…Y EL NIÑO DIOS NOS
SONREIRÁ…
…Como a ese pastorcillo que solo pudo ofrecerle su canto
de amor.
Lo hemos escuchado una y otra vez estas Navidades y las
anteriores y las anteriores… y, seguramente, en las venideras
En paralelo, paro mientes, y os lo cuento a mi manera, en
una leyenda muy hermosa, que el Papa Francisco relató en su homilía durante la
Misa de Nochebuena y quiero compartir por ser óptima para sacar conclusiones en este
tiempo litúrgico que ya va concluyendo, ocurrió que:
En una noche sin posada y en un humilde pesebre, María
dio a luz al Salvador, al Mesías, al Señor, y el cielo, en jubilosa eclosión,
clamó en boca de una legión de ángeles el cántico anunciador de la buena
noticia; y, en la noche, llegó primero a los más humildes y sencillos de la
tierra, a los pastores que velaban a la guarda de su ganado; y ellos fueron los
primeros en dar respuesta, los más diligentes en acudir jubilosos al Portal
para ver a su Rey; y le traían presentes, humildes como ellos, pero
amorosamente improvisados por la premura de la llamada de aquellos ángeles; y
se agolpaban a las puertas de aquel pesebre, donde María tenía en brazos al recién nacido. José
se hacía cargo de los regalos de aquella inquieta turba: una hogaza, unos
huevos, una tórtola, un queso, unas bayas…, y la Virgen se asombraba de tanto
parabién; pero se dio cuenta de que allá, en un rincón, uno de aquellos
pastores se esforzaba por ver al Niño, pero no se acercaba; y es que no llevaba
nada en sus manos y no se atrevía a acercarse, sin duda, por no quedar mal.
María quiso ayudar a su esposo que no daba abasto, y llamó al pastorcillo; éste
se acercó y Ella le puso a Jesús en sus brazos. Podéis imaginar la sorpresa de
aquel muchacho, que cuando sintió a Dios en sus manos, desbordó en ternura con
un desbordante sentimiento de amor agradecido; pero no se reservó para sí ese gozo. Enseñaba
a sus compañeros aquella criatura hermosa que se le había confiado para que le
besaran y vieran la grandeza de aquel que habían venido a adorar atendiendo el
canto de los ángeles que le glorificaban en lo alto.
Quizás nosotros podríamos compararnos con aquel pobre
pastor de la leyenda que nos contó Francisco. Y quizás debiéramos pensar que
sabiendo como sabemos que María, aunque a veces nos acercamos a ella sin nada
importante que ofrecerle, ha puesto a Jesús en nuestros brazos para que
proclamemos ante todos y ante todo que el mayor presente que agrada a su Hijo
es nuestro corazón limpio, y ese viejo tambor de nuestra ajetreada vida, que va
mostrando a los demás que el Salvador,
el Mesías, el Señor, ha nacido para todos; y nuestro esfuerzo en ponerlo de
manifiesto con nuestros actos de amor ante cuanto nos rodea, podrá alcanzar a
ver cómo el Niño Dios nos mira y nos
sonríe…
Vuestro, Miguel Mira. FELIZ AÑO.
1 comentari:
Precioso.
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