Ya estamos en la Semana 29ª del Tiempo Ordinario Ciclo C, en la que leeremos el siguiente Evangelio: San Lucas 18, 1-8
“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
—«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
"Hazme justicia frente a mi adversario".
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:
"Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara"».
Y el Señor añadió:
—"Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?".
COMENTARIO
Por D. Joaquín Núñez Morant
Qué
mal se ha explicado y se explica este pasaje del evangelio de Lucas. Tan mal que
si uno se para a pensar, descubre que el abandono de las prácticas religiosas
tiene su origen en confundir rezo con oración, petición con oración.
Nos importa poco el juez y la
viuda, nos importa más dar respuesta a la pregunta de Jesús: “Pero cuando venga
el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
Compara al juez injusto con
Dios, juez supremo y justo; el argumento es el mismo que encontramos en
Mt.7,11: “si siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre del cielo se las dará a los que se las piden? En este texto, el
objeto de la petición no es la necesidad o el problema personal de cada uno,
sino el ser, antes que nada, como Dios y tratar a los demás con el mismo amor
con que Dios nos ama. Nuestra relación con Dios es lo que San Ambrosio nos propone como actitud ante Dios: reconoce su
indignidad, se siente pecador y necesita sentirse amado de Dios. Cito a San
Ambrosio, el maestro de San Agustín, por encontrarlo en el siglo IV; no es
cuestión de nuestros místicos del Siglo XVI o que solo los místicos son los que
nos enseñan a orar. San Ambrosio considera que la oración es fundamental para
la vida espiritual de los creyentes. Su discípulo san Agustín, al comentar la
frase “pedid y se os dará”, la aplica a pedir el Espíritu Santo. Él afirma que
el Espíritu Santo habita en los creyentes, transformándolos para vivir una vida
virtuosa. Jesús nos dice: “vendremos a él y haremos morada en él” (Juan 14:23).
En la promesa de Jesús destaca la intimidad con Dios tenida en la oración con
fe y buscando la voluntad de Dios en cada uno de nosotros. El Papa León XIV,
como buen hijo de san Agustín, nos ha hablado de la oración, nos pidió que orásemos
“para crecer en la compasión por el mundo”, “para aprender de Jesús a mirar a la
humanidad con compasión y actuar para aliviar el sufrimiento de los más
débiles”, “profundizar en la oración, en la relación con Cristo, y dejarse
transformar por su amor” (Dicho en la 10ª Jornada Mundial de Oración por el
Cuidado de la Creación en el 2025). Esa es nuestra oración: “buscad el reino de
Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6:33). Lo malo
es que nosotros buscamos las añadiduras.
Preferimos los rezos, incluso aquellos que nos llegan en forma de cadena, que
son una blasfemia porque no podemos jugar con las cosas santas. Jesús nos dice:
“no tiréis lo santo a los cerdos”, o a los perros (Mateo 7:6). Preferimos rezar
y pedir con rezos milagrosos, que resultan ser mentiras y, así, como la oración
nos pone en la presencia de Dios en nosotros, que nos puede llevar a una
transformación espiritual, ayudándonos a crecer en la fe y a vivir según su
voluntad, los rezos de petición formulados por nuestro egoísmo, tienen el
resultado de lo que nos dice Santiago (Sant.4,3) “pedís y no obtenéis porque
pedís mal, para satisfacer vuestros apetitos”. Concluimos: la oración de
petición ha de ser humilde y confiada al Padre providente que sabe más que
nosotros lo que nos conviene.
Feliz domingo. Que nuestra
Madre de la Misericordia nos enseñe a rezar el Rosario meditando la vida de
identidad de su Hijo, para que nosotros también lo vivamos, no como una
monótona repetición de avemarías, sino como una vida compartida con Ella.
HASTA PRONTO. SALUDOS, m. MIRA
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada