VIA CRUCIS
Ayer, cosas mías, llegué un pelín tarde a la Iglesia de San Francisco.
Había comenzado la lectura de la Primera Estación. La iglesia estaba llena y
algunos esperaron de pie. No puedo hablar de variaciones sobre años anteriores,
porque no me pareció que las hubiera; tan solo me llamó la atención la nueva
megafonía, principalmente, por su escasa eficacia y la mala regulación del tono
de emisión de la voz, excesivamente grave, que impidió en algunas estaciones entender
aquello que se leía. Nos quedamos, pues,
con la intención de los asistentes en dedicar un rato a Jesús, desafiando el
frio y destemplanza de la noche, acompañándole
en el camino hacia su sacrificio. Presidió, como es costumbre, la imagen
del Santísimo Cristo de la Palma.
Que El nos guarde, “nos muestre siempre
su rostro radiante y nos conceda la paz” (Números, 6, 26).
Mañana intentaré ver lo que
ocurra a partir de las diez de la noche.
Vuestro, M. Mira
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