Retrospectiva en el Martes Santo de 2020
Vaya por delante una particular consideración respecto a
las sagradas imágenes de Nuestra Señora de la Esperanza y el Santísimo Cristo
de la Buena Muerte.
Ocasionalmente, en algún momento concreto, suelo oir Misa
en la iglesia de La Merced y Santa Tecla. Tengo costumbre de entrar por la
puerta derecha y volverme hacia el paso de Cristo, para mí también como un
“stábat mater”, y decirle: Señor aquí estoy. Al terminar el culto, procuro
salir por la puerta contraria para rezarle un Ave María a Nuestra Señora de la
Esperanza, ya sola, sepultado que fue su divino Hijo.
Pues bien, no me resultan ajenos los hechos y la historia
de tan apreciados pasos y recuerdo algunos que ante este confinamiento
restrictivo me trasladan a los años setenta del pasado siglo y me apetece
explicarles.
Como ustedes saben, desde el fallecimiento de D. Gregorio
Molina Ribera y a consecuencia de la situación crítica de la Papelera de San
Jorge, durante unos años dejaron de procesionar las imágenes que con su
mecenazgo se incorporaron a la Semana Santa de Xàtiva. Nuestra Señora de la
Esperanza y el Santísimo Cristo de la Buena Muerte quedaron depositados en la
fábrica y nuestro Martes y Viernes Santo privados de la veneración de tan
emblemáticos pasos.
Coincidiendo con la reforma parcial del sistema de
presidencia fija de la Hermandad de Cofradías, acordada en 12 de Marzo de 1.979, comenzó el turno por
antigüedad, correspondiendo la presidencia efectiva de la Hermandad a la Congregación
del Santísimo Ecce Homo, en la persona
del recordado D. José Luís Calatayud Bas, que tomó posesión el día 7 de Mayo
siguiente.
Ya en ese momento, además del deseo de relanzar la Hermandad
por encima de la endémica inercia reinante,
había inquietud por recuperar la imágenes “de Don Gregorio” a fin de reincorporarlas
a la Semana Santa. El Sr. Calatayud y también D. José Balaguer, presiente del
Santo Sepulcro, mantuvieron algún contacto con los herederos de aquél, y tengo
constancia de una reunión de la Junta Rectora de fecha 13 de Junio de 1.979, en
la que actué como secretario en ausencia del titular, de haber comparecido en representación
de la Cofradía de Jesús de la Buena
Muerte, D. Augusto Ballester Medina y, literalmente, en el acta se dice:
“D. Augusto Ballester dijo a los concurrentes que por
parte de la familia Molina-Albero, propietaria de las imágenes, no había inconveniente
alguno en cederlas a la Iglesia y especialmente a la Parroquia de la Merced, a
la que desde que D. Gregorio Molina fundara la Cofradía, asistían para los
cultos de la Semana Santa y desde la que se procesionaban el martes y el
viernes Santos. Estimaba, no obstante, que el hacerse cargo de dichas imágenes no
se halla exento de dificultades por el tamaño de las carrozas, por estar en muy
deficiente situación los motores , porque todos los ornamentos que llevan
consigo ocupan mucho lugar y porque sacar en procesión dichas imágenes cuesta
mucho dinero.”
A la vista de esta buena disposición, se acordó ponerlo
en conocimiento del párroco y recabar su consentimiento y se designaron dos
representantes que actuaran como testigos en el acta de cesión, si llegara el
caso.
No tengo constancia de que, sin perjuicio de la
conformidad del Sr. Cura, se llevara a efecto la firma de ningún acta de
cesión.
El 13 de mayo de 1.981 tomó posesión de la presidencia de
la Hermandad D. José Balaguer García en representación del Santo Sepulcro y
éste, en reunión de 11 de Marzo de 1.982, conjuntamente con el Sr. Santonja,
informaron de que las gestiones con la familia Molina Albero, resultando
haberse encontrado algunas dificultades que habían venido retrasando la posible
solución, pero que no desistían de proseguir esperanzados en la gestión,
dándoseles un voto de confianza.
Si bien no tengo constancia escrita desde esa fecha del resultado
de las gestiones, sí que me consta por mi relación de amistad con el Sr.
Balaguer que las conversaciones eran constantes y no encontraban obstáculos con
algunos miembros de la familia, pero sí oposición por otros, aunque,
finalmente, con la implicación personal de D. Augusto Ballester y de D. Julián
Bizarro (en representación de Da. Pilar y Da. Nieves Molina, respectivamente) y
sin oposición de D. Gregorio Molina Albero, se consiguió que las imágenes de
que hablamos se volvieran a procesionar en la Semana Santa de 1.982.
Hicieron su entrada, no me consta la fecha, por la
Alameda para dirigirse a la Colegiata y fueron precedidas por la banda de
cornetas y tambores de la Cruz Roja. Puede suponerse la expectación despertada
y el sentimiento de satisfacción de los miembros de la Hermandad, en especial
de los Sres. Santonja y Balaguer, y también del Sr. Abad, D. Manuel Soler, al
recibir en la Colegiata tan preciados pasos. Estos se colocaron en las dos
primeras capillas, entrando a la Seo, a la derecha y, animados los antiguos
trabajadores de la Papelera de San Jorge, asistió un buen acompañamiento en las
procesiones de ese año. Al terminar la Semana Santa, las imágenes quedaron en
la Colegiata; pero la idea de la familia Molina-Albero, como ya se ha dicho,
tenía intención de depositarlas definitivamente en La Merced, con una salvedad
por parte de Da. María, que quería devolverlas a la fábrica. Consta en el acta
antes citada, por informe del Sr. Santonja y mío que tal dilema se pudo
resolver, aunque no se dice cómo. Pero se lo aclaro: Redacté un compromiso,
según el cual los familiares que sufragaran el traslado podrían llevárselas a
lugar que prefiriesen. Da. María nos lo firmó de pie en el zaguán de su casa,
en una hoja de papel timbrado de cincuenta céntimos, que por cierto no sé si se
conserva.
Ya saben ustedes que desde el verano de 1.982 están en
Santa Tecla… Blanco y en botella…
Anoche, Martes Santo de 2020, como todas las demás
cofradías, solo pudieron procesionar “in pectore” o virtualmente, como
prefieran; pero muchos, sin duda, nos acordamos de rezarle un Ave María a la
Virgen y un Padrenuestro al Cristo, con la esperanza de alcanzar el final de
este confinamiento con su ayuda.
Con todo cariño, Miguel Mira.
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