobemos en qué
nos conviene cambar y qué es lo que no debemos modificar. Si, como dice más de uno, nos bastan estas
fallas que no se queman, o si merece la pena volver a la autenticidad de la
expresión externa, rigurosa dentro de lo
hermoso, y evangelizadora desde la sencillez.
No es
ajeno el Papa Francisco a la “fuerza evangelizadora de la piedad popular” (*), aconsejable libro de cabecera. Pienso
que sería bueno orientarnos desde una perspectiva evangélica, con un riguroso
repaso de una buena desbrozadora.
Cordialmente,
Miguel Mira.
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(*) Exhortación apostólica Evangelii Gaudium,
Cap. Tercero, I. Todo el Pueblo de Dios
anuncia el Evangelio; nº 122 ss.
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