JUEVES Y VIERNES SANTOS 2019
En un año normal, la
tarea hubiera sido menos laboriosa, porque, más o menos, repetimos cada vez,
solo con alguna novedad puntual el desarrollo de los actos de estos días
santos.
Dos mi diecinueve ha
querido depararnos la sorpresa de reseñar momentos para la pequeña gran
historia de nuestra Semana Santa en Xàtiva. La borrasca se cernía sobre
nuestras esperanzas y, puntualísimamente, hizo acto de presencia; y ahí la
tenemos todavía, transformando planes y deshaciendo programas, cambiando todo
de pies a cabeza.
Lo teníamos todo
apunto. Los nuevos uniformes de “els armats”, asunto este que ha ilusionado a
los directivos proponentes de su adquisición y también a su artífice, como ha
demostrado. Y tales equipaciones han
tenido que quedar al resguardo en la casa siempre abierta para el Nazareno de
Marcos y Lolita. Benditos sean. Ahora toca decidir un depósito propio con todo
lo necesario para su debida conservación.
Nuestro Isaac: la
pequeña y entusiasta Andrea, también hubo de quedarse en Valencia, entristecida
por no poder acompañar al Nazareno.
Nuestros amigos
cantantes ya arraigados en nuestro particular Viernes Santo, retenidos en
Valencia por el aguacero… En fin, comencemos.
1º.- Jueves Santo.
Dadas las adversas circunstancias meteorológicas, la señora presidenta tomó contacto
con los directivos de esta hermandad a lo largo de la mañana a través del
whatsapp, lloviendo cada instante opiniones y propuestas, al tiempo que Elena Pascual
enviaba fotos del arreglo floral de las andas (por cierto, precioso; de lo
mejor); y tal fue la diversidad de criterios que se
determinó esperar a las cinco de la tarde por si se producía un cambio
que, la verdad, nadie esperaba. Tanto es así que alguien propuso que a la hora
prevista acudiéramos a la Seo y le diéramos a nuestra imagen tres vueltas por
el interior de la Colegiata, aun a pesar de saber que era algo no aconsejable,
por la solemnidad del día que obliga al recogimiento en oración ante el
Santísimo reservado en el monumento después de la Misa de la Cena del Señor; Es
claro que lo sensato y responsable fue lo que se hizo: suspender. Pero ello no
impidió que, poco a poco, se fuera congregando alrededor de Jesús Nazareno,
dispuesto en su trono para acogernos a todos con esa mirada suya que a nadie
deja indiferente, con ojos los de todos ellos velados por la sombra de la desilusión y en espera de, al menos, poder
dedicarle un momento de oración. Y así se hizo con la siempre atenta
consideración del Señor Abad, quien se dirigió al ambón y, elevó su palabra
sentida y certera en breve meditación seguida devotamente por este grupo de
portadores, terminando con la invocación a nuestro Padre y a María Santísima. Y
así concluyó nuestro Jueves Santo.
2º.- Viernes Santo. Sabíamos
que la idea de la Cofradía del Traslado del Cuerpo de Cristo al Sepulcro tenía
decidido sacar su imagen a la calle para trasladarla hasta la Colegiata, a
menos que diluviara, si bien acortando el recorrido tradicional. Algunos de
nuestros portadores asistieron al acto y se encontraron con que, al final, la Cofradía
había decidido, en improvisado traslado, dirigirse hasta la Iglesia de Los
Santos Juanes, donde se venera la imagen durante el año. Al terminar la
procesión, en una improvisada reunión informal, se comentó la cuestión de la
procesión general de la tarde; pero la presidenta de la Hermandad de Cofradías
convocó de urgencia a los presidentes, a las doce de la mañana en la Colegiata.
Allí, el Sr. Abad dispuso al efecto la
Sala Capitular (donde en tiempos ya lejanos se reunía anualmente la Junta de la
Cofradía hermana con su consiliario), compareciendo todos los presidentes para
dirimir la cuestión suscitada sobre la procesión del Santo Entierro, visto lo
improbable de una mejoría del tiempo. Se decidió suspender dicha procesión;
pero las cofradías con sede en la Colegiata, a instancias del Sr. Abad, decidieron
realizar a las siete de la tarde una procesión claustral, acordándose el orden
del acto e invitando a las demás
cofradías que quisieran participar a unirse a esta excepcional procesión.
Y así se hizo: los
cofrades y demás asistentes deberían ocupar la nave central. Cada cofradía
tendría dispuesta su imagen para la hora prevista y el desfile se realizaría en
tres turnos. En el primero, procesionarían La Burreta y el Señor de la Columna;
en el segundo, Nazareno y Cachorro; en el tercero, La Purísima Sangre. A este
respecto hubo una pequeña variación, como veremos.
Presente la banda de
música de La Primitiva Setabense y la Banda de cornetas y tambores de El
Cachorro, así como u n timbal de El Sepulcro, dio comienzo el acto.
Mientras se preparaba
La Burreta, La Columna inició su recorrido desde la puerta dela antigua
sacristía (hoy museo parroquial), acompañada por La Primitiva, hasta alcanzar a
la otra imagen a la altura de la puerta lateral de fachada, donde habitualmente
se encuentra esta imagen.
Ni qué decir tiene el
impacto impresionante de la música de banda dentro de La Sèu. No es que nunca
se haya oído en este recinto tocar a una banda de música; pero lo singular del
acto y la interpretación de las marchas procesionales, te envolvían de tal modo
que los pelos se erizaban como escarpias por la emoción de tan especial instante.
Acabado el recorrido
de estas dos cofradías, salimos, con todo: pendones, estandarte y cruces,
teniendo en el recuerdo, como no podía ser de otra manera, a nuestro Hermano Mayor
y a nuestro Hermano Conservador, convalecientes, no pudieron estar presentes. A
nuestro paso, se incorporó también la banda de música, realizando nuestro recorrido
que nos pareció extremadamente corto.
Todavía en la girola
el Nazareno, comenzó a sonar la trompetería de la cofradía del Cristo de la
Expiación con el estruendo de sus tambores acompasando el paso de sus
portadores. Precisamente, a la salida de la girola, en la parte del crucero donde
esperábamos, los pendonistas del Cristo del Cachorro tuvieron la deferencia de
inclinarlos en reverencia a Jesús Nazareno. Después, al paso de la imagen. Se oyó
el grito del jefe del anda ordenando ¡¡Al cielo!! Y al cielo lo elevaron los portadores
como acostumbran, en un gesto que nos emocionó.
Tras El Cachorro, desfilaron
las representaciones que asistieron del Ecce Homo y del Cristo de la Buena
Muerte.
Acabó este turno y
comenzó el desfile penitencial el Cristo de la Palma, al son acompasado de un
timbal, al estilo de la Procesión del Silencio, que portaba la representación
de la cofradía del Santo Sepulcro. Y, en
silencio, inició el recorrido y, tras él, los cofrades del Santo Sepulcro, cuyo
clavario llevaba en brazos la imagen yacente de Cristo que conserva en su
domicilio durante este ejercicio. Después, los cofrades que acompañaban al
Cristo de la Palma se reagruparon junto a la imagen de Nuestra Señora de la
Soledad. Nuevamente oímos la banda de música acompañando a la Virgen, que
regresó solemnemente hasta su altar.
El acto fue
espectacular por el marco en que se desarrollaba, muy digno por la compostura y
buen hacer de todos los partícipes
; histórico, porque nunca jamás había sido realizado otro igual; respetuoso,
porque la gente que no tenía que actuar no se movió del sitio; no se limitó a un mero pasar de imágenes por
las naves laterales de la Colegiata, sino que, desde el ambón, D. José Canet,
después de cada turno de desfile, propuso unas reflexiones sobre la pasión y
muerte del Señor; una especie de Vía Crucis resumido, que se agradeció y
dignificó aún más este evento extraordinario
e hito a reseñar por los medios para nuestra historia.
3º.- Cumpliendo
nuestro reglamento, al finalizar ese Magno Calvario, se rifaron medallas entre
los asistentes, y se sorteó la antigua imagen de clavario, nuestro
apreciadísimo “Pillet”, correspondiéndole a la portadora Alexia Masip Madrid,
que deberá hacerse cargo de él en la fecha y del modo previsto en el reglamento
de régimen interno.
Ese fue, desde mi
atalaya el desarrollo de los hechos en
Xàtiva los días diecinueve y veinte de
Abril de dos mil diecinueve.
Con todo mi afecto, Miguel Mira
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada