diumenge, 7 de desembre del 2025

¡AVE MARÍA PURÍSIMA!

 

Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Anunciación del nacimiento de Jesús

            La Iglesia nos propone la lectura de la anunciación, que narra San Lucas en su Evangelio, Cap. 1, 26-38.

                  “El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril, porque nada hay imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se retiró”.

 

COMENTARIO

Por D. Joaquín Núñez Morant

        Como historiador que soy, me parece lo más oportuno hacer un resumen del gran amor que la Iglesia ha profesado a la Madre de Dios. Esta afirmación “Madre de Dios” la encontramos ya en el siglo II. El “Sub tuum praesidium” es el hermoso himno que aprendimos en el Seminario y que los sacerdotes y consagrados y consagradas cantan o rezan todos los días: Bajo tu amparo nos acogemos santa Madre de Dios”. Si nos asomamos a los Padres de la Iglesia, tanto san Ireneo (130-202), como san Atanasio (296-373), el gran defensor de la divinidad de Jesús en el Concilio de Nicea,  en san Gregorio de Nisa o San Ambrosio de Milán y otros Santos Padres encontramos afirmaciones de la santidad y pureza de María. Inmaculada (San Ambrosio) llena de Gracia (San Agustín). Sin embargo, hemos de esperar al siglo XIX con la Bula “Ineffabilis Deus”, en la que Pio IX la declaró  Inmaculada Concepción de María. Era algo aceptado desde el inicio por las comunidades cristianas, pero afirmado y no argumentado; fue caballo de discusión entre franciscanos y dominicos; unos, los franciscanos, de la mano del beato Duns Scoto (“Potuit, decuit, ergo fecit”)*  y los dominicos mantenían que Santo Tomas no lo formula en su Teología Dogmática.

    San Agustín, el Doctor de la Gracia, no utiliza el término “Inmaculada Concepción”, pero sí que habla de la santidad de María en varias ocasiones. En uno de sus escritos, “De Natura et Gracia”, afirma que María no tuvo pecado alguno, considerándola, así pues, libre de pecado. En varios sermones la define como “Santa”, “la que fue llena de Gracia”. La visión de san Agustín sobre María es un reflejo de la comprensión de su época en la que no hay duda sobre diversas verdades que se irán definiendo a lo largo de los siglos. La expresión “Inmaculada Concepción” se basa en la idea de que María fue concebida sin pecado original, lo que la hizo apta para ser la Madre de Dios. La lógica de esta doctrina es que, si María hubiese estado afectada por el pecado original, no habría podido ser la Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios. Hay que comprender la naturaleza del pecado original, de cuya teología es maestro San Agustín, y la santidad de Dios, teología que se va desarrollando a lo largo de los siglos, comprendiendo la importancia de María en la historia de la salvación. Otro santo devoto de María es san Bernardo de Claraval (1090-20 de agosto). Escribió mucho sobre la Virgen María, pero no razonó de forma explícita sobre su Inmaculada Concepción; esto es algo que todos sus estudiosos dan por hecho. En un sermón sobre el evangelio de Lucas afirma: “La Virgen María, la llena de Gracia, es la que ha sido santificada en el seno de su madre, para que sea la Madre de Dios”. Aquí san Bernardo da por supuesto que María fue santificada desde el principio de su existencia, lo que implica una concepción sin pecado. Creo que son suficientes los argumentos y la fe en María Madre de Dios, y pienso que un desarrollo teológico sería  excesivo para una homilía. Si hemos de hacer una reflexión que nos sirva de utilidad en nuestra vida cristiana, es que por el bautismo se nos devolvió lo que Adán y Eva perdieron en el Paraíso, María fue fiel haciéndose esclava del Señor, “hágase en mí tu palabra”, por pura voluntad libre; nosotros también rezamos “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” y es nuestra voluntad libre lo que lo hace posible. Decimos “Padre nuestro que estás en el cielo” como confianza en quien nos creó para ser buenos como Él, a ser esclavos como María y así ser totalmente libres.

     Feliz fiesta de María nuestra Madre en el misterio de su Inmaculada Concepción.