dilluns, 30 de març del 2020

NO ESTAMOS SOLOS


La voz de los Obispos

            Anoche 13TV ofreció un programa extraordinario, en el que uno a uno todos los obispos de España (excepto tres afectados por el Covid19) dirigieron unas palabras de aliento y de esperanza a todos los fieles. Dos o tres minutos. Desde su despacho, desde un balcón de su casa, el patio del obispado, una capilla o una sacristía…      Lo que me llamó la atención: todos excepto dos, aparecían con “clerigman”; uno se presentó vistiendo un alba y el otro apareció revestido con capa pluvial y mitra. Éste fue nuestro paisano Monseñor Reig Pla.
            En general, invocaron algún pasaje de la Escritura, para proclamar que no estamos solos y, así, refirieron palabras de Jesús, cuando nos dijo que estaría con nosotros hasta el final de los tiempos, o también algunos reiteraron el pasaje de la tormenta en el mar de Tiberíades, el temor de los apóstoles y  el reproche siempre cariñoso del Maestro: hombres de poca fe, no tengáis miedo. Otros dos obispos aludieron a la carta a los Romanos (12-12), donde San Pablo nos exhorta a que la esperanza nos tenga alegres, a  mantenernos firmes en la tribulación y a la constancia en la oración.
            Y hubo una nota simpática. Uno de los obispos más jóvenes apareció sentado a la mesa del comedor de su casa, en donde convive con un matrimonio con dos hijos. El niño, de unos diez años estaba de pie a su derecha; la niña –doce o trece años- a su izquierda. Su breve parlamento nos ofreció la comparación con el diluvio: el niño mostró un folio en el que había dibujado el Arca de Noé, en la que se nos resguardaba de aquella tempestad, de la que no estaríamos a salvo hasta que apareciera una paloma con…, y la niña mostró una ramita de olivo. Era, pues, el símbolo de la travesía de la esperanza.
            Rubricó las intervenciones el Arzobispo de Barcelona, reiterando, como todos hicieron, el agradecimiento a los equipos sanitarios, a la debida obediencia a las instrucciones de las autoridades y exhortándonos a la oración en la seguridad de que no estamos solos, porque Dios no nos abandona, pidiendo nuestra solidaridad y alzando los ojos hacia María nuestra Madre.
            Yo añadiría: en este camino duro y oscuro nada hemos de temer si nos apoyamos en la vara de  la confianza en el Señor y en el cayado de su misericordia.

               Vuestro, Miguel Mira