Hoy, Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, la Iglesia nos propone el siguiente texto del Evangelio de San Lucas (17, 5-10):
“En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
—«Auméntanos la fe».
El Señor contestó:
—«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
"Arráncate de raíz y plántate en el mar".
Y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
"En seguida, ven y ponte a la mesa"?
¿No le diréis:
"Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"?
¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"».
COMENTARIO
Por D. Joaquín Núñez Morant
Quizá, muchos de nosotros hemos pedido lo mismo y de la misma manera que lo que Lucas pone en boca de los apóstoles: “Auméntanos la fe”.
Jesús, con una forma de hablar ejemplarizante, dice: “Si tuvierais Fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería.
Digo que es una forma de hablar, porque la fe o se tiene o no se tiene, se tiene una creencia que puede ensancharse o puede que no. Podemos recitar el Credo mil veces, pero esto no aumenta nuestra creencia. La fe es lo que hace exclamar a San Agustín: “¡tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!… Tú estabas en mí y yo fuera.” O a San Juan de la Cruz, que la fe es el “medio de unión del alma con Dios”, es decir, considera que la fe es fundamental para llegar a la unión con Dios. Para Teresa de Ávila, la fe es la forma de conectar profundamente con Dios. Es una experiencia de la impronta de Dios en nuestra vida, así la definen los grandes Santos y místicos. La teología la define como una virtud teologal que perfecciona la inteligencia y la voluntad del ser humano, permitiéndole conocer y amar a Dios.
De forma práctica, es el motor fundamental de la Caridad en la Iglesia, ya que impulsa a los creyentes a amar a Dios y al prójimo, a servir con las mismas entrañas de Dios, a trabajar por la justicia social, a vivir en comunidad y solidaridad.
Lo que sigue del evangelio, cuando habla del dueño (en este caso Dios) o del que sirve, viene a enfatizar sobre la importancia de la persona de fe que se goza en servir, no a su dueño, sino a su Padre. Solo desde una fe enamorada, -pues de esto se trata- se comprende el razonamiento de Jesús, como enseña Lucas a su comunidad y también a nosotros.
Si hemos de examinar desde el amor de Dios nuestras comunidades, caeremos en la cuenta de que todos nos conocemos, nos saludamos y a veces juzgamos desde el más radical desconocimiento, simplemente por suposiciones. No servimos al Señor, ignoramos al Señor si carecemos de la fe que nos orienta a la caridad amorosa con los demás. La comunidad se construye interesándose por los demás, porque la fe nos empuja hacia quienes son nuestros hermanos. Si estamos atentos, conocemos que los grandes conocedores-amantes de Dios, comparten “su tesoro” haciendo grupo, comunidad de alegría. Así, san Agustín hace comunidad de amigos, característica de los agustinos; el año 386, después de su conversión, reúne a un grupo de amigos compartiendo sus bienes dedicándose a la oración y al estudio. Allí escribió su “Regla de vida para los hermanos”*. Regla que han seguido las demás reglas, válida hasta hoy.
Quizá no advirtamos la virtud que acompaña la fe. El Señor concluye; “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”; reflexión de acción de gracias con la más hermosa humildad, que nos engrandece
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*(Xavier Picaza, Historia y Doctrina de los Padres de la Iglesia)
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Feliz domingo a todos/as celebremos nuestro amor a quien más nos ama sirviéndole en nuestro amor a los hermanos. Que la Virgen del Magnificat nos haga decir con ella: “derriba a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes.
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