Dijo Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti?
Hoy nuestro estimado
amigo y colaborador, D. Joaqón Núñez Morant, nos ofrece una reflexión próxima,
sencilla, sobre la ceguera con unas preguntas que deberíamos contestar a pies
juntillas; seguro que nos mueve a situarnos en el punto en que Jesús quisiera
que fuera nuestro lugar. Como siempre, copio el texto de Marcos que nos
introduce en aquella reflexión que nos brinda el páter. Buen finde. Saudos
cordiales, Miguel
Domingo de la 30ª semana. Ciclo B. Tiempo ordinario.
Del evangelio de San Marcos, 10, 46-52
" En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y
bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde
del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
—«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
—«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
—«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
—«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
—«¿Qué quieres que haga por ti?».
El ciego le contestó:
—«Maestro, que pueda ver».
Jesús le dijo:
—«Anda, tu fe te ha curado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
HOMILIA
Concluimos hoy el capítulo 10 de San Marcos, que nos habla de la ceguera, que a lo largo de la Biblia aparece como un símbolo aplicado a la falta de fe -“tienen ojos y no ven, pies y no andan”-, aplicado a los ídolos. La ceguera como castigo: Jn.9,2 ss. Los discípulos le preguntan: ¿Rabí quién pecó, este o sus padres para que haya nacido ciego?
Hoy, saliendo de Jericó, volvemos al “Camino” de Jesús. Jericó es una ciudad rica, residencia de la gente pudiente de Jerusalén, la Ciudad de las Palmeras, dominada por Herodes el Grande por concesión de Octavio Augusto. Jesús encuentra, frente a aquella riqueza, a un pobre ciego, “Bartimeo”. La escena tiene tres momentos, para nosotros muy interesantes. Bartimeo oye un murmullo que se va acercando, cada vez más intenso… Es Jesús que pasa: ¿Cuántas veces ese Jesús que pasa nos sorprende a lo largo de nuestra vida, de la vida de los demás? -“Mira que estoy a la puerta y llamo”; “si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”. Apocalipsis. 3,20. Él siempre está a la puerta, pero somos ciegos y sordos…
-“Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos ayer y hoy lo increpan, lo acallan, ponen condiciones, exigen doctrina católica, son examinados, ejercen un poder sobre las personas que hace imposible el encuentro con Jesús.
Bartimeo insiste a voz en grito:
-“Hijo de David, ten compasión de mi”.
Y Jesús responde.
-“¡Llamadlo!”.
Hoy nos llama a esta hermosa misión a quienes no somos ni sordos ni cobardes. ¿Todos pasan esta llamada a fulano o zutana? ¿somos rápidos en buscar y pasar esa vocación a otros? ¡Cuántos quedan sin llamar por no oír a Jesús! Otros que aman y son amados, aman a Bartimeo y le animan: “Animo, levántate que te llama”. Suelta su riqueza, la que tiene para envolverse las noches de frío, y de un salto se acerca a Jesús, que le dice :
-“¿Qué quieres que te haga?”.
El ciego esclama:
-“Rabbuni”, que recobre la vista, que tenga fe, que te vea, que ilumines mi vida, que sea yo responsable de mi vida, que sea libre. No quiero acordarme de mi vida pasada, sin sentido ni valor. Mi túnica, espejo de mi pobreza, será cambiada por la túnica de la fe que es mi riqueza. Llevaré tus marcas impresas en mi corazón. Desde ese momento siguió a Jesús a lo largo del Camino.
Jesús nos dice : -“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. También nosotros hemos de vivir de su Vida, de su Verdad y seguir su Camino, aquel por el que sigue Bartimeo.
Qué hermoso es acercar a la Luz a quienes
en la primitiva Iglesia llamaban Iluminados el día de su bautismo, con ternura,
revestidos de un hábito blanco, que era señal de una vida nueva…
Feliz
domingo si somos capaces de reconocer nuestra ceguera y le decimos a Jesús:
Señor que vea.
JOAQUÍN NÚÑEZ
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