dimecres, 10 de desembre del 2025

¿Eres tú el que ha de venir?

 

            Ya llegamos a la tercera semana de Adviento; encenderemos el tercer cirio de la Corona y leeremos el pasaje del Evangelio de San Mateo, Cap. 11, 2-11 según la Biblia de Jerusalén:

            En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:

—«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».

Jesús les respondió:

—«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:

los ciegos ven, y los inválidos andan;
los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen;
los muertos resucitan,
y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!».

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

—«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?

Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:

“Yo envío mi mensajero delante de ti,
para que prepare el camino ante ti.”

Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».”

 

COMENTARIO

Por D. Joaquín Núñez Morant

      El fragmento de este tercer Domingo de Adviento (Ciclo A) tiene dos interlocutores: Juan y sus discípulos (de los versículos 2 al 6). Hay que tenerlo en cuenta, porque este versículo 6 es muy esclarecedor. Los siguientes versículos van dirigidos a quienes lo están oyendo, entre otros, a nosotros mismos.

    Mateo no nos dice dónde estaba Juan encarcelado, es Flavio Josefo quien, al describir este pasaje, nos dice que en la fortaleza que Herodes el Grande construyó en Maqueronte, en la actual Jordania, cerca del mar Muerto, Herodes Antipas es quien tiene preso a Juan Bautista. Jesús era famoso y parece que no coincidía con lo que esperaban Juan y los fariseos. Esperan un  Mesías nacionalista y Salvador del pueblo judío; por el contrario, Jesús se presenta con su dulzura, su cercanía a los más débiles, a los enfermos de las más terribles enfermedades como la lepra, (consecuencia de la creencia común de la maldición de Dios). El versículo 6, del capítulo 11 que estamos comentando, es la conclusión del recado que remite Juan a través de sus mensajeros  “¿eres tú o esperamos a otro?”. Jesús da respuesta citando al profeta Isaías (35:5-6)  “Los ciegos ven… y a los pobres se les anuncia el Evangelio”. Entonces es cuando Jesús exclama: “y ¡dichoso el que no se escandalice de mí ¡”.

   Esta rotundidad hay que subrayarla porque va a tener que estar presente en toda la Historia de la Iglesia. Así, vemos en Jn. 3:30, cómo se dice de Juan Bautista que hablaba con gran humildad refiriéndose a la autoridad y misión de Jesús; “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.”.

            Otra cuestión a tener en cuenta es el problema que surge en la primitiva Iglesia judeocristiana y lo ha sido a lo largo de los siglos, la tendencia a judaizar, el querer “comprar” a Dios con una retahíla de sacrificios, oraciones y devociones que nos separan del amor a Dios y de los más necesitados. Jesús nos advierte con energía. !Dichoso el que no se escandalice de mí!. (lo que añade la gente, por beatería, que Jesús nunca dijo).

     La pregunta de Jesús: “¿Que salisteis a ver en el desierto?”, ( Mt. 11, 7) ¿es una invitación a reflexionar hoy la naturaleza de nuestra búsqueda de Dios y nuestra fe? o ¿para nosotros es una caña movida por el viento, algo caprichoso, que no depende de la voluntad, tal como es la fe débil y que hoy nos rodea?. Vivimos en un cristianismo admirado por muchos, de un Cristo en quien se destacan sus virtudes humanas, un Cristo hombre, sin visos de divinidad, algo que no importa, del más claro arrianismo, en el que la Resurrección no importa.

Una herejía que, no por ignorada, es sumamente peligrosa. Este año se ha celebrado el 1700 aniversario del Concilio de Nicea donde se definió nuestra Fe; la que proclamamos con los labios, no sé si con el corazón, cuando proclamamos el Credo. Un Concilio de unidad en la Fe. La imagen del Papa León destacó el 28 de noviembre en Iznik (Nicea) por su sencillez al invitar a la unidad de todos los cristianos junto a todos los jefes de las Iglesias.

    San Juan es el profeta que cierra el Antiguo Testamento; por eso Jesús hizo aquella afirmación después de la gran alabanza de Juan: “el más pequeño en el reino de los cielos (la Iglesia) es más grande que él “(Mt. 11,11), (Lc. 7,38).

    Esta es la tesis de esta reflexión: Pertenecer al Reino es tener una fe clara.

    Para San Agustín, pertenecer al Reino de Dios es una cuestión de amor y de voluntad. En su visión, el Reino de Dios no es sólo un lugar, sino una relación con Dios y con los demás. Es vivir en la caridad y la justicia, y es esperar la venida del Señor.

    Feliz Domingo de “Gaudete”, que significa: estad alegres porque el Señor viene. Este mundo tan secularizado prepara la Navidad pensando en comidas y fiestas, también nosotros, pero lo más importante es prepararnos espiritualmente a hacer memoria y presencia amándonos y amando a este mundo que olvida a los más pequeños y desvalidos, empezando por los más viejos, es el escándalo de un mundo llamado cristiano.

***

Hasta pronto. Saludos, M. Mira

diumenge, 7 de desembre del 2025

¡AVE MARÍA PURÍSIMA!

 

Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Anunciación del nacimiento de Jesús

            La Iglesia nos propone la lectura de la anunciación, que narra San Lucas en su Evangelio, Cap. 1, 26-38.

                  “El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril, porque nada hay imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se retiró”.

 

COMENTARIO

Por D. Joaquín Núñez Morant

        Como historiador que soy, me parece lo más oportuno hacer un resumen del gran amor que la Iglesia ha profesado a la Madre de Dios. Esta afirmación “Madre de Dios” la encontramos ya en el siglo II. El “Sub tuum praesidium” es el hermoso himno que aprendimos en el Seminario y que los sacerdotes y consagrados y consagradas cantan o rezan todos los días: Bajo tu amparo nos acogemos santa Madre de Dios”. Si nos asomamos a los Padres de la Iglesia, tanto san Ireneo (130-202), como san Atanasio (296-373), el gran defensor de la divinidad de Jesús en el Concilio de Nicea,  en san Gregorio de Nisa o San Ambrosio de Milán y otros Santos Padres encontramos afirmaciones de la santidad y pureza de María. Inmaculada (San Ambrosio) llena de Gracia (San Agustín). Sin embargo, hemos de esperar al siglo XIX con la Bula “Ineffabilis Deus”, en la que Pio IX la declaró  Inmaculada Concepción de María. Era algo aceptado desde el inicio por las comunidades cristianas, pero afirmado y no argumentado; fue caballo de discusión entre franciscanos y dominicos; unos, los franciscanos, de la mano del beato Duns Scoto (“Potuit, decuit, ergo fecit”)*  y los dominicos mantenían que Santo Tomas no lo formula en su Teología Dogmática.

    San Agustín, el Doctor de la Gracia, no utiliza el término “Inmaculada Concepción”, pero sí que habla de la santidad de María en varias ocasiones. En uno de sus escritos, “De Natura et Gracia”, afirma que María no tuvo pecado alguno, considerándola, así pues, libre de pecado. En varios sermones la define como “Santa”, “la que fue llena de Gracia”. La visión de san Agustín sobre María es un reflejo de la comprensión de su época en la que no hay duda sobre diversas verdades que se irán definiendo a lo largo de los siglos. La expresión “Inmaculada Concepción” se basa en la idea de que María fue concebida sin pecado original, lo que la hizo apta para ser la Madre de Dios. La lógica de esta doctrina es que, si María hubiese estado afectada por el pecado original, no habría podido ser la Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios. Hay que comprender la naturaleza del pecado original, de cuya teología es maestro San Agustín, y la santidad de Dios, teología que se va desarrollando a lo largo de los siglos, comprendiendo la importancia de María en la historia de la salvación. Otro santo devoto de María es san Bernardo de Claraval (1090-20 de agosto). Escribió mucho sobre la Virgen María, pero no razonó de forma explícita sobre su Inmaculada Concepción; esto es algo que todos sus estudiosos dan por hecho. En un sermón sobre el evangelio de Lucas afirma: “La Virgen María, la llena de Gracia, es la que ha sido santificada en el seno de su madre, para que sea la Madre de Dios”. Aquí san Bernardo da por supuesto que María fue santificada desde el principio de su existencia, lo que implica una concepción sin pecado. Creo que son suficientes los argumentos y la fe en María Madre de Dios, y pienso que un desarrollo teológico sería  excesivo para una homilía. Si hemos de hacer una reflexión que nos sirva de utilidad en nuestra vida cristiana, es que por el bautismo se nos devolvió lo que Adán y Eva perdieron en el Paraíso, María fue fiel haciéndose esclava del Señor, “hágase en mí tu palabra”, por pura voluntad libre; nosotros también rezamos “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” y es nuestra voluntad libre lo que lo hace posible. Decimos “Padre nuestro que estás en el cielo” como confianza en quien nos creó para ser buenos como Él, a ser esclavos como María y así ser totalmente libres.

     Feliz fiesta de María nuestra Madre en el misterio de su Inmaculada Concepción.

    

dimecres, 3 de desembre del 2025

EL PRECURSOR

 

II DOMINGO DE ADVIENTO

(CICLO A)

 

            Esta segunda semana de Adviento  comienza con la lectura de un pasaje del evangelio de San Mateo muy interesante, que trata de la figura sin par de Juan el Bautista, en quien nuestro amigo y colaborador D. Joaquín Núñez centrará su comentario para orientar nuestra mirada hacia la Navidad y llamar la atención sobre la importancia de la Fe y el mandato del Padre, que exigen nuestra lealtad y coherencia con aquello que decimos creer.

 El texto reza así:

Mateo 3:1-12

  24 de junio - Festejamos el día de San Juan Bautista - Yo Espiritual

            “Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Comentario

 

            Parece ser que San Juan Bautista es fundamental en el Adviento. En efecto, sacando conclusiones nos damos cuenta de que su importancia es tanta, que los cuatro evangelistas nos narran una escena que si bien no tiene nada que ver con la Navidad, nos sitúa ante el inicio de la vida pública de Jesús, es decir, en el inicio de la misión y razón de ser de la Encarnación: enseñar con su propia vida, muerte y resurrección, cumpliendo la voluntad del Padre.

    Con su estilo propio, Mateo nos presenta cómo Juan llama a la conversión invocando al profeta Isaías, lenguaje que entiende su comunidad judía y nosotros mismos hoy, actitud ésta que no hemos de perder, pues no se está convertido del todo y siempre estamos en camino de perfección.

    La desnudez de Juan indica la libertad y no la esclavitud de los valores de este mundo, que nos atan a nuestro ego, cerrando nuestros ojos a la Verdad que nos dice: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11,29-30).

     Vivimos tiempos difíciles, tiempos de vacuidad, tiempos que nos alejan de lo que Jesús nos enseña, haciendo oídos sordos ante aquello que el Padre nos ordena al decirnos “Este es mi hijo amado, escuchadle” (Mt. 17:5; Mc. 9:7; Lc. 9:35). Así formulado no lo encontramos en San Juan. Esta cita se refiere a la Transfiguración, momento en el cual Jesús quiere fortalecer y orientar la Fe de sus discípulos, fe de la que han de vivir y enseñar a toda criatura, y que se repite en la escena del bautismo de Juan Bautista. La Navidad que esperamos no es una fiesta de recuerdo, es una presencia de la Palabra del Padre, Palabra no escuchada en una sociedad que va a festejar un evento cada vez más despersonalizado.

    ¿Cuál ha de ser nuestra actitud en medio de esta sociedad que se define cristiana ignorando al mismo Cristo? Hemos de detenernos y reflexionar y orar sobre nuestra actitud hacia Dios y hacia la fe. Predicar con humildad y docilidad y enseñar viviendo a Jesús como Hijo de Dios, que nos dice: “Yo soy el Camino la Verdad y la Vida”, en esta sociedad sin norte.

   San Agustín, para mí un santo atemporal, a pesar de ser un hombre de los siglos IV-V, hoy tiene la fuerza que todos necesitamos, nos habla de la fuerza de la Escucha. Cuando escuchamos a Jesús podemos conocerlo mejor y seguirlo en su Camino. En esta sociedad que valora el individualismo y la autosuficiencia, la escucha nos advierte que necesitamos a Dios. Vivimos en esta sociedad creyente-atea que ignora a Dios o relega lo que llama Fe a un segundo plano o en un recuerdo en determinadas fechas. San Agustín nos invita a ser valientes y proclamar nuestra fe en este mundo que lo rechaza.

   Nos urge escuchar y aprender las enseñanzas que nos manda el Padre oyendo a Jesús; el Jesús a quien, por humildad y mansedumbre, lo sorprendemos en la cola que pide el bautismo de purificación de Juan el Bautista, distinto del que nos bautizará en el Espíritu Santo.

     Dicen que está de moda lo católico, y hay quien se alegra como si ello se debiera a un descubrimiento de Jesús como Camino, Verdad y Vida. Pero creo que, como moda, es algo pasajero y sin fondo, sin profundidad y,  además, a decir verdad, ¿dónde se encuentran aquellos que con mucha preparación y paciencia están para escuchar y amar, para hacer descubrir, no su saber, sino para dejar libres a quienes buscan y quieren descubrir al Jesús bueno que se abre a quien le busca y el propio Jesús le dice: sígueme?

     San Agustín se convirtió a los 33 años, gustó de todo, lo bueno y lo malo, comprendió y tuvo paciencia, la paciencia que Dios tuvo con él. Y el Jesús amigo le enseñó a tener amigos y hacer una comunidad de amigos.

      Feliz segundo Domingo de Adviento. Caminamos a una celebración amorosa, donde solo amar lo que conocemos es lo que por amor enseñamos y vivimos. La Madre de Amor hermoso nos acompañe.