ACERCA DE LA DEVOCIÓN A LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN.
Entre los siglos V y VIII, en la Hispania romana dominan los visigodos, pero no así en el Levante conquistado por el Emperador Justiniano el Grande, quien en su empeño de restaurar el Imperio Romano de Occidente, fundó la Provintia Spaniae o Hispania bizantina. Justiniano pactó con el rey Atanagildo para luchar contra Ávila, otro visigodo en lucha continua, pero Bizancio tomó posesión del territorio conquistado. Desembarcan en Cartagena, tomando un amplio territorio donde predomina una cultura romanizada. Lo cierto es que Bizancio nos va traer su liturgia y sobretodo sus devociones, siendo una de ellas la devoción a la Virgen en su Dormición. Iconos de esta devoción, los hay a miles, y así aparecen: la Virgen Dormida rodeada de los Apóstoles que no miran a Jesús, en tonos azulones o blancos, y tienen en sus manos a una niña viva, vestida con los pañales típicos de los recién nacidos. María nace a la Vida Eterna. Esa es en nuestras tierras la heredada devoción a la Virgen Asunta al Cielo, no de pie, sino acostada en una hermosa cama.
El rey Don Jaime, gran devoto de este misterio, dedicó la Mezquita Mayor de Xàtiva a la Asunción de Nuestra Señora. Con el tiempo, su imagen quedó en la Capilla del antiguo Hospital, mirando al pueblo de poniente a levante. En las primeras Vísperas solemnes, con más solemnidad que en otras fiestas de la Virgen, la Cofradía de la Asunción organizaba una procesión en la que participaban devotos disfrazados de Apóstoles y discípulos portando la cama que se depositaba en el presbiterio, cantando las vísperas solemnísimas a cuatro voces, órgano y orquesta de la Colegiata.
El día 15 de agosto, solemnidad de la Asunción, se cantaba tercia y se celebraba Misa solemne, en la que el Maestro de Capilla estrenaba una partitura nueva; pero todo este material se quemó, junto con el Coro de los Canónigos, el día aciago en que la Colegiata ardió víctima del odio al cristianismo. Durante ocho días se celebraba la Octava u Octaba, las dos formas son válidas.
Todo eso queda para la memoria, yo transmito lo que, siendo seminarista, me contaba el canónigo don Enrique Agustí Pallás y lo escribo para compartirlo con los setabenses que accedan a su lectura, a fin de que se sepa, pueda difundirse y no se olvide.
Después de esta interesante curiosidad histórico-mariana, nos reclama la reflexión semanal del Santo Evangelio en el
DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C
San Lucas 12,49-53
49 “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, ¡y cuánto
desearía que ya estuviera ardiendo!
50 Tengo que pasar por un bautismo, y ¡qué angustia siento
hasta que se haya cumplido!
51 ¿Creen que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo,
sino división.
52 Porque de ahora en adelante, cinco en una casa estarán
divididos: tres contra dos y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra
el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra
la nuera y la nuera contra la suegra.”
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Es un pasaje donde Jesús advierte que su mensaje no siempre trae armonía social o familiar, sino que puede provocar división por la decisión de seguirlo o rechazarlo, pero veamos cómo trata el tema nuestro colaborador y amigo D. Joaquín.
Comentario
“He venido a prender fuego en el mundo, ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!”. “Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!”. Palabras que nos admiran en boca de Jesús. Son palabras de gran solemnidad que nos dejan perplejos y hacen que nos preguntemos qué pasaba en la comunidad de Lucas para que nos relate este momento de la vida de Jesús, y qué nos dice hoy. En el evangelio del domingo pasado el Señor nos decía: “por no ser ni frío ni caliente te vomitare de mi boca”. Así pues, hoy continuamos con el mismo tema, ¿somos fríos o calientes?
Para entender mejor este evangelio necesitamos saber qué es el “fuego” en el Antiguo Testamento. Significa tanto la presencia como la santidad de Dios. Así, p. ej., en el Sinaí, en la zarza ardiendo, donde Moisés descubre la voz del Señor dándole las Tablas de la Ley. También significa la purificación. Además, el fuego describe la justicia de Dios y el juicio sobre el pecado, tanto como la necesidad de purificación espiritual. Asimismo, el fuego desciende del cielo y consume el sacrificio de Elías, demostrando el poder de Dios. Igualmente, por el fuego se erradica el pecado.
En san Agustín, a lo largo de sus escritos, nos dice que: la zarza ardiente es como un fuego que ilumina, calienta y une, pero no consume, es similar a la Palabra de Dios que transforma la vida. También en algunos de sus sermones, compara el fuego con el Amor de Dios, ”es metáfora que enciende el corazón, rompe la sordera espiritual, ilumina la ceguera y lleva a la conversión” y así nos haríamos interminables al considerar el tema del fuego de este Doctor de la Gracia. El fuego sagrado que nos llena del Espíritu Santo, del Amor divino que nos llena con su Gracia.
Ahora podemos entender qué nos dice Jesús, en lo de, “he venido a prender fuego” y, “ojalá estuviera ardiendo”. Esa es su misión como Mesías: hacer hijos amantes de Dios, aunque antes tiene que pasar por un bautismo, un bautismo que le produce una angustia de muerte,(como veremos en la “Oración del Huerto de los Olivos” el Jueves Santo).
Su doctrina de Príncipe de la Paz es muy hermosa, pero la fuerza del amor que provoca en unos es la misma que, en otros, se torna en odio. No todos se abren a la Gracia, ni son capaces de entender el Amor del Dios que niegan.
Por eso, San Lucas dice a su comunidad que no comprenden que la doctrina de Jesús, tan hermosa, les provoque tantos y crueles enemigos (pensemos que cuando Lucas escribe su evangelio, alrededor del año 80, Pedro y Pablo, en el 64, ya habían sido martirizados en Roma).
A partir de aquí, podemos aducir nuestra propia experiencia. Todos conocemos casos de enfados entre parientes que se oponen cuando alguien de nuestra familia opta por elegir ser: misionero/a o religioso/a o sacerdote, en esta sociedad tan secularizada, y, siendo esto es lo más suave, lo más grave ya se daba en tiempo de san Lucas. Él no solo escribe esta experiencia de persecuciones y traiciones para fortalecer la fe y esperanza en Jesús, es la advertencia a los cristianos de hoy en tierras de misión, todos hermanos nuestros, que sufren persecución y tormentos. De muchos países nos llegan testimonios de Fe, defendida con valentía, traicionada por antiguos amigos y familiares, como nos dice Jesús en el evangelio de este domingo. Entre nosotros viven sirios, recién llegados desde su tierra, que nos cuentan la crueldad o martirio de gentes fanatizadas, con quienes ayer convivían. Ocurre desde el principio; la historia del cristianismo comienza con un beso, el beso de Judas que traiciona a quien le demostró sólo amor y confianza. Jesús fue el primer traicionado y el más odiado, el primer mártir por enseñarnos que Dios es amor y que hemos de aprender a amar como Él nos ama. Hoy nos dicen, los que siguen la contabilidad de estas cosas, que hay más mártires de los que hubo durante todo el Imperio Romano. Y así, a lo largo de todos los siglos, encontramos mártires que han defendido su fe y amor a Dios con su propia vida.
Feliz domingo. Mantengámonos en la fe, una fe amorosa, sin medias tintas, mostrándola con hechos, a pesar del menosprecio de los que no quieren compromisos, incluso los de nuestra comunidad o nuestra familia.
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Hasta la próxima. En la víspera de la Asunción, saludos cordiales… Miguel Mira