SEGUNDA MISA ESTACIONAL
En la Parroquia de San Pedro Apóstol, con una asistencia de fieles aceptable, y, en menor medida, de cofrades de nuestras hermandades, concelebraron esta eucaristía los sacerdotes de las cinco parroquias
de la ciudad, presidió la celebración el Párroco D. José Estellés,
quien destacó la importancia de estos actos unitarios de los católicos de Xàtiva precisamene en este camino cuaresmal.. Animó la liturgia el grupo de cantores de la parroquia y, finalmente, los concurrentes fueron obsequiados con una estampa de Santa Teresa,de especial devoción en esta parroquia, en la que se lee el conocido y hermoso canto de la Santa "
El texto del canto "Nada te turbe" está basado en un poema de Santa Teresa de Jesús. Aquí tienes la letra:
Nada te turbe,,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
solo Dios basta.
El próximo miércoles, la Misa Estacional será en la Parroquia del Carmen.
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Queridos amigos: tras estas fiestas de San José, bucle valenciano en una Cuaresma pasada por agua, al volver al camino del diario quehacer, se me ocurre que no estaría de más parar unos minutos de nuestro tiempo y reconvertir el ánimo hacia el camino que venimos siguiendo desde el Miércoles de Ceniza, recordando, por ejemplo, que los problemas siguen existiendo y que debemos alentar a la irrenunciable acción caritativa de la Iglesia y, en concreto, con la vista puesta en Cáritas. Pienso que sería plausible hacer nuestra esta oración:
Padre Bueno, aquí nos tienes. Levantamos nuestros ojos hacia tí y nos ponemos en tus manos. Haz de nosotros lo que quieras,
porque tú, que sabes cuáles son nuestras necesidades, al ver la súplica de nuestra mirada, pondrás a nuestro alcance aquello que más nos acerque a Tí. Por ello, este tiempo que nos conduce hasta la Pascua, debemos sentirlo como una oportunidad que nos ofreces para que nos liberemos de nuestras contradicciones y, llenos de tu misericordia, sentirnos confortados por tu perdón.
Queremos aceptar todo lo que venga de Tí,
con tal de que tu voluntad se cumpla en cada uno de nosotros,
en nuestras comunidades cristianas y en todas tus criaturas.
¿Qué más podríamos desear, Padre?
Te confiamos nuestro corazón y nuestras manos, y, firmes en la fe que nos infunde tu mirada, como ella nos invita, ayunaremos de los excesos de nuestro individualismo egoísta e insolidario; miraremos la vida y cuanto nos rodea más allá de nosotros mismos para encontrarnos con el otro; y, así, con nuestra mirada vuelta hacia quienes nos tienden sus manos vacías de lo imprescindible, con su ensordecedor grito de esperanza, seamos capaces de volcar en ellos, esos hermanos nuestros, el testimonio de tu misericordia, porque somos convictos y confesos de que nada es “nuestro” y somos capaces de responder con la mano fraternalmente tendida.
Padre bueno, nos ponemos en tus manos sin medida, con infinita confianza. Llévanos al desierto, acompaña nuestro discernimiento,
colma nuestra esperanza, muéstranos tu misericordia y acógenos sin reservas, porque sabemos que “tu bondad y tu misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida, y habitaremos en tu Casa, Señor, por años sin término”*
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* (del Salmo 22)
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Corresponde, pues, ahora prestar atención al Evangelio del tercer Domingo de Cuaresma: Lucas 13, 1-9.
He pensado que, aplicando el aforismo “lo que abunda no daña”, antes de leer la parábola de “la higuera estéril”, sería útil copiar aquí una reflexión perfectamente compatible con la más extensa de D. Joaquín Núñez, de un buen amigo, de cuyo nombre no debo hacer uso, y que dice así:
Esta parábola nos habla de la paciencia y la misericordia de Dios. A menudo, en nuestra vida, somos como esa higuera: recibimos los dones de Dios, pero no siempre damos los frutos esperados. Puede ser que nos acomodemos en nuestra fe, que caigamos en la tibieza espiritual o que dejemos pasar oportunidades de amar y servir.
Sin embargo, el Señor no nos condena inmediatamente. Él es como el viñador que pide más tiempo para trabajarnos, para darnos las condiciones necesarias para crecer. Este tiempo de gracia es una oportunidad para convertirnos, para nutrirnos con la Palabra de Dios, con los sacramentos, con la oración y con la caridad.
Pero esta parábola también nos recuerda que el tiempo no es infinito. Dios nos da oportunidades, pero espera una respuesta de nuestra parte. No podemos conformarnos con recibir su amor sin responder con frutos de justicia, generosidad y fidelidad.
Hoy es un buen día para preguntarnos: ¿qué frutos estamos dando en nuestra vida cristiana? ¿Estamos aprovechando el tiempo que Dios nos da? ¿Estamos dejando que Él nos abone con su gracia para transformar nuestro corazón?
El evangelio de hoy
AA) Llamada al arrepentimiento.
“En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de los galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque han padecido esto? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén. No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
BB) Parábola de la higuera estéril.
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Mira, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde? Pero él le respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no, la cortas."
COMENTARIO de D. JOAQUÍN NÚÑEZ
(A: Llamada al arrepentimiento). “Os digo que si esta sociedad no se convierte, todos pereceréis de la misma manera”. Esta es la frase de Jesús con la que ataja la dubitativa cuestión que le plantean aquellos que querían saber por qué unos galileos mueren asesinados por los soldados de Pilatos o los otros que murieron al derrumbarse la Torre de Siloé. ¿Qué pecados cometieron para recibir tan trágico final? Es esta una duda frecuente también entre nosotros, cuando andamos buscando un culpable que cargue con la causa de nuestros males.
Vivimos en una sociedad sin Dios, en la que incluso, para muchos de entre quienes se declaran cristianos, sus valores no son las palabras de Jesús, sino los valores de este mundo. El cristiano sabe que Jesús no amenaza, advierte con todo su cariño. Si esta sociedad no se convierte, si no nos tratamos como hijos de Dios, corremos el peligro de no tener más valor que aquel que tienen las obras propias de nuestro egoísmo.
Los poderosos juegan con nosotros como soldados que matan a otros soldados y a las víctimas colaterales de sus máquinas de muerte.
Los poderosos quieren dominar al mundo entero. Si esta sociedad no se convierte podemos terminar como “los galileos” o como los que aplastó la “torre de Siloé”.
Después de estos razonamientos Jesús nos propone una parábola, la de la higuera estéril:
“Uno tenía una higuera plantada en su viña…” Quienes la escucharon sabían que la higuera era el símbolo de Israel y la viña el campo del Señor. El tal
“Uno” fue a buscar los frutos de la higuera plantada en medio de su viña y no los encontró.
*(A pesar del citado simbolismo, es de considerar que el dueño de la viña está requiriendo que la higuera dé frutos, ergo se debe entender que cada uno a quien Jesús se dirige -yo mismo- es el árbol que no debe quedar estéril y cuando el dueño venga a examinarme si permanezco sin fructificar, prescindirá de mí; sin embargo, prevalecerá la paciencia del Señor de la Viña y seguirá dándome la oportunidad que habré de aprovechar, porque Él, el labrador, habrá abonado, regado, pulverizado y cavado la tierra y produciré el fruto deseado).
Todos sabemos o intuimos que la Viña es la Iglesia y, en este caso, los frutos de la Higuera son los que rendimos cada uno de nosotros; y, como sabemos, los frutos de la higuera son dulces al paladar; pero para que sean dulces y apetitosos han de ser resultado del cultivo exquisito, según el uso y costumbre del buen labrador, es decir, del que obra como obró Jesús: aprendiendo de su mansedumbre y su humildad. En ninguno de los evangelios encontramos, no abundan, las prácticas religiosas que hiciera Jesús; hablan, esos sí, de sus obras misericordiosas hechas con amor, con mucha sencillez, sin buscar el agradecimiento o satisfacer su vanidad. Si así actuáramos nosotros, cataríamos nuestra propia miel, dando gloria a Dios. Pero esos frutos no son los que aparentamos.
Deberían ser la ternura, la cercanía a los pobres heridos por la falta de amor. Esos son los frutos que Dios viene a buscar de cada uno de nosotros, o, al menos, encontrando un sincero intento de conseguir serlo, sabiendo que lo más importante es querer ser como Jesús.
Tres años, número perfecto, es decir siempre; “si vengo y no encuentro fruto, corta la higuera”, le dice al labrador el dueño de la viña. Jesús que es el Labrador, le pide al Padre que nos deje un año más, que él nos enseñará, nos perdonará, nos llenará con su paciencia amorosa. Él es quien nos enseña a tener paciencia con los que nos rodean y con nosotros mismos.
Desearos un feliz domingo, tercero de Cuaresma, a ver si somos capaces de perdonar, comprender las cobardías, los egoísmos de los pobres, tan pobres como nosotros, sabiendo que Jesús tiene paciencia con nosotros todos los años.
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