dijous, 2 de juny del 2011

PUNTUALIZANDO

Un amable comunicante anónimo, que visitó nuestro "blog" el pasado veintiuno de Abril, con ánimo constructivo, introdujo un comentario a la crónica sobre la procesión de traslado de la muy estimada Cofradía de la Flagelación del Señor.
En esa crónica, a título personal y sin intención crítica alguna, quien esto escribe y firma -como allí- se limitaba a reseñar su impresión de que la participación de penitentes, cubierto el rostro con verduguillo, portando cruces y arrastrando cadenas, me parecía más propio de las tradiciones castellanas que de nuestras costumbres.
Así lo pensé apoyado en el hecho de que no formara parte de las vestas de nuestras cofradías más antiguas ninguna prenda destinada a cubrir el rostro. Ni en las barrocas indumentarias de la Purísima Sangre o el Santo Sepulcro, ni en las más austeras del Ecce Homo o N.P. Jesús Nazareno, que aun hoy conservan su antiquísima vestimenta. No consta, pues, que en origen sus penitentes se cubrieran el rostro (salvo que aparezcan datos contrastables que pudieran contradecirlo), lo que no es óbice para que en determinados momentos se introdujeran el capirote y la capa, como es el caso del Ecce Homo, aunque hoy -como sabemos- sus cofrades desfilen indistintamente con o sin ella, o incluso en el caso de La Columna, cuyos penitentes también usaron en algún momento el capirote como está perfectamente documentado.
Por supuesto, en ningún caso quise decir ni digo que sea criticable asumir como innovación motivadora la participación de disciplinantes al modo que comentamos. Este año ya hemos podido ver desfilar algunos en la procesión de traslado del Santo Sepulcro. Insisto: no se trata de negar su oportunidad, ya que incluso es posible que otras cofradías abran más pronto que tarde sus puertas a penitentes que quieran participar de forma totalmente anónima en la procesión con su peculiar indumentaria y rigurosa disciplina. Conste que lo digo con conocimiento de causa.
Así pues, de lo que se trata es de dejar sentado que para nada repugna el hecho de introducir ese estilo penitencial; pero ello no es óbice para comprobar si históricamente tiene precedentes en nuestra Semana Santa. Y hasta donde alcanzan las comprobaciones realizadas, podría afirmarse que no, pero sin que por mi parte pretenda dogmatizar, puesto que siempre cabe profundizar en el estudio de las costumbres antiguas y, en consecuencia, tendríamos, en su caso, que asumir la oportuna rectificación con base en documentos de autenticidad contrastada.
No obstante, con los datos que tengo a mi alcance, me atrevo a mantener la opinión ya manifestada en aquella crónica de la procesión de traslado del Santísimo Cristo de la Columna.
Veamos por qué: nuestro anónimo comunicante basó, sin duda, su aportación en un interesante y documentado trabajo aparecido en la Revista de Historia Moderna, nº 17 (1.998 -1.999), firmado por Javier Burrieza Sánchez, de la Universidad de Valladolid, titulado "Misiones y misioneros jesuitas en la Xàtiva de Nueva Planta", a lo largo de cuyas densas treinta páginas pormenoriza minuciosamente cuál era la situación de la ciudad recién devastada por Felipe V, y el por qué de la predicación de los misioneros de la Compañía de Jesús, basándose en unas cartas enviadas por el padre José Gamir al confesor del rey.
En el resumen introductorio se dice: "Se trata de algunas cartas enviadas por el padre José Gamir al confesor del rey, donde narra los métodos empleados por los jesuitas, sus sermones y predicaciones, las procesiones y otros actos religiosos encuadrados en esa exaltación de la religiosidad barroca que eran las misiones populares".
En ningún caso el articulista ni el padre Gamir se refieren a procesiones de Semana Santa, sino a aquellas que en su afán evangelizador, al estilo tremendista de la época y de la Compañía, se organizaban al finalizar cada misión. En concreto, aquella a la que se refiere el anónimo comentarista del blog se relata en el punto III del trabajo citado de Burrieza: "Misión de los jesuitas en Xàtiva (1.712)", y tuvo lugar como colofón de un novenario celebrado en honor a San Francisco Javier (nada que ver con Semana Santa). A mayor abundamiento, cabe mencionar y analizar el fragmento de texto que también transcribió nuestro respetado penitente anónimo:
"Dispuesto ya un Crucifixo en el altar mayor cerrado con cortinas, pendientes de sus llagas listones de nácar que finian en un cáliz - dispuso el Misionero los ánimos para aprovecharse de la sangre de Cristo en medio de un perdón general - fue la emoción, y lágrimas extraordinarias, tiradas las cortinas de la Santa Imagen - aquella representación de la sangre del Salvador, derramada por el perdón de nuestras culpas no hubo quien con sollozos no explicara su ánimo, fue el de todos arrojarse a los pies de sus mayores contrarios, que eran pocos en aquella ciudad los que mantenian enemistad". Sigue Burrieza: "Gamir narraba con gozo aquella reconciliación entre los setabenses. Las palabras que escribe el jesuita valenciano paracen calcadas a las que publica Calatayud años después en este "Arte y método" al que estamos recurriendo de forma constante: "ordinariamente, en los pueblos grandes y pequeños, donde asisten a la función, suelen aquella tarde y noche andar Parientes, Vecinos, Amos, Criados, Eclesiásticos, Nobles, Señoras, unos por las casas de otros a reconciliarse y hacer las paces (...) de suerte que parece una tarde de Jueves Santo según anda la gente". Y sigue Burrieza: "Es la conocida función de los enemigos. De alguna manera debían recordar los jesuitas a estos fieles de Xàtiva las devociones manifestadas hacia el patrón de las misiones."
Como vemos, solamente se nombra el Jueves Santo para decirnos que "la conocida función de los enemigos" se practicaba en la misión como si de Jueves Santo se tratara. ¿Por qué tenía lugar? Porque era la ocasión propicia, después de los sermones y motivación de la gente para que todo el mundo se reconciliara e hiciera las paces. Que esto tuviera lugar generalmente en Jueves Santo (precisamente por esa causa instituido Día del Amor Fraterno), no quiere en modo alguno decir que las penitencias extraordinarias al modo desgarrador descrito por Gamir, según se incluye en el comentario introducido en el blog, fueran habituales en las celebraciones de la Semana Santa ni atribuibles a una congregación concreta y determinada.
Ciertamente, aquellas espectaculares misiones solían programarse durante la cuaresma; pero, insisto, ni se deduce del trabajo que hemos comentado ni de su extenso contenido en citas bibliográficas se llega a otra conclusión que la dicha: el procesionar penitentes anónimos disciplinantes puede, a la sazón, ser plausible, pero no es trasunto de ninguna tradición setabense históricamente probada. Lo que no quiere decir que neguemos la posibilidad de que aparezca, fruto de la investigación, un punto de contradicción a mi tesis.

Puedo poner a disposición de quien me lo solicite el trabajo a que me he venido refiriendo, que contiene innumerables citas de otros autores, como Isaies Blesa, Ramírez Aledón, Ventura Pascual i Beltrán, etc., y muy en particular del Padre Pedro Calatayud, autor de una obra en "...que ofrece al público en dos tomos para mayor facilidad y expedición de los ministros evangélicos, párrocos y predicadores en misionar, doctrinar y predicar y para mayor fruto y bien espiritual de los próximos", obra posterior a las citas de Gamir y que nada tiene que ver con las celebraciones de la Semana Santa.
En fin, estimados amigos: nos hemos adentrado muy esquemáticamente en los entresijos de una época difícil; nada más y nada menos que el tiempo de una antigüa ciudad destruida por Felipe V, que luchaba por renacer, pero no solo materialmente, sino también espiritualmente. Me pareció sobrecogedora una frase leída en el trabajo base de este comentario en boca de Gamir: "Xàtiva era la ciudad más viciosa y escandalosa de este Reyno como era fama constante, y la ocupación continua de Virreyes y Ministros assi eclesiásticos como seculares..." Evidentemente, hacían falta misiones, prédicas y penitencias...

Vuestro, MIGUEL MIRA

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2 comentaris:

Un Penitente ha dit...

Con todo respeto voy a dar una escueta respuesta (obviando la cuestión de san Vicente Ferrer que espero desarrollar en una próxima respuesta) a su aseveración de que las procesiones penitenciales son mas propias de las tierras castellanas.
Voy a basarme únicamente como fuente en el libro de la hermandad de portadores de nuestro padre Jesús Nazareno de Xátiva cuyo autor es Vicente Ribes Iborra.
En la pág. 13 hay un pequeño relato de la crónica de francisco Gabaldá O.P. referida a la peste que azotó a valencia capital en el año 1648, no narra el referido fraile una procesión de penitencia: “Los penitentes (…) eran muchos unos ceñidos apretadamente de ásperas sogas, otros arrastrando gruesísimas cadenas otros sufriendo pesadas cruces” y el autor nos presenta este tipo de procesiones como la génesis de su propia cofradía en 1650 (Jesús Nazareno de Xátiva).
En la pág. 18 se narra una procesión de mediados del siglo XIX, transcribo aquí un párrafo: “El jueves santo a las seis de la tarde salía la procesión de Jesús Nazareno con los armados, el cirineo detrás y todos los hermanos cubiertos con túnicas moradas de cola y caperuza, atadas con un cordón blanco, cruz en le pecho, rosario al lado pañuelo al cuello y medias blancas y calzados de alpargata. Acompañaban los trompeteros tocando las bocinas cubiertas con un lienzo, en el que estaba pintada la pasión del señor, y una porción de penitentes vestido de nazarenos descalzos, o cargados con pesadas cruces cumpliendo una penitencia que habían ofrecido en sus enfermedades o peligros.” (Esto último resume el sentir de la sección de penitentes de la Cofradía del Cristo de la Flagelación).
En la pág. 22 nos habla del libro del cronista oficial de Játiva Sarthou Carreres “La Semana Santa Setabense” nos habla de la procesión de las Promesas que se celebraba en la tarde del Jueves Santo y nos hace una descripción de citada procesión: “Hombres con la cruz a cuestas también con los pies desnudos y hasta arrastrando a veces cadenas atadas a su cintura”. Siendo esto un claro ejemplo de procesión penitencial setabense.
Conclusión, basándome únicamente en el propio libro de su cofradía sección de portadores desmonto todos sus argumentos, (costumbres de ir descubiertos y el no ser propio de tierras valencianas las procesiones penitenciales).
P.D.:Un conocido anticuario setabense conserva un verduguillo penitencial de principios del siglo XIX con toda probabilidad perteneciente a la cofradía de Jesús nazareno.
Un Penitente.

Hermandad Portadores Nazareno Xàtiva ha dit...

En la entrada que se publicó en junio del pasado año, firmada por mí, sobre las costumbres y hábitos en los cultos externos de la Semana Santa Setabense, al reflexionar sobre la procesión del Santísimo Cristo de la Flagelación, después de un comentario anónimo a la crónica de la procesión de la imagen de traslado, dije:
"Así pues, de lo que se trata es de dejar sentado que para nada repugna el hecho de introducir ese estilo penitencial; pero ello no es óbice para comprobar si históricamente tiene precedentes en nuestra Semana Santa. Y hasta donde alcanzan las comprobaciones realizadas, podría afirmarse que no, pero sin que por mi parte pretenda dogmatizar, puesto que siempre cabe profundizar en el estudio de las costumbres antiguas y, en consecuencia, tendríamos, en su caso, que asumir la oportuna rectificación con base en documentos de autenticidad contrastada".
No negué, por tanto, la posibilidad de rectificar. Ni se trata de ocultar o ignorar antiquísimas costumbres que quedaron en desuso, aunque sea totalmente lícito reintroducirlas. Para nada ha de importar el anacronismo si el fin es acorde al espíritu penitencial.
He comprobado que, de nuevo, de forma anónima (nunca entenderé el anonimato como modo de leal comunicación) se ha introducido un nuevo comentario para contradecir algo que nunca publiqué -como en el texto reproducido se indica- con ánimo de dogmatizar. Siga, pues, si así lo prefiere, el "penitente" contradictor sin nombre en su empeño, cuyo trabajo no podemos agradecer puesto que no sabemos quién es.
En cualquier caso, de las referencias al trabajo del historiador Ribes, la primera cita del autor, tomada del cronista Francisco Gavaldá no podemos sino ponerla en paralelo a las citas de Gámir que dieron base al comentario del señor Penitente, ambas relatoras de actos penitenciales por distintas causas,pero no relacionadas con la Semana Santa. En cuanto a la procesión de Jesús Nazareno, que se relata en el mismo libro, según cita del autor, tomada de otras de cronistas del siglo XIX,nada que oponer. Solo reiterar que de esas escasas referencias, yo al menos no me atrevo a conjeturar, porque carezco de datos, hasta cuándo estuvo vigente la costumbre del tipo de penitencia de que se nos habla ni si también esta disciplina se observaba por otras cofradías. Lo dejo a los historiadores: es su papel. Pienso que hallándose en desuso tal disciplina penitencial, quizás por la superación de la época tenebrista, la relajación de las costumbres o un distinto enfoque pastoral, el retomar el estilo de representación de que hablamos -como en un renovado auto sacramental- será positivo, o no,desde el punto de vista religioso, ad intra, dependiendo de la personal actitud del penitente de cara a la remisión de sus culpas; ad extra, desde el punto de vista estético, si la puesta en escena depara la contemplación de lo bien hecho, cuya sensación de excelencia puede ser comparable a la que nos proporciona la contemplación de, p. ej., una obra pictórica.
Con todo respeto, MIGUEL MIRA