LA PROCESION SILENCIOSA
-Crónica, que nos remite D. Francisco
Perales Ferre-
4 de Abril de 2014. Por tercer
año consecutivo, las calles de la zona alta de la Parroquia de la Merced fueron
testigos de esta joven procesión de penitencia que organiza la Cofradía de
Jesús de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Esperanza. Momentos antes de
las 22´30, en el interior de dicha iglesia, todos los participantes
se reunían para formalizar su promesa de guardar silencio durante el acto
penitencial. Se inició a continuación la procesión. Delante, dos pendones de la
cofradía organizadora y a continuación cerca de un centenar de fieles. El
silencio, absoluto, era transgredido única y exclusivamente por dos parejas de
tambores y bombos tocados por tunicados de la Congregación del Santísimo Ecce
Homo situados delante del Cristo que, alternándose, espaciaban su breve toque,
enfatizando, al restablecerlo, el silencio. Contamos unas treinta personas con vestas, alguno
con el rostro tapado, entre las del Ecce Homo y las de la Buena Muerte. Éstas
últimas, al añadir a su túnica blanca una capucha del mismo color, toman un
aspecto monacal similar al hábito mercedario. El Crucificado, portado por miembros
de las dos asociaciones al estilo “legionario”, recibía la luz de los
portadores de las antorchas situadas a ambos lados del mismo. Detrás, la
presidencia la compartían camareras de ambas asociaciones y el párroco de Nuestra Señora de la
Merced y Santa Tecla, Don Juan Aguilar, junto a los presidentes de las dos cofradías participantes.
Cerraban el cortejo los representantes de la Hermandad de Cofradías, cosa que, particularmente, nos
extrañó al tratarse de una procesión de penitencia. Vimos muy poca gente viendo
la procesión y muchísimas casas cerradas a su paso. La imagen entraba de nuevo
en la Iglesia de la Merced sobre las doce de la noche.
De nuestra redacción:
Es de agradecer, sinceramente, el tremendo
esfuerzo que Amparo, con sus compañeras de la orgaqnización realizan año tras año, sin
cejar en el empeño por allegar fondos para colectividades y poblaciones desfavorecidas, que,
desgraciadamente, existen en no pocos paises y que claman no ya caridad sino
justicia. Enhorabuena por tan imperiosa y meritoria labor. Se la damos a todo ese grupo de
señoras constantes en función tan necesaria, que –calladamente- van cubriendo
etapas y procurando aminorar aquellas injusticias. Repetimos: ¡Enhorabuena!
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