dimarts, 7 de juny del 2022

Reencuentro

 

         UN DÍA CON Y PARA EL CORO

 

         Convendrán conmigo en que después de tres años de vida condenados a la catacumba pandémica; después de sufrir restricciones hasta en el modo de respirar; coartados en nuestros hábitos y encorsetados por normas y más normas, esperábamos que 2022, levantado el cerco, sería como una explosión en todos los ámbitos; y lo ha sido, pero menos. Refiriéndonos al ámbito de la Semana Santa, hemos visto a la gente cohibida, temerosa. La asistencia a los actos litúrgicos no ha pasado de discreta; y no es que para fortalecer nuestra fe católica sean imprescindibles las procesiones, pero siendo como son una parte de nuestro patrimonio religioso-popular-cultural, si en la calle hubo numerosa expectación, en los desfiles procesionales fue parca la respuesta, incluso en algún caso fueron decepcionantes. No fue así en nuestro caso, porque cumplimos dignamente. Sin llegar a la ciclo génesis explosiva, calladamente, cumplimos, pero ojo: todo es mejorable, no nos vengamos arriba. Dicho esto, quisiera poner en valor dos aspectos significativos: de una parte,  cuando una hermana o hermano portador se acerca al anda, mira el rostro de Jesús y siente la mirada serena e interpelante del Nazareno; y cuando acerca el hombro y lo ciñe a la almohadilla asume el carácter de cirineo, queriendo manifestar el sincero deseo de aliviar a Cristo en la llevanza de la Cruz. Y eso emociona, aunque esa íntima emoción no se externalice.

         En cierto modo, de otra parte, somos celosos de nuestras  tradiciones y, así, alguna se perdió y se ha recuperado; pero hay una que hemos procurado conservar y, gracias a Dios, no se ha perdido: el motete, ese canto polifónico cuyo origen se pierde allá por el siglo XIII, y que nos recuerda pasajes bíblicos como el “Eram”, tomado del profeta Jeremías ,11, 18-20, o Isaías, 53, 7-8, música que al escucharla nos remueve el ánimo…

         A fuer de ser sincero, quería llegar a este punto, porque si bien, tradicionalmente, ese motete se ha venido interpretando, año tras año, durante la procesión de penitencia del Jueves Santo, por un  magnífico grupo de esforzados músicos y cantores de nuestra ciudad, que son ya parte inseparable del culto a Jesús Nazareno desde inmemorial, de unos años a esta parte, gozamos de la extraordinaria y totalmente desinteresada colaboración de un grupo excepcional de cantantes, que nos acompañan también el Viernes Santo. Vinieron y vienen de la mano de nuestro hermano portador D. Francisco José  Perales Ferre, y su participación capta de tal modo la atención que, a su paso, enmudecen hasta los susurros de la gente que, expectante, tras el toque del clarín, espera ver a Jesús cuando camina hacia el Calvario.

         Y nosotros queremos agradecer esa impagable colaboración. Para ello, excepción hecha de los años de confinamiento, invitamos a este grupo a comer con nosotros y gozar de ese modo de su compañía y departir en una jornada festiva.

         Ya otros años lo hicimos, pero cabe dejar constancia del evento celebrado el pasado día 4. Pensamos que podría ser interesante o bien subir al Castillo o visitar el complejo hípico “La Font del Saladrar”, en llosa de Ranes, que regentan nuestro hermano portador Rafa Aparicio y sus hermanos Luís y Vicente. Ni qué decir tiene que Rafa recibió la sugerencia no solo de buen grado, sino muy satisfecho y contento de la idea. Así pues, tras los preparativos logísticos, hechas las reservas de plaza por quienes lo tuvieron a bien, se organizó el siguiente “protocolo”: a iniciativa de Paco Perales, fuimos convocados para asistir a la una del mediodía a casa del hermano portador Marcos Soriano, donde se halla como en la propia la imagen de Jesús Nazareno, que talló el escultor Rodilla, es decir, la de traslado, por decisión de la señora clavariesa Gracia Rovira Granero; y allí fuimos acudiendo. Sería, poco más o menos, la una y media, nuestros amigos del coro, ante dicha imagen, engalanada como de fiesta grande, cantaron nuestro  motete. De tal modo lo vivimos que a más de uno le subió un nudo a la garganta o se le nublaron los ojos o ambas cosas. Les dimos las gracias y  ya dispusimos la marcha hacia La Llosa.                    

         El mismo ambiente cordial y distendido nos acompañó en El Saladrar, donde Rafa y Luís nos recibieron con los brazos abiertos y con unos buenos cubos con cerveza bien fría. A quienes quisimos nos acompañaron a ver las punteras y vastas instalaciones del club, algunos pudieron acariciar a preciosos y dóciles  ejemplares que asomaban sus nobles cabezas a través de las abiertas rejas de su cuadra; otros, mayores y niños, en el recinto de un enorme picadero cubierto, tuvieron ocasión de montar un dócil animal, ayudados por una amable monitora. En lo que a mí y a mi esposa respecta, nos acompañó Luis y nos explicó detalladamente aquellas amplias y excelentes instalaciones. Me llamó la atención aquella gran piscina, su agua siempre manando, procedente del manantial propio de la finca y que da nombre al paraje…

         Y así, al dar fin el recorrido, nos sentamos a la mesa los más de cuarenta comensales, que degustamos cada cual según lo elegido, gozando de nuevo de la atención de los anfitriones y de las camareras que sirvieron la comida. Lógicamente, entre amigos y en tan grata compañía, se alargó la sobremesa; ya servido el café, la señora presidenta entregó a nuestros invitados sendas cazuelitas de arnadí como recuerdo del día de su agasajo.

         Desde aquí, vaya nuestro reconocimiento más sincero y cordial a colaboradores tan extraordinarios, con el deseo de que podamos repetir nuestra común participación el próximo Viernes Santo y, si es posible, un día de asueto tan cordial afable y fraternal como lo fue el día cuatro de Junio de dos mil veintidós en  

 “La Font del Saladrar”.

         Gracias Rafa, Luís y Vicente. Sabéis que se os quiere.

         Vuestro, Miguel J. Mira.