La voz de los Obispos
Anoche
13TV ofreció un programa extraordinario, en el que uno a uno todos los obispos
de España (excepto tres afectados por el Covid19) dirigieron unas palabras de
aliento y de esperanza a todos los fieles. Dos o tres minutos. Desde su
despacho, desde un balcón de su casa, el patio del obispado, una capilla o una
sacristía… Lo que me llamó la
atención: todos excepto dos, aparecían con “clerigman”; uno se presentó
vistiendo un alba y el otro apareció revestido con capa pluvial y mitra. Éste
fue nuestro paisano Monseñor Reig Pla.
En
general, invocaron algún pasaje de la Escritura, para proclamar que no estamos
solos y, así, refirieron palabras de Jesús, cuando nos dijo que estaría con
nosotros hasta el final de los tiempos, o también algunos reiteraron el pasaje
de la tormenta en el mar de Tiberíades, el temor de los apóstoles y el reproche siempre cariñoso del Maestro:
hombres de poca fe, no tengáis miedo. Otros dos obispos aludieron a la carta a
los Romanos (12-12), donde San Pablo nos exhorta a que la esperanza nos tenga
alegres, a mantenernos firmes en la
tribulación y a la constancia en la oración.
Y
hubo una nota simpática. Uno de los obispos más jóvenes apareció sentado a la
mesa del comedor de su casa, en donde convive con un matrimonio con dos hijos.
El niño, de unos diez años estaba de pie a su derecha; la niña –doce o trece
años- a su izquierda. Su breve parlamento nos ofreció la comparación con el
diluvio: el niño mostró un folio en el que había dibujado el Arca de Noé, en la
que se nos resguardaba de aquella tempestad, de la que no estaríamos a salvo
hasta que apareciera una paloma con…, y la niña mostró una ramita de olivo.
Era, pues, el símbolo de la travesía de la esperanza.
Rubricó
las intervenciones el Arzobispo de Barcelona, reiterando, como todos hicieron,
el agradecimiento a los equipos sanitarios, a la debida obediencia a las
instrucciones de las autoridades y exhortándonos a la oración en la seguridad
de que no estamos solos, porque Dios no nos abandona, pidiendo nuestra
solidaridad y alzando los ojos hacia María nuestra Madre.
Yo
añadiría: en este camino duro y oscuro nada hemos de temer si nos apoyamos en
la vara de la confianza en el Señor y en
el cayado de su misericordia.
Vuestro, Miguel Mira
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