dimecres, 14 d’octubre del 2020

DEBERÍAMOS HABLAR DE PAZ...

 

En el día del Pilar 2020

 

            Jamás pensé escuchar en un sermón de boca de un sacerdote aquella máxima militar, erróneamente atribuida a Julio César, “si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepara la guerra), máxima ésta objeto de largos debates morales y filosóficos, sorprendentemente utilizada en una homilía el día el Pilar, dadas las connotaciones históricas y las oportunistas soflamas alrededor de la conquista de las Américas.

            Escuché con cierta sensación de estupor la referida frase, de boca de D. Javier, el jovencísimo vicario de la Parroquia de Los Santos Juanes,  ya hacia el final de la preciosa homilía pronunciada en la Misa de 12, tan especial para aquella feligresía, ya que los días 10, 11 y 12 de Octubre se celebra un triduo  rindiendo culto sagrado a los santos titulares Juan Bautista y Juan Evangelista, al Cristo de la Salud y, en la fiesta principal, el día de la Pilarica, se ofrece a Nuestra Señora en su advocación de Virgen de Fátima, culto  excelentemente atendido por su cofradía, uno de los pilares en que se sustenta esta comunidad del Arrabal de Xàtiva.

            Pues bien, al ver que D. Raul cedía el ambón y el micro a D. Javier, lo entendí como un gesto de confianza hacia el vicario en orden a que se afianzara en la predicación. Y me sorprendió muy gratamente que ha sido rápida la conversión de aquella actitud un tanto cohibida y aquella voz apenas perceptible de sus primeros días en una expresión segura, clara en su vocalización, portadora y transmisora de un mensaje diáfano, claro, sencillo, comprensible para todos; sin florituras innecesarias y sin necesidad de más o menos llamativas gesticulaciones. No hubo lugar a que nadie se distrajera un segundo. 

 

             El esquema de la homilía, buscando arropar cada alabanza a María con los piropos que repetimos en la letanía del Santo Rosario, referencia ineludible al tratar de las apariciones de la Virgen a los tres pastorcillos, nos condujo, paso a paso, hasta el leit motiv de su prédica: la paz, esa paz explícitamente contenida en el mensaje de María, que definió el orador en tanto en cuanto son nuestras actitudes personales las que han de procurarla en todos los  ámbitos de la vida…, ante tantas dificultades con las que tropezamos a cada paso, porque, en realidad, estamos en guerra: en guerra contra el virus, en guerra contra una sociedad descristianizada, en guerra contra la degradación de las  costumbres y ese largo etcétera que todos tenemos en mente…, y todo ello nos exige que nos preparemos para tratar de vencer en una batalla que  no debería librarse si fuéramos conscientes de la necesidad de la oración, en la encomienda de la Virgen tan repetida de cara a todos por grandes o sencillos que seamos: ¡Rezad, rezad, rezad…! Ya se entiende –digo yo- que no basta el rutinario pasar las cuentas del Rosario mientras pensamos en la mona de Pascua (como a mí mismo me suele ocurrir). Todos sabemos que nuestra mejor arma es la oración. Un amigo mío, que ya marchó junto a la Mare de Deu a la que amaba con toda su alma, decía que los frutos de la oración se conseguían con “suc de genoll”, ¡Y cuánta razón tenía!

            Es claro que de este comentario se deduce que el joven sacerdote me hizo reflexionar.

            Se me hizo corta la homilía y no aplaudí porque en ese momento no tocaba, pero las manos se me fueron hacia delante y tuve que reprimir el gesto. Os juro que llegué a usar mi pañuelo.

            Coda.- Se percibe claramente que la gente todavía sigue asustada, precavida y reticente. Llenar de fieles la iglesia de Los Santos Juanes como en años pretéritos en esta solemnidad no fue posible. Se cumplían todas las medidas de seguridad, la puerta principal se abrió de par en par, pero no fue posible…

            Seguro que María, la Virgen del Pilar, de Fátima, de la Merced, de la Seo, nuestra madre Santísima se acordó y sonrió a todas aquellas buenas gentes que otros años  estuvieron presentes en la iglesia y hubieran querido recibir la santa unción, pero no se atrevieron.

            Virgen María, acuérdate de todos tus hijos en este valle de abrojos y espinas. Cúbrenos con tu manto cariñoso, a cuya sombra nos acogemos.

               CON TODO MI AFECTO, MIGUEL J. MIRA