divendres, 31 de març del 2023

Santísimo Cristo de la Expiración

 

“El Cachorro”

 

            Desde prácticamente su fundación, la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración procesiona su imagen de clavario el jueves de la Semana de Pasión  y desde que sus portadores, al son de la marcha Mater Mea, zarandean y elevan la imagen al grito de ¡al cielo!, es exponencial el número de personas expectantes que se agolpan a su paso durante todo el recorrido para presenciar este peculiar modo de demostrarle a Cristo crucificado su cordial devoción. Y la noche de ayer no fue una excepción. Fui a ver la procesión a la Plaza de San Jaime. Puede que ni el Jueves ni el Viernes Santo se aglomere tal cantidad de espectadores, hecho que vuelve a repetirse en cada plaza del itinerario. Es curioso ver cómo la gente se traslada a toda prisa por las calles adyacentes para hacer piña en la próxima plazoleta o en el punto señalado para el baile de la imagen. Quisiera pensar que es fervor, pero me permitirán que tenga mis reparos. No obstante, este fenómeno popular se repite, como digo, de año en año.

            Quiero contarles otra curiosidad. No sé si se han fijado que los cofrades llevan un fajín blanco que ciñe la túnica morada y que, al centro, lleva bordado un escudo: el de Xàtiva y sobre él, en hilo de oro, una palma y, a un lado, una piedra de molino, como la que lleva consigo la imagen de Sant Feliu. Pues bien, la razón de ser de ese diseño tiene su origen en que, al fundarse la cofradía tenía idea de que la imagen de El Cachorro se depositara para el culto en la iglesia de San Félix y fue mi padre (uno de los entusiastas promotores) propuso añadir aquellos símbolos del martirio, mirando al fin propuesto, idea que nadie discutió, materializándose en ese precioso bordado sobe el fajín blando de penitentes y portadores. Aquel propósito inicial respecto a la sede no se cumplió, dados los evidenes problemas que suponía, a la vez que el Sr. Abad, a la sazón, D. Paco Vicedo aconsejó la custodia y culto de la imagen en la Colegiata.

            La banda de percusión y viento-metal de la cofradía (aunque tiene identidad y estatutos propios), que estuvo detenida varios minutos en el lugar donde estuve esperando el paso del desfile, como ustedes ya han podido ver desde hace varios años, lleva una uniformidad también peculiar y no es ya una banda de cornetas y tambores al uso, porque lleva una sección de trompetas (no es lo mismo), que le dan mayor afinación a los toques que ofrece y, de otra parte, la percusión no se pasa de lo discreto. Con paso marcial, abre el cortejo, seguida de un estandarte de grandes proporciones. Tras él un  buen número de acompañantes, pero no tantos como otros años, como tampoco fueron muchos los cofrades con vesta, a quienes una afanosa arregladora daba instrucciones para que guardaran el orden. Le seguían miembros de una cofradía invitada: la del Santísimo Cristo de la Expiración y Virgen del Patrocinio de Ontinyent (con la que están hermanados) y, a continuación, los portadores que han de turnarse en la llevanza del anda. Por cierto que me sorprendió positivamente ver cómo las barras de la parte derecha del anda era portada por los hombres con su particular uniformidad, y las barras de la pate izquierda eran portadas por mujeres con su vesta.

            Detrás de la imagen, las presidencias. No asistió sacerdote.

            Cerraba la procesión la banda de música de Banyeres de Mariola.

           

            Con afecto, Miguel Mira