Un corazón quebrantado, Tú no lo desprecias
Ayer,
13 de Marzo, a las ocho de la tarde, acudimos a la Iglesia de los Santos
Juanes, a la celebración de la eucaristía que es la primera de este ejercicio,
a la que seguirán, en miércoles sucesivos, la que se han de ofrecer los
miércoles de Cuaresma.
Concelebraron
los párrocos de las cinco parroquias de la ciudad y los señores canónigos de la
Colegiata, así como el señor vicario de Nuestra Señora de la Merced y Santa Tecla.
Animó
la Santa Misa el coro parroquial, como siempre, con su reconocido entusiasmo y
perfecta ejecución de los cánticos escogidos, que ayudaron a nuestra personal
integración en el culto que se estaba celebrando. De verdad, cantores de los
Santos Juanes ¡Lo hacéis bien!
Ésta
fue la monición de entrada:
La
perspectiva que se nos presenta en el tiempo de la Cuaresma es el Camino del
Calvario hasta la Cruz; pero también nos transmite la gozosa esperanza de la
Pascua. El camino hacia la cruz nos parece duro; y lo es. Cada uno de nosotros
sabemos de esas cruces particulares del afán de cada día; pero nuestra mirada
ha de estar puesta en la resurrección; en aquel sepulcro vacío del tercer día.
Nos lo recuerda hoy Jonás y nos lo
recuerda Jesús en la liturgia de la palabra. Además, hemos de ser conscientes
de que la Cuaresma no es un paréntesis que se abre el Miércoles de Ceniza y se
cierra el Viernes Santo: la Cuaresma es un signo de admiración que nos ha de
conducir esperanzados, primero, hasta
Emaús, y siempre hasta
Pentecostés.
El
templo estaba lleno de fieles. Asistieron algunos (pocos) cofrades de las
distintas asociaciones de Semana Santa.
Como
particularidad, he de señalar la formación de un mural al pie del altar mayor,
compuesto de ocho piezas decoradas que fueron colocando en su lugar cada uno de
los seglares participantes en las lecturas, oración de los fieles y moniciones,
hasta quedar a la vista un paisaje sugerente del camino a recorrer desde la
barca de la Iglesia hasta el triunfo dela cruz. Esa imagen se recogía en la
estampa que se repartió al final de la Misa, con la reproducción al dorso del
versículo que sirve de título a esta crónica: Un corazón quebrantado, Tú no lo desprecias.
Don
Raul Jiménez, Cura de esta parroquia y de Nuestra Señora de la Merced,
pronunció una enjundiosa homilía, siendo su soporte tres significativos verbos,
tres llamadas de Dios, tres andanadas a propósito del ejemplo del pueblo
ninivita, como se lee en la profecía de Jonás:
¡Levántate! ¡Vete! ¡Predica!
Las
reflexiones del celebrante, aunque fueron dirigidas a todos, intentaron
interpelar especialmente a los distintos cofrades presentes, exhortándoles a
vivir con el espíritu de conversión al que claman las lecturas del día y, en
general, las de toda la Cuaresma.
Si
he de destacar un detalle que nos afecta a los hermanos, cofrades y
congregantes, no es otro que el ejemplo de aquel tesoro: Cristo, que se nos
regala en un precioso baúl, contenedor en el que nos fijamos porque tal vez su riqueza nos deslumbra,
pero en cuya contemplación nos quedamos
encandilados ¡sin decidirnos a abrirlo! Y es dentro de él donde está ese tesoro que debería
ser el signo indeleble de nuestra vida y nuestra fe cristiana.
Así
pues, materia de reflexión la hubo. De nosotros depende todo lo demás. Sería un
especial signo del testimonio al que estamos llamados que cada parroquia a la
que está previsto peregrinar se viera desbordada por cofrades, hermanos y
congregantes. Sería señal de que nos vamos decidiendo a abrir el baúl.
Vuestro,
Miguel Mira.
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