A la hora de insertar
esta entrada, correspondiente al IV Domingo de Pascua, en la Plaza de San
Pedro, en Roma, se oyó el clamor de la “Fumata Blanca” y, lógicamente, me puse
ante el televisor, hasta presenciar el ceremonial de presentación del nuevo
sucesor de San Pedro. Al reincorporarme ante el ordenador, no sé que tecla
toqué indebidamente, de modo que en el blog salió el texto con el que había
estado trabajando de un modo extraño e inadecuado para una correcta lectura.
Por ello he borrado aquella entrada y presento ésta, redactada ya comenzando
por una breve semblanza de León XIV, que copio de una nota escrita por D.
Joaquín Núñez:
“Nieto de emigrantes franco-ilalo-españoles, el cardenal Robert Francis Prevost Martínez, nacido en Chicago, pero cosmopolita al cabo de tantas misiones como le fueron confiadas, tiene la ternura de San Agustín, Padre de la Iglesia, hombre buscador de la verdad.
Ya iremos descubriendo su persona y su mensaje. Se dice que quien entra en el Cónclave como Papa, sale como cardenal; pero Prevost entró como Papa y ha salido como Papa.
Oremos por el Papa León X IV”
***
Vamos pues a la tarea de este finde: IV Domingo de Pascua
Del Evangelio de San Juan, 27 - 30
“En aquel tiempo,
dijo Jesús:
“Mis ovejas
escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida
eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.
Comentario
Según este fragmento del
evangelio de san Juan, en que todas y cada una de sus palabras tienen un
sentido profundo, Jesús se presenta en el Templo ante los malos pastores de
Israel en la Fiesta de la Dedicación, y no como el Buen Pastor, sino como el
Pastor Hermoso, consustancial a su
esencia divina. Es Kalos, tal y como nos lo define San Juan de la Cruz, aquel
medio fraile como lo definió Santa Teresa en su Cántico:
!Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
!oh prado de verduras
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y, yéndolos mirando,
Con solo su figura
Vestidos los deja de su hermosura.
Ese es el efecto que se produce cuando Jesús dice de quien se deja pastorear. Conocer a Jesús es poder cantar el “Cantar de los Cantares”, siendo con Él protagonista. “Mis ovejas conocen mi voz y Yo las conozco”. El verbo conocer en la Biblia significa: una identidad con el otro, un ser uno con el otro en una historia compartida. Conocer y creer, en este caso, es lo mismo que amar. San Juan de la Cruz nos transmite esa vivencia en sus poesías. No se puede decir lo que dice sin la vivencia de oír su voz, de conocer y seguir, y, sobretodo, amar con el mismo amor con el que se es amado. Aquí aparece el hermoso diamante de tres caras: Fe, Esperanza y Caridad.
La biología estudia la vida de todo viviente: todo volverá a la tierra. Pero Jesús, a quienes, enamorados, le seguimos, nos da otro tipo de vida, la suya, la vida eterna. Le seguimos como un enamorado sigue a su amada. En el tratado “De Gratia” hay una afirmación que dice: “El alma en gracia (la persona graciosa a Dios) es esposa de Cristo”.
Cuántas veces he oído aquello de ¡he perdido la fe! …y la Caridad y la Esperanza, añado yo. Una vez que alguien conoce a Jesús ya no lo olvida. A quien ha disfrutado de su Amor, no hay ni escándalo ni motivo alguno que le quite la Fe. San Juan de la Cruz,no solo los vio, sino que fue víctima de los escándalos, de la falta de Caridad, fundamentalmente de quienes le persiguieron. Es afirmación de Jesús, no como una posesión sino como una elección libre de quien se enamora: “no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”.
Cuando se refiere a Dios, Jesús siempre habla de su Padre. Los judíos no se atreven, su Padre en la fe es Abraham, pero a lo largo de los evangelios no nos sorprende esa llamada, nos enseña a rezar: “Padre nuestro…”. Su ser uno con el Padre y el Espíritu es una unión amorosa. Por eso ese Padre amoroso que por amor nos creó con un destino de una vida más allá de la biológica, no dejará que “nadie nos arrebate de sus manos”. Juan de la Cruz experimenta esa verdad cuando nos dice:
En mí yo no vivo ya
Y sin Dios vivir no puedo.
Pues sin Él y sin mí quedo.
Este vivir ¿Qué será?.
Mil muertes se me hará.
Pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
El Padre y Yo somos uno, porque el Amor, el Espíritu, es Uno. “Quien me ve a mi ve al Padre” dice a Felipe. Es la única vez que la palabra Padre aparece en evangelio y no en boca de Jesús. Quien se enamora de Jesús ve al Padre y es uno con el Espíritu Santo.
Quiero terminar con
San Juan de la Cruz:
¡ Oh mi Dios! ¿Cuándo será
Cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?
Feliz Domingo IV de Pascua, dejemos que Jesús nos conozca y le sigamos, su vida es garantía de la nuestra.
***
Feliz fin de semana.
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