Vaya por delante mi saludo a todos quienes visitáis este modesto lugar, donde, sin perjuicio de nuestras propias noticias o comentarios, procuramos animar la lectura de La Palabra; y, en particular en esta víspera de La Fiesta de las Fiestas. Hoy nuestro querido amigo y colaborador, D. Joaquín, nos invita a leer el hermoso texto con el que San Juan da comienzo a su evangelio, texto que, según mi humilde criterio, debería ser de preceptiva y frecuente atención. Pienso que no se puede decir más en menos espacio. Sí dice el Evangelista en el capítulo 1, versículos del 1 al 18:
- “En el principio
existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios. - Él estaba en el principio junto a Dios.
- Por medio de él
se hizo todo,
y sin él no se hizo nada de cuanto existe. - En él estaba la
vida,
y la vida era la luz de los hombres. - La luz brilla en
las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron. - Surgió un hombre
enviado por Dios,
que se llamaba Juan. - Este vino como
testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él. - No era él la luz,
sino quien debía dar testimonio de la luz. - La luz verdadera,
que alumbra a todo hombre,
venía al mundo. - En el mundo
estaba,
y el mundo fue hecho por medio de él,
pero el mundo no lo conoció. - Vino a los suyos,
y los suyos no lo recibieron. - Pero a cuantos lo
recibieron,
a los que creen en su nombre,
les dio poder de ser hijos de Dios. - Estos no nacieron
de sangre,
ni de deseo de carne,
ni de deseo de hombre,
sino que nacieron de Dios. - Y el Verbo se
hizo carne
y habitó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad. - Juan da
testimonio de él y clama diciendo:
«Este es de quien dije:
“El que viene detrás de mí
se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo”». - Pues de su
plenitud todos hemos recibido,
gracia tras gracia. - Porque la Ley fue
dada por medio de Moisés,
la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. - A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer”
Comentario
Me parece la bella de los cuatro Evangelios. Del versículo 1 al 5, eso que parece tan confuso, es la relación amorosa de la Santísima Trinidad y la decisión de “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”: inteligente y libre, con voluntad propia.
Del versículo 9 al 12 San Juan testifica: “Que esta Palabra es la luz verdadera”. La luz que ilumina a todo hombre, luz que está cerca de quien la busca, una luz creadora sin la cual nada de lo creado vendría a ser. Pero el mundo no la conoció. En la Historia de las Religiones vemos cómo, a tumbos e intuiciones, el hombre nace, como ser religioso, de unas divinidades que no son como el hombre, de las que se depende.
Pero el Dios bueno y Padre, se nos ha mostrado como promesa a través de un Pueblo: ”Vino a su casa, pero los suyos…”, sus criaturas, desde su venida generosa hasta hoy y siempre, no lo recibieron. Lo más hermoso de este prólogo lo leemos en esta frase que emociona contemplando su amor generoso: Pero a los que reciben a la luz verdadera los hace capaces de ser sus hijos.
No es algo que se herede, se hereda la religión pero no la fe, la relación personal con Él, fruto de esfuerzos y de una voluntad libre.
Y ese Dios se hace carne, carne que nos da vida, carne que nos une a la suya y que nos hace hijos de Dios.
Con el Bautista daremos testimonio de Jesús, no diremos “Éste es de quien yo dije”; nosotros solamente nos hemos de Amar en este mundo que se odia, que envidia, que hace la guerra y que Dios Padre bueno pregunta “¿donde está tu hermano?”.
Un año más, unos nos reunimos en torno a una mesa bien surtida a hacer familia; otros, que no la tienen, estarán solos; otros, atendidos por la Caridad. Hagamos un poco de silencio y pensemos: oremos por aquellos que la Dana les ha robado esta Navidad.
Que este Niño tan hermoso nos bendiga para que seamos de los que lo recibimos y, con ello, ser hijos de Dios.
¡Feliz Navidad!
Joaquín Núñez Morant
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Con un cordial saludo, os deseamos que el Niño Dios os colme de su gracia y cuanto de bueno sea posible. Saludos, Miguel Mira
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