dijous, 4 de setembre del 2025

Domingo XXIII, ciclo C, Tiempo ordinario

 

SEGUIMOS LA CATEQUESIS DE SAN LUCAS

 

            No puede faltar ese fin de semana un rato de reflexión; y en esta ocasión sobre el Evangelio de San Lucas que transcribo y que corresponde al Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ciclo C. El texto está tomado del Capítulo 14, versículos 25-33 (traducción litúrgica oficial de la Conferencia Episcopal Española):


            “En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; y él, volviéndose, les dijo:
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para acabarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabar, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil puede salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía embajadas para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.”

            D. Joaquín Núñez nos ofrece el siguiente

Comentario           

            Hoy no dejamos ni el espacio ni las mismas circunstancias en las que Lucas trata de explicar a los de su comunidad la catequesis que contiene el texto arriba transcrito. El tema de la Cruz de cada día y el seguimiento de Jesús es, quizá, el tema más querido de los Santos Padres (autores desde el siglo I al V), hasta la actualidad, acentuando más o menos dramatismo, según la época. Jesús no dramatiza, Jesús nos propone, nos da un plan de vida, como la misma vida es, con claroscuros, días de risas y días de lloros. Es la vida de aquellos que gustan de oír las “palabras que salen de su boca”, los que le siguen “admirados de sus signos” pero que un día “se escandalizarán de él”, como nos dice San Juan en su evangelio cap. 6: “….Yo soy el pan de Vida … el que come mi carne y bebe mi sangre…habita en mí y yo en él”; todos sabemos que, no sus seguidores, sino algunos discípulos exclaman: ”este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”.

    “Quién no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Esta frase supone que sabemos quiénes somos, que entramos a lo más profundo de nuestra alma, que nuestra voluntad es libre, y que sabemos cuál es la voluntad de Dios, su Reino: “Un reino de Verdad y de Vida, el reino de la Santidad y la Gracia. El reino de la Justicia, el Amor y La Paz” (Prefacio Cristo Rey).

     Sin estas ideas claras no tenemos libertad para decir “hágase tu voluntad”, no podemos saber lo  que significa “tomar tu cruz”. De ahí, los equívocos y las falsas deducciones, que sacan tanto predicadores, consejeros y almas caritativas, y someten a gentes simples de espíritu, a verdaderos tormentos. ¡Cuántos pierden la posible cercanía a Dios!, ante la falsa imagen de un Dios caprichoso y cruel, que a unos carga con vidas de miseria y a otros, mala gente, los llena de riquezas y bienestar. Dios no es caprichoso, es la vida la que nos va llevando con sus alegrías y pesares, teniendo por cierto que la Cruz, nuestra Cruz, lo es cuando la identificamos con la de Jesús. Cruz solo se tiene cuando estamos crucificados con Cristo, lo cual es algo exclusivo de los cristianos, lo demás serán gracias o desgracias.

    ¿Qué nos quiere decir Jesús cuando, girándose cara a cara “con tanta gente que le sigue”, les dice en plan de advertencia: “Si alguno se viene conmigo y no pospone el amor a su padre y a su madre y a sus hijos…”. Hay que advertir que éste es un lenguaje judío, que significa, en este caso, no despreciar a la familia, sino a sus tradiciones preceptuadas por aquellos cientos de preceptos de la Ley judía. Hoy significa aparcar aquellas creencias milagreras de nuestros mayores o un tradicionalismo del “siempre se ha hecho o lo que me enseñaron” o el “siempre se ha hecho así”, defendido con soberbia y orgullo, algo que san Agustín condenaba el domingo pasado como causa de desorden en cualquier comunidad. Algo que quiere el Papa combatir para que todos seamos uno; lema de su pontificado.

   Feliz domingo a todos/as. Démonos cuenta de que la humildad es signo de unión. Querer construir una gran torre con orgullo no sirve para nada. Quedémonos como la humilde violeta, que da gran alegría a quien la encuentra. Que la Virgen del Magníficat nos bendiga y nos guarde.

***

            Ciertamente, las palabras que recoge Lucas son duras; pero bajando el tono y diciendo lo mismo, yo, personalmente, me apoyo en aquello que el propio Jesús nos propone: “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,29). Es lo mismo, pero hay que comprender aquel entorno histórico en que se movía, aquella comunidad a la que pretende catequizar San Lucas… En cualquier caso, sabemos perfectamente que hemos de tomar nuestra Cruz para seguirle.

            Saludos cordiales, Miguel Mira