PREPARAMOS LA NAVIDAD
Ya llegamos al primero domingo de Adviento. Ha acabado el ciclo de las apocalípticas profecías y anuncios de los últimos tiempos en que el Hijo del Hombre se nos presentará lleno de gloria y majestad, reparándonos las pasadas lecturas a una actitud de conversión y esperanza. Ahora iniciamos otra espera: nos va a nacer un Salvador, el Mesías, el Señor, pero eso llegará en el Tiempo de Navidad, e igualmente requiere nuestra atención para preparar la llegada de esa Buena Nueva. Así pues, os transcribo el texto de Lucas que leeremos este domingo y el comentario de D. Joaquín. Saludos, Miguel Mira.
Del evangelio de Lc. 21, 25-28. 34-36
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando estas cosas comiencen a suceder, poned atención y levantad la cabeza, porque se acerca la hora de vuestra liberación. Estad alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan vuestra mente y aquel día os sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
Velad, pues, y haced oración continuamente, para que podáis escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre.”
Lucas evangelista es de origen pagano, un seguidor y discípulo de San Pablo; lo encontramos, según aparece en Los Hechos de los Apóstoles, como testigo presencial de los hechos que narra por el testimonio de su propia experiencia. Nació en la zona de Antioquia. Por su estilo y dominio de la lengua griega, que usó en su evangelio y los “Hechos”, vendría de origen griego. Toma al escribir su obra, como fuente principal, al evangelista Marcos. También de aquellas personas que “lo vieron con sus ojos” y, sobretodo,
fueron testigos de la Resurrección y ministerio en los tres años de vida pública.
En el evangelio de este domingo, Lucas nos interpela casi con las mismas palabras que el domingo treinta y tres leímos, tomadas del evangelio de Marcos, en donde Jesús nos advierte que las fuerzas de la naturaleza no han de dominarnos. El cristiano no considera estas energías como si fueran el fin. El cristiano sabe que su único un fin en su vida, el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo es Jesús.
Ese fin, ese norte, lo veremos venir en una nube con poder y Gloria. Es la esperanza de la vuelta definitiva. Siglos tenemos a lo largo de la Historia, donde parece que llegamos a un final. Un final tormentoso por las guerras, las enfermedades, las hambres, las pestes, que hacen “desfallecer a los hombres por el miedo” ante lo que se le viene encima, como aquellos que han sufrido la Dana u otros desastres o grandes fracasos personales o colectivos. ¿Cuál es nuestro fin: las cosas o la fuerza de nuestra fe, en nosotros mismos o en quienes nos llenan de su vigor?
Cuando las circunstancias de la vida nos pongan en esta diatriba “alcemos nuestra cabeza, alcemos nuestro espíritu, nuestra fe nos liberará, de lo contrario, nos hundiremos en nuestros fracasos, huyendo en borracheras y depresiones, sin darnos cuenta que nos atarán como un lazo de cazador sobre nuestro propio fracaso.
“Estad despiertos” vivid de vuestra fe, de vuestra esperanza, fe y esperanza activas; ese “alzad la cabeza”, ponerse en disposición de aquello que hemos de hacer, eso en todo tiempo, para huir de lo que pedimos en el Padre nuestro: “no nos dejes caer en la tentación”, en la prueba. Esa es la actitud de nuestra esperanza, nuestro Adviento de todos los días. Ese estar de pie, en actitud de ser enviado, de ser llamado para anunciar el Año de gracia del Señor. De ir a consolar, a ayudar, en animar, en fin… a amar. Ser como los ángeles que enseñan a amar incluso en las propias experiencias.
Feliz domingo, primero de Adviento. Estemos atentos, llenos de alegría, porque un año más, recordamos, hacemos presente que el Señor está con nosotros hasta el final de los tiempos. Estas virtudes no son exclusivas de este tiempo, sino que tienen que animar cada momento de nuestra vida.
Joaquín Núñez Morant
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