EL CACHORRO
Antes de
ponerme a escribir sobre el traslado de anoche, se me ocurre que tal vez ni
siquiera los actuales directivos de la Cofradía del Santísimo Cristo de la
Expiración sepan el significado del distintivo que lucen sus penitentes: escudo de
Xàtiva coronado y con las dos tiaras papales y, a la derecha, en la parte
inferior, una rueda de molino y la palma martirial.
¿No lo saben? Pues a mí me lo explicó mi padre (ya saben que él fue el instigador de la fundación de esta cofradía), al
expresarle mi extrañeza cuando me mostró el diseño que habían elegido. Y la explicación
fue la siguiente: la idea de aquellos animosos promotores de la asociación payos-gitanos-guadia civil era
que la imagen que había de esculpir D. Francisco Bolinches se depositara en la
ermita de St. Feliu. Pensaban que así como antiguamente la imagen de Jesús en
el Huerto se veneraba en la de San José y desde allí era bajada a la ciudad
para las procesiones de la Semana Santa, algo similar podría hacerse con la del
Cachorro, pero desde nuestra antiquísima catedral visigótica; y, por tanto, qué
mejor que plasmar en su escudo la simbología del mártir, nuestro patrón. Ahí lo
tienen. Y así se hizo, solo que aquél propósito no alcanzó su final proyectado
por evidentes razones de movilidad y logística. No obstante, la insignia quedó
incólume y ha venido siendo el símbolo distintivo de esta asociación desde entonces hasta hoy.
Noche del Jueves, 10 de
Abril de 2.014.
Por ver la procesión de traslado de la imagen de
clavarios, salí a la calle sobre las once menos diez de la noche; me acerqué
hacia la Plaza del Españoleto y todavía no escuche ni una sola señal de la proximidad
del cortejo. Al momento, me encontré con dos amigos y estuvimos comentando cosas y casos de
esta nuestra idiosincrasia setabense. Salvador no conocía la historia de la
fundación de esta cofradía de gitanos y payos, no sabía que nació de una idea
de mi padre, secundada por Emilio Escudero y otros tertulianos del antiguo “Mirabar”,
de grata recordación, como creo que ya conté en otra ocasión. Y estando en
esas, comenzó a asomar la cabeza del desfile por junto a la estatua de nuestro
insigne pintor. La primera sorpresa me la llevé cuando vi una muy nutrida banda
de cornetas y tambores, perfectamente uniformada al estilo militar, relegando el viejo atuendo, con incluso
gorra de plato, precedida de dos estandartes, estos sí, habituales. La segunda,
la tuve cuando empezaron a pasar los fieles acompañantes de particular. Ni en
los mejores tiempos hubo –al menos, yo no lo recuerdo- tal cantidad de participantes;
pero es que cuando llegó el turno de los cofrades con túnica, seguí sorprendido
ante la cantidad de penitentes, algunos de los cuales se cubrían con el
capirote originario de esta vesta. Pero tampoco acabaron ahí las sorpresas, ya
que, tras la imagen, las presidencias, Cofradía y Hermandad, desbordaron las
previsiones de espacio, quedando la banda de música en lontanaza respecto a la imagen. Por supuesto, esta banda interpretaba la marcha
procesional Mater Mea, emblema irrenunciable, seña de identidad de los
portadores, propicia para ese zarandeo que encandila a los espectadores. Sí,
digo bien: espectadores, porque en esta procesión no dudo que algunas
personas se aclamen a Jesús para pedirle ayuda en sus problemas o le eleven una oración; pero casi
todos, y en gran número por cierto, acuden a ver el espectáculo, que incluso aplauden, tanto si se canta una
saeta como cuando termina el zarandeo. Ayer, la
última de las sorpresas, para mí, fue precisamente esa: la masa espectante. Como les he dicho, yo
estuve en la Pl. de la Bassa y cuando pasaba ya la banda de música, la gente
bajaba hacia la Alameda en tropel. Los amigos y yo nos vimos envueltos entre la
multitud, como un primer día de Feria en el Real. Nos detuvimos frente al Passatge
de l’Hostal del Lleó, escuchamos una saeta que cantó el Presidente, Antonio
Escudero (un trecho antes la había cantado el vice, Sixto Lomas, salvo error), redobló el cajista y atacó
la banda la hermosa y emotiva marcha de Rafael Sanz Mayor “Cristo del Cachorro”.
¡Eran las doce menos cuarto de la noche! Ahí me retiré. Y la procesión siguió
sin prisa y con la Alameda a tope.
Si espectaculares fueron los comienzos, con la implicación
de personalidades de nuestra ciudad y de la Guardia Civil alla por el año 1.966, espectacular está
siendo en nuestro tiempo el desarrollo de esta asociación.
No sé si debo dar la enhorabuena a la Cofradía por tal capacidad
de convocatoria; y no sé si debemos alegrarnos de este espectacularmente creciente
público curioso que, al final, parece que convierte una procesión de traslado
en casi lo único de nuestras procesiones digno de verse… Quizá debería ser motivo de
una seria reflexión. Estamos en la Semana de Pasión, a las puertas de la celebración
de los más grandes misterios de nuestra redención…
Es cierto que esta procesión nos traslada desde cierto
tenebrismo de otros tiempos y hoy al uso a la explosión
de una expresividad mediterránea quasi
enervante. ¿Cuál de los dos estilos nos puede acercar a la finalidad originaria
de las procesiones? ¿Cuál es el sentimiento de las personas que participan en
una u otra forma de lo que se supone que significan las procesiones, respecto
al misterio que celebra la que también se supone que es nuestra fe? No tengo la respuesta y sigo preguntándome ¿Es ésta la Semana Santa que queremos?
Felicidades a todas las Lolas, que hoy celebran su onomástica. Que la Virgen nos acoja a todos bajo su manto cariñoso. Como siempre vuestro, Miguel Mira.
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