lUNES Y mARTES sANTOS
Nada había escrito hasta ahora sobre los traslados de la
Santa Cena ni del Cristo dela Buena Muerte y Nuestra Señora de la Esperanza.
Este lunes, porque me deprimió un ambiente tan gélido, un recorrido tan
desértico y una indiferencia de aquel Barri Oest ante el paso de Jesús en la
simbólica representación del mayor de los misterios de nuestra fe: nada menos
que la institución de la Eucaristía. El enorme esfuerzo de la cofradía por mantener
este paso y el cariño de ese puñado de feligreses que incondicionalmente lo acompañan
año tras año, merece tal descortesía. Es
que la gente ni siquiera se asoma a la ventana. La frialdad denunciada supera
la del clima en estas noches pasadas, si exceptuamos la del Domingo de Ramos.
En valenciano la llamaríamos “gelor” no climatológica, sino de la otra…
En cuanto al martes, lo cierto que es tampoco hubo
demasiado entusiasmo en la calle, pero aún tuvo un pase. Sí que puede decirse
que Jesús llevó un buen acompañamiento. Esta es una imagen que siempre me ha
parecido extraordinaria en su plasticidad y en su expresividad en cuanto a lo
que se representa. Espontáneamente, sale del corazón una invocación y una
plegaria.
Y María de la Esperanza. No llores María. Ya sabes: el
domingo, cuando tu Hijo venga a la vida, vencedor de aquella ignominiosa
muerte, no tengo la más mínima duda de que a la primera que le dirá “Estoy
aquí, Madre; todo se cumplió con tu cooperación, alienta a ese grupo de amigos
desorientados; diles que pronto me verán y serán enviados al mundo entero…” No
llores, María, espera y nosotros contigo.
***
EL ENCUENTRO
Hacía muchos años que no veía la procesión de El
Encuentro. Estaba en ella, pero verla, lo que se dice verla, ni me acuerdo.
Decidí tomarme una excedencia y fui hasta La Merced. Se estaba iniciando el
desfile y los portadores de la imagen del Santísimo Ecce Homo se aprestaban a
sacarla a la calle con toda solemnidad, evidenciada por la marcha procesional
que interpretaba la banda de música turnante. Y, poco a poco, Jesús partió en
busca de su Madre, como ocurre desde hace siglos en esta ciudad. La escuadra de
“armats” le había preparado el camino y, así, siguió sin más el camino… María de
la Soledad llegó hasta el punto secularmente preestablecido, puntualmente y
ambas cofradías, con la sobriedad característica de nuestras procesiones,
cumplieron el protocolo rigurosamente. En la Plaza de San Francisco se congrega
siempre gran cantidad de un público bullicioso a la espera de la cortesía y, de
pronto, las respectivas bandas de música interrumpieron sus procesionales
marchas y se hizo un silencio respetuoso e impresionante para escuchar el canto
del motete “Qui comparabo te…” ¿A quién te compararé…? interpretado por el Cor
Polifónic. Después, vuelve a oírse la música y els armats ofrecen su
tradicional y rítmico ejercicio, los pendones de una y otra hermandad rinden
recíproca pleitesía inclinándose tres veces ante cada imagen: primero, los
morados de La Soledad; después, los encarnados de “L’agüelet” (cariñoso
apelativo con que se conoce al Ecce Homo en esta ciudad). Se acerca entonces,
pausadamente el paso de Cristo y, ante su proximidad, la Madre realiza tres
reverentes inclinaciones. La gente prorrumpe en aplausos.
No me resisto a comentar esta anécdota: cuando la imagen
de la Virgen quedó situada ante la puerta de St. Francesc, vimos al Sr. Abad y
sus dos canónigos, acompañantes, revestidos con sus hábitos capitulares, escabullirse
de sus puestos en la presidencia de la procesión y, entre medio de la gente
agolpada en la acera porticada, rápidamente, zigzagueando, tratar de llegar frente
a la puerta gótica para presenciar mejor el desarrollo de Les Cortesíes. D.
José lleva aquí ya más de tres años y sabe de qué va, pero uno de los canónigos
no ha estado aquí antes (D. Juan Aguilar, en cambio, lleva aquí media vida). Sin duda que quiso ofrecerle a D. Andrés la
oportunidad de conocer de primera mano una de nuestras costumbres ancestrales
en estas manifestaciones de la religiosidad popular, y para ello se saltó todos
los protocolos habidos y por haber con tal de integrarse en medio de ese pueblo
y en solemnidad tan emblemática. ¡Bravo por Mosén Canet!
Una vez acabada la cortesía, la Virgen, lentamente, se
retira hacia atrás hasta embocar la calle del Pí, donde se vuelve a formar el
cortejo, al que asiste la representación municipal y la Hermandad de Cofradías,
para regresar hasta la sede, donde vuelan las campanas en gesto de bienvenida.
La imagen de Cristo, a la que también acompaña la
Hermandad de Cofradías, al dar la vuelta, queda esperando la formación de su
acompañamiento para dirigirse por la Alameda y seguir el itinerario acostumbrado
hacia su sede donde también suenan las campanas al recibirlo.
Como digo, hace muchos años que no había visto la procesión y, por tanto, no
recordaba el hecho de que, al reiniciarse la marcha del Ecce Homo, la escuadra de
soldados romanos realiza sus pasos de instrucción para terminar en perfecta
coordinación situándose tres a cada lado
del anda, custodiándola.
Francamente, me alegré de volver a ver la procesión
después de muchos años.
Hoy, al parecer, toca lluvia. Y lluvia con vocación
de quedarse. No quiero ser pesimista, pero me da a mí que en Xàtiva ya
terminaron las procesiones hasta el domingo, si Dios no dispone otra cosa.
En todo caso, lo más importante sucede dentro del templo. Seamos
consecuentes.
Con mis respetos, Miguel Mira
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