dimecres, 10 de setembre del 2025

EN LA FIESTA DE LA EXALTACION DE LA SANTA CRUZ

 

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Comentario al Evangelio de Domingo XXIV del ciclo C, Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, por D. Joaquín  Núñez Morant

            El pasaje de San Juan 3, 13-17 al que corresponde el comentario dice, según la traducción de la Biblia de Jerusalén:

13 Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
14 Y lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre,
15 para que todo el que cree tenga por él vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

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Esta semana el páter se centra casi exclusivamente en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, pensando en  la importancia de ese signo de redención, que en nuestro caso se nos muestra cargado a cuestas por Cristo camino del Calvario o se adora el Viernes Santo en los oficios propios del día o se muestra con el propio Jesús clavado a ella para nuestra redención. En cualquier caso, siempre nos da pie su comentario para reflexionar sobre nuestra postura personal y sobre nuestra coherencia y total conformidad respecto a la llamada insistente del propio Cristo a que tomemos la nuestra y le sigamos. Podemos si queremos, podemos si no cejamos en  nuestro empeño pidiendo a Jesús Nazareno: Señor, ven en mi auxilio, date prisa en socorrerme. Señor: tú que no has pedido al Padre que nos saque del mundo sino que nos guarde del mal, dadnos vuestra luz y vuestra gracia, para que, superando nuestras flaqueza y conscientes de  nuestros deberes, seamos capaces de ser testimonio de amor y solidaridad con los demás. Pero leamos aquello que nos dice D. Joaquín. Saludos, M. Mira

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REFLEXIÓN

      Esta fiesta se instituyó en el año 627, cuando el Emperador Heraclio venció al rey de Persia, que en el año 614 robó el tesoro más preciado para los cristianos de Jerusalén: la Vera Cruz, es decir, la cruz que la emperatriz

Santa Elena descubrió el 14 de septiembre del año 320, cuya reliquia, en una solemne ceremonia, fue entronizada el día 14 de septiembre del año 333 en el Templo dedicado a la Resurrección el día anterior, es decir, el 13 del mismo mes y año.

            En el calendario tenemos tres fechas dedicadas a la Santa Cruz: el viernes Santo, el 3 de mayo, donde festejamos el día en que Santa Elena encontró la Vera Cruz y el día 14 de septiembre, día de la consagración de la Basílica Constantiniana del Santo Sepulcro.

      Es hermoso dar comienzo a este nuevo curso con una fiesta tan señalada para todos nosotros, como es la Cruz con la que nos signamos y bendecimos, como cristianos, cualquier quehacer en el día a día de nuestra vida.

      Para el Papa Benedicto XVI, la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, subraya la sabiduría revelada en la Cruz, que no es un descenso a lo más bajo, como creían los primeros cristianos, por ser un patíbulo vergonzoso que les  humillaba, sino un ascenso que salva al mundo. Para el Papa Ratzinger, la Cruz es la manifestación del amor de Dios que no juzga, sino, que salva al mundo a través de la fe en su Hijo, quien se hace uno con la miseria humana para elevarla.

       Jesús dice a Nicodemo y a nosotros también, que al actuar de otra manera no negamos la fe, la guardamos y atendemos otros intereses más lucrativos, pero perecederos, “nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre”. Algunas veces, la mayoría, solo nos sirven para nuestros egoísmos, olvidando que también nos pueden valer para la Vida eterna si nos sirven, como nos decía el Papa Benedicto, para ser solidarios.

            Además, la Cruz de nuestra vida, nos hace participes de la Cruz de Jesús, que es el evangelio entero.

       Odio reducir la palabra Cruz a sufrimiento; la vida de Carlo Acutis, que el Papa Leon XIV canonizó el domingo pasado, siempre fue un cielo, una felicidad, siendo buen samaritano o cirineo de cruces ajenas. Tanto San Carlo como san Pierluigi, no carecían de nada, eran felices, podían vivir de una fe que les satisfacía, pero descubrían en quienes arrastraban cruces insoportables hasta para al mismo Cristo. 

También nosotros hemos de ser esos buenos samaritanos o cireneos. San Carlo Acutis decía que la Eucaristía era la autopista para llegar al cielo. Él pensó siempre en aquellos, los que no tenían causa aparente de la cruz que llevaban a cuestas, pero que nosotros sabemos de sus circunstancias penosas. O es nuestro egoísmo o es nuestra solidaridad la que nos acerca o aleja a los demás.

Es hermoso y lo sabemos por experiencia, que podemos llevar nuestra cruz, ser cireneos de quien no puede arrastrar la suya en una circunstancia concreta. Cuántos santos hay, que todos conocemos, que visitaban enfermos, que ayudaban en su pobreza, en su soledad, en su desamor. Lo que significan huérfanos y viudas de la Iglesia primitiva.

Que los santos diáconos san Esteban y san Lorenzo nos enseñen a socorrer cruces ajenas.

Que nuestra esperanza se apoye en las palabras últimas de Jesús, de este Evangelio: “Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

Feliz domingo, que el Señor nos dé su gracia para saber que es nuestro Tesoro que dura hasta la Vida Eterna.

Que la Virgen del Buen Consejo nos indique el buen Camino.

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VATICAN NEWS. PALABRA DE VIDA

        De esa publicación, el propio Joaquín Núñez me pssó el enlace y pienso que no debemos perdernos las palabras del Papa Francisco a quien Dios haya, referidas en una  homilía de 2022 a la Santísima Cruz. Es claro que al referirse a la Cruz, fija más atención sobre el conocido pasaje de del libro de los Números (21, 4-9), que es la primera lectura del propio Domingo XXIV, que transcribo:

“En aquellos días, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo: "¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida"
Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes". Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: "Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo. El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá". Moisés hizo una serpiente de bronce y la levantó en un palo; y si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado.


 

COMENTARIO

«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna» (Jn 3,14-15). Este es el cambio radical, ha llegado a nosotros la serpiente que salva: Jesús, que, elevado sobre el mástil de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos conduzcan a la muerte. Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura; si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo. Esto es lo que ha hecho el Padre ante la difusión del mal en el mundo; nos ha dado a Jesús, que se ha hecho cercano a nosotros como nunca habríamos podido imaginar: «A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21). Esta es la infinita grandeza de la divina misericordia: Jesús que se ha “identificado con el pecado” en favor nuestro, Jesús que sobre la cruz —podríamos decir— “se ha hecho serpiente” para que, mirándolo a Él, podamos resistir las mordeduras venenosas de las serpientes malignas que nos atacan.

Hermanos y hermanas, este es el camino, el camino de nuestra salvación, de nuestro renacimiento y resurrección: mirar a Jesús crucificado. Desde esa altura podemos ver nuestra vida y la historia de nuestros pueblos de un modo nuevo. Porque desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos. Y nos muestran la fraternidad que estamos llamados a vivir entre nosotros y con todos. Nos indican el camino, el camino cristiano; no el de la imposición y la coacción, del poder o de la relevancia, nunca el camino que empuña la cruz de Cristo contra los demás hermanos y hermanas por quienes Él ha dado la vida. El camino de Jesús, el camino de la salvación es otro: es el camino del amor humilde, gratuito y universal, sin condiciones y sin “peros”. 

            En Xàtiva, a 10 de septiembre de 2025

 

 

dijous, 4 de setembre del 2025

Domingo XXIII, ciclo C, Tiempo ordinario

 

SEGUIMOS LA CATEQUESIS DE SAN LUCAS

 

            No puede faltar ese fin de semana un rato de reflexión; y en esta ocasión sobre el Evangelio de San Lucas que transcribo y que corresponde al Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ciclo C. El texto está tomado del Capítulo 14, versículos 25-33 (traducción litúrgica oficial de la Conferencia Episcopal Española):


            “En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; y él, volviéndose, les dijo:
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para acabarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabar, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil puede salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía embajadas para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.”

            D. Joaquín Núñez nos ofrece el siguiente

Comentario           

            Hoy no dejamos ni el espacio ni las mismas circunstancias en las que Lucas trata de explicar a los de su comunidad la catequesis que contiene el texto arriba transcrito. El tema de la Cruz de cada día y el seguimiento de Jesús es, quizá, el tema más querido de los Santos Padres (autores desde el siglo I al V), hasta la actualidad, acentuando más o menos dramatismo, según la época. Jesús no dramatiza, Jesús nos propone, nos da un plan de vida, como la misma vida es, con claroscuros, días de risas y días de lloros. Es la vida de aquellos que gustan de oír las “palabras que salen de su boca”, los que le siguen “admirados de sus signos” pero que un día “se escandalizarán de él”, como nos dice San Juan en su evangelio cap. 6: “….Yo soy el pan de Vida … el que come mi carne y bebe mi sangre…habita en mí y yo en él”; todos sabemos que, no sus seguidores, sino algunos discípulos exclaman: ”este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”.

    “Quién no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Esta frase supone que sabemos quiénes somos, que entramos a lo más profundo de nuestra alma, que nuestra voluntad es libre, y que sabemos cuál es la voluntad de Dios, su Reino: “Un reino de Verdad y de Vida, el reino de la Santidad y la Gracia. El reino de la Justicia, el Amor y La Paz” (Prefacio Cristo Rey).

     Sin estas ideas claras no tenemos libertad para decir “hágase tu voluntad”, no podemos saber lo  que significa “tomar tu cruz”. De ahí, los equívocos y las falsas deducciones, que sacan tanto predicadores, consejeros y almas caritativas, y someten a gentes simples de espíritu, a verdaderos tormentos. ¡Cuántos pierden la posible cercanía a Dios!, ante la falsa imagen de un Dios caprichoso y cruel, que a unos carga con vidas de miseria y a otros, mala gente, los llena de riquezas y bienestar. Dios no es caprichoso, es la vida la que nos va llevando con sus alegrías y pesares, teniendo por cierto que la Cruz, nuestra Cruz, lo es cuando la identificamos con la de Jesús. Cruz solo se tiene cuando estamos crucificados con Cristo, lo cual es algo exclusivo de los cristianos, lo demás serán gracias o desgracias.

    ¿Qué nos quiere decir Jesús cuando, girándose cara a cara “con tanta gente que le sigue”, les dice en plan de advertencia: “Si alguno se viene conmigo y no pospone el amor a su padre y a su madre y a sus hijos…”. Hay que advertir que éste es un lenguaje judío, que significa, en este caso, no despreciar a la familia, sino a sus tradiciones preceptuadas por aquellos cientos de preceptos de la Ley judía. Hoy significa aparcar aquellas creencias milagreras de nuestros mayores o un tradicionalismo del “siempre se ha hecho o lo que me enseñaron” o el “siempre se ha hecho así”, defendido con soberbia y orgullo, algo que san Agustín condenaba el domingo pasado como causa de desorden en cualquier comunidad. Algo que quiere el Papa combatir para que todos seamos uno; lema de su pontificado.

   Feliz domingo a todos/as. Démonos cuenta de que la humildad es signo de unión. Querer construir una gran torre con orgullo no sirve para nada. Quedémonos como la humilde violeta, que da gran alegría a quien la encuentra. Que la Virgen del Magníficat nos bendiga y nos guarde.

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            Ciertamente, las palabras que recoge Lucas son duras; pero bajando el tono y diciendo lo mismo, yo, personalmente, me apoyo en aquello que el propio Jesús nos propone: “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,29). Es lo mismo, pero hay que comprender aquel entorno histórico en que se movía, aquella comunidad a la que pretende catequizar San Lucas… En cualquier caso, sabemos perfectamente que hemos de tomar nuestra Cruz para seguirle.

            Saludos cordiales, Miguel Mira