dijous, 28 d’agost del 2025

¿DÓNDE ME SIENTO...?

 

DOMINGO XXII, ciclo C

            Con la puntualidad ad acostumbrada, D. Joaquín Núñez nos interpela con su comentario al Evangelio según SanLucas 14, 1.7-14:

1.      Jesús entra a comer en casa de un fariseo un día de sábado.

2.      Al ver cómo los invitados escogían los primeros puestos, cuenta una parábola: aconseja no buscar los lugares de honor, sino sentarse en los últimos, porque “quien se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

3.      Luego se dirige al anfitrión y le dice que, cuando ofrezca un banquete, no invite a amigos, hermanos o vecinos ricos que puedan corresponderle, sino a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Así será dichoso, porque ellos no tienen con qué pagárselo, pero recibirá la recompensa en la resurrección de los justos.



Comentario

 

      Comienza el Evangelio de este domingo con la invitación a Jesús a una casa de un fariseo principal, donde asistió a un banquete. Parece que Jesús está atento a cómo los comensales eligen sitio. Hay quien busca los mejores asientos, creyéndose con más derechos que los demás.

      Planteado así, es algo muy sospechoso, pues el pueblo judío, por Ley, tenía claro dónde debía ocupar su puesto cada invitado o en la mesa familiar o en el que se le hubiera asignado, así como quién y cuándo podía o no hablar. Pensemos que Lucas trata de advertir a su comunidad algo que desde el principio arrastramos en nuestras celebraciones: vanidad, tenerse por perfecto, ser el más generoso y creerse el mejor; algo que se daba entonces y ahora.

     San Agustín, en sus escritos, nos advierte que la vanidad y el orgullo dividen cualquier comunidad, ya que separan al ser humano de Dios; conduce a la división interna y a la discordia con los demás. La vanidad, al buscar la alabanza humana y la satisfacción propia, refuerza esta separación, obstaculiza la búsqueda de la verdad y la unión con lo divino. Esa es la realidad en muchas de nuestras comunidades. Él, trata de evitar ese problema, inherente al hombre, luchando con la virtud de la humildad. El orgullo puede llevar a la pérdida del amor a Dios y al prójimo al crear una barrera de autosuficiencia y falta de humildad. El orgulloso se enfoca a sí mismo creyendo que no necesita a Dios ni a los demás. El orgulloso no sabe de sus pecados, se ve incapacitado para buscar a Dios; al sentirse perfecto, no empatiza con sus próximos, el amor lo tiene en su boca, pero no en su corazón. Practican una religión, aman más las formas que la fe, que solo la gracia alimenta.

   Cualquier comunidad, sea o no religiosa, encuentra dificultad para desarrollarse si no dispone de aquellas personas que están dispuestas a darlo todo, en la acción  caritativa, la catequesis o en la liturgia, es decir en aquello que puede ser más necesario. Ojalá pudiéramos decir con aplauso de todos: haced cada cual las cosas que sabéis hacer para bien de todos.

    En la vida individual aprenderemos, vencida que sea nuestra vanidad, cuál es nuestra competencia, nuestra angustia o nuestro empeño por ser esclavos de los demás, aprenderemos a celebrar un banquete de alegría compartida con nuestros amigos más necesitados, con pobres de quienes no nos avergonzaremos, sobretodo con aquel que más nos ama, nuestro amigo Jesús.

    Jesús nos convoca a su banquete y nos llama a todos; tiene a su lado al discípulo amado, como en la Cena de Jueves Santo o al pie de la Cruz, ese discípulo amado que podemos ser cualquiera de nosotros al vivir como Él, mansos y humildes de corazón..

    San Lucas nos ofrece una catequesis de una gran actualidad: si en su comunidad encuentra vanidad y orgullo, es claro que así no se puede convocar al banquete de Jesús, ocurre que hoy tampoco se puede. Sin embargo, todos nos sentimos llamados: los orgullosos, los vanidosos y los humildes, aquellos que desde la humildad esperan ser llamados si son necesarios.

      Feliz domingo a todos, a los que sirven y los que son servidos.

 

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 Es claro que la imagen es la de la Santa Cena, pero me ha parecido oportuno insertarla, por ser el Banquete al que el Señor nos invita siempre...

Buen finde, amigos. Cordialmente, Miguel Mira

dimecres, 20 d’agost del 2025

DOMINGO XXI (C)

 

LA PUERTA ESTRECHA

 

 

            Pasadas ya, un año más, todas nuestras fiestas locales, nos incorporamos a la tarea de cada día, con o sin calor, y seguimos necesitando pararnos de trecho en trecho para airear nuestra rutina con temas de mayor enjundia que los pasacalles, espectáculos, direcciones prohibidas, huidas al campo o a la playa…, o aun contando con este sano esparcimiento de unas merecidas vacaciones. En cualquier caso, aun en tiempo vacacional, viene de perlas leer el Evangelio y meditar un rato con el apoyo del comentario semanal de D. Joaquín Núñez.

            Este próximo domingo es ya el XXI del Tiempo Ordinario, ciclo C, es decir, el siguiente:

 

            San Lucas 13, 22-30, un pasaje, en el que Jesús habla sobre la puerta estrecha y la salvación. El texto, según la Biblia de Jerusalén, es éste

           


            “Iba él enseñando por ciudades y aldeas, mientras se encaminaba a Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Y os responderá: “No sé de dónde sois.. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas. Y os dirá: “No sé de dónde sois. ¡Apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad! Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras vosotros sois echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y mirad: hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.”

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Comentario

    El Evangelio comienza mientras Jesús camina hacia Jerusalén y, como siempre, mientras enseña. Uno, quizá admirado por lo que nos ha dicho Jesús a lo largo de estos domingos pasados, o uno de nosotros mismos, aquí y ahora, porque somos mediocres o cicateros, o no queremos dar más de lo prescindible, preguntamos: ¿Señor, serán pocos los que se salven? La pregunta no es propia de un ser generoso que quiere seguir a Jesús. Es una pregunta más común de lo que parece.

      Pero Jesús responde a todo esto con palabras que a unos le asustan y a otros le  consuelan. Hay quien juega a salvarse y quiere dar lo estricto, y hay quien quiere seguir los pasos de Jesús y saber de su amor y entrega, de darse a los demás, cueste lo que cueste, con la generosidad hecha poesía en San Juan de la Cruz: “el que no ama ya está muerto”, frase que significa que el amor es esencial para quien sigue a Jesús. La falta de amor implica una muerte espiritual.

      La puerta estrecha es la misma que vivió y por la que pasó Jesús. Cada uno de nosotros tenemos la nuestra,  pero, siempre amando; el Amor es la puerta estrecha. Todo amor libera a la vez que el amante se deja esclavizar por el Amado; quien no ama no puede ser cristiano. Dios es amor: “por amor seremos juzgados”, aunque no sea una cita textual de San Agustín, resume la esencia de su teología. Es decir, el amor a Dios y al prójimo son esenciales para la salvación. Él enfatiza cuando dice que el amor es la síntesis de la ley y que, al final, la calidad de nuestras vidas se evaluará en función de cuánto hayamos amado tanto a Dios como a los demás, y no es fácil amar como Jesús nos amó y nos ama. El amor a Dios, según Agustín, debe ser la motivación principal de todas las acciones humanas y el amor al prójimo implica una preocupación genuina por su bienestar y su salvación. Esa es la puerta estrecha. Con San Juan de la Cruz, tendremos en cuenta con amor que, al atardecer de la vida,  nos examinarán del Amor, y nos examinará Dios que es el Amor mismo y lo hará con amor. Concluimos con San Agustín que se nos examinara de cómo y a quienes hemos amado.

    No nos pedirán ni tan siquiera las veces que hemos comulgado, los rosarios que hemos rezado, ni las romerías o peregrinaciones que hemos hecho, ni los nuestros rutinarios sacrificios hechos sin amor, con ansia de acumular méritos. A Dios no lo podemos comprar ni sobornar. Entonces Jesús dirá: “no se quienes sois“, aunque nosotros insistamos diciendo: “si, Señor, hemos comido y bebido contigo, has enseñado en nuestras plazas…”. Él responderá: “no se quiénes sois”, y lo más terrible, “Alejaos de mí, malvados”, “el que esté de pie, mire no caiga”, (San Pablo, 1 Co.10, 12).

    Feliz domingo queridos amantes, amémonos como quiere Jesús, y amemos a los que son nuestros prójimos, para que el Señor nos diga: “Bien, siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu Señor” (Mt.25,23).

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            Hasta pronto, amigos. Cordialmente, Miguel Mira

dijous, 14 d’agost del 2025

Breve historia de una devoción. - XX Domingo del Tiempo Ordinario

 

ACERCA DE LA DEVOCIÓN A LA DORMICIÓN DE LA VIRGEN.


 

            Entre los siglos V y VIII, en la Hispania romana dominan los visigodos, pero no así en el Levante conquistado por el Emperador Justiniano el Grande, quien en su empeño de restaurar el Imperio Romano de Occidente, fundó la Provintia Spaniae o Hispania bizantina. Justiniano pactó con el rey Atanagildo para luchar contra Ávila, otro visigodo en lucha continua, pero Bizancio tomó posesión del territorio conquistado. Desembarcan en Cartagena, tomando un amplio territorio donde predomina una cultura romanizada. Lo cierto es que Bizancio nos va traer su liturgia y sobretodo sus devociones, siendo una de ellas la devoción a la Virgen en su Dormición. Iconos de esta devoción, los hay a miles, y así  aparecen: la Virgen Dormida rodeada de los Apóstoles que no miran a Jesús, en tonos azulones o blancos,  y tienen en sus manos a una niña viva, vestida con los pañales típicos de los recién nacidos. María nace a la Vida Eterna. Esa es en nuestras tierras la heredada devoción a la Virgen Asunta al Cielo, no de pie, sino acostada en una hermosa cama.

            El rey Don Jaime, gran devoto de este misterio, dedicó la Mezquita Mayor de Xàtiva a la Asunción de Nuestra Señora. Con el tiempo, su imagen quedó en la Capilla del antiguo Hospital, mirando al pueblo de poniente a levante. En las primeras Vísperas solemnes, con más solemnidad que en  otras fiestas de la Virgen, la Cofradía de la Asunción organizaba una procesión en la que participaban devotos disfrazados de Apóstoles y discípulos portando la cama que se depositaba en el presbiterio, cantando las vísperas solemnísimas a cuatro voces, órgano y orquesta de la Colegiata.

            El día 15 de agosto, solemnidad de la Asunción, se cantaba tercia y se celebraba Misa solemne, en la que el Maestro de Capilla estrenaba una partitura nueva; pero todo este material se quemó, junto con el Coro de los Canónigos, el día aciago en que la Colegiata ardió víctima del odio al cristianismo. Durante ocho días se celebraba la Octava u Octaba, las dos formas son válidas.

            Todo eso queda para la memoria, yo transmito lo que, siendo seminarista, me contaba el canónigo don Enrique Agustí Pallás y lo escribo para compartirlo con los setabenses que accedan a su lectura, a fin de que se sepa, pueda difundirse y no se olvide.

 

            Después de esta interesante curiosidad histórico-mariana, nos reclama la reflexión semanal del Santo Evangelio en el

 

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C

San Lucas 12,49-53

49 “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
50 Tengo que pasar por un bautismo, y ¡qué angustia siento hasta que se haya cumplido!
51 ¿Creen que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo, sino división.
52 Porque de ahora en adelante, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”

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Es un pasaje donde Jesús advierte que su mensaje no siempre trae armonía social o familiar, sino que puede provocar división por la decisión de seguirlo o rechazarlo, pero veamos cómo trata el tema nuestro colaborador y amigo D. Joaquín.

Comentario

 

     “He venido a prender fuego en el mundo, ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!”. “Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!”. Palabras que nos admiran en boca de Jesús. Son palabras de gran solemnidad que nos dejan perplejos y hacen que nos preguntemos qué pasaba en la comunidad de Lucas para que nos relate este momento de la vida de Jesús, y qué nos dice hoy. En el evangelio del domingo pasado el Señor nos decía: “por no ser ni frío ni caliente te vomitare de mi boca”. Así pues, hoy continuamos con el mismo tema, ¿somos fríos o calientes?

    Para entender mejor este evangelio necesitamos saber qué es el “fuego” en el Antiguo Testamento. Significa tanto la presencia como la santidad de Dios. Así, p. ej., en el Sinaí, en la zarza ardiendo, donde Moisés descubre la voz del Señor dándole las Tablas de la Ley. También significa la purificación. Además, el fuego describe la justicia de Dios y el juicio sobre el pecado, tanto como la necesidad de purificación espiritual. Asimismo, el fuego desciende del cielo y consume el sacrificio de Elías, demostrando el poder de Dios. Igualmente, por el fuego se erradica el pecado.

     En san Agustín, a lo largo de sus escritos, nos dice que: la zarza ardiente es como un fuego que ilumina, calienta y une, pero no consume, es similar a la Palabra de Dios que transforma la vida. También en algunos de sus sermones, compara el fuego con el Amor de Dios, ”es metáfora que enciende el corazón, rompe la sordera espiritual, ilumina la ceguera y lleva a la conversión” y así nos haríamos interminables al considerar el tema del fuego de este Doctor de la Gracia. El fuego sagrado que nos llena del Espíritu Santo, del Amor divino que nos llena con su Gracia.

    Ahora podemos entender qué nos dice Jesús, en lo de, “he venido a prender fuego” y, “ojalá estuviera ardiendo”. Esa es su misión como Mesías: hacer hijos amantes de Dios, aunque antes tiene que pasar por un bautismo, un bautismo que le produce una angustia de muerte,(como veremos en la “Oración del Huerto de los Olivos” el Jueves Santo).

     Su doctrina de Príncipe de la Paz es muy hermosa, pero la fuerza del amor que provoca en unos es la misma que, en otros, se torna en odio. No todos se abren a la Gracia, ni son capaces de entender el Amor del Dios que niegan.

    Por eso, San Lucas dice a su comunidad que no comprenden que la doctrina de Jesús, tan hermosa, les provoque tantos y crueles enemigos (pensemos que cuando Lucas escribe su evangelio, alrededor del año 80, Pedro y Pablo, en el 64, ya habían sido martirizados en Roma).

     A partir de aquí, podemos aducir nuestra propia experiencia. Todos conocemos casos de enfados entre parientes que se oponen cuando alguien de nuestra familia opta por elegir ser: misionero/a o religioso/a o sacerdote, en esta sociedad tan secularizada, y, siendo esto es lo más suave, lo más grave ya se daba en tiempo de san Lucas. Él no solo escribe esta experiencia de persecuciones y traiciones para fortalecer la fe y esperanza en Jesús, es la advertencia a los cristianos de hoy en tierras de misión, todos hermanos nuestros, que sufren persecución y tormentos. De muchos países nos llegan testimonios de Fe, defendida con valentía, traicionada por antiguos amigos y familiares, como nos dice Jesús en el evangelio de este domingo. Entre nosotros viven sirios, recién llegados desde su tierra, que nos cuentan la crueldad o martirio de gentes fanatizadas, con quienes ayer convivían. Ocurre desde el principio; la historia del cristianismo comienza con un beso, el beso de Judas que traiciona a quien le demostró sólo amor y confianza. Jesús fue el primer traicionado y el más odiado, el primer mártir por enseñarnos que Dios es amor y que hemos de aprender a amar como Él nos ama. Hoy nos dicen, los que siguen la contabilidad de estas cosas, que hay más mártires de los que hubo durante todo el Imperio Romano. Y así, a lo largo de todos los siglos, encontramos mártires que han defendido su fe y amor a Dios con su propia vida.

   Feliz domingo. Mantengámonos en la fe, una fe amorosa, sin medias tintas, mostrándola con hechos, a pesar del menosprecio de los que no quieren compromisos, incluso los de nuestra comunidad o nuestra familia.

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Hasta la próxima. En la víspera de la Asunción, saludos cordiales… Miguel Mira

 

dimecres, 13 d’agost del 2025

EN LA SUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Parece oportuno que en vísperas de fiesta tan arraigada en nuestra ciudad y, especialmente, por ser la titular de la Insigne Iglesia Colegial Basílica y Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, nos detengamos unos minutos a reflexionar con base en el hermoso texto que nos propone D. Joaquín Núñez, que toma la iniciativa a partir de dos apoyaturas indiscutibles: el relato de la visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel, que transcribo seguidamente y un sermón del Papa 
Benedicto XVI. Adentrémonos en la lectura de estos textos. Cordialmente, recibid un afectuoso saludo de Miguel Mira

Lucas (1, 39-56) es el pasaje del Evangelio según san Lucas que narra la Visitación de María a su prima Isabel y el Magníficat.

1.      La visita de María a Isabel (vv. 39-45)

o    María, tras la Anunciación, se dirige con prontitud a la región montañosa de Judea.

o    Al saludar a Isabel, el niño (Juan Bautista) salta de alegría en su vientre.

o    Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce a María como la “madre de mi Señor” y la proclama bienaventurada por su fe.

2.      El Magníficat (vv. 46-55)

o    María responde con un cántico de alabanza a Dios:

§  Reconoce la grandeza de Dios y su acción en su vida (“mi alma glorifica al Señor…”).

§  Celebra la justicia divina que exalta a los humildes y derriba a los poderosos.

§  Recuerda la fidelidad de Dios a las promesas hechas a Abraham y a su descendencia.

3.      Conclusión (v. 56)

o    María permanece con Isabel unos tres meses y luego regresa a su casa.

            Transcribo el texto que cita en su comentario D. Joaquín Núñez, que copio a continuación: 

            “Creo que la mejor homilía  que podemos hacer en esta  Solemnidad de la Asunción de María a los cielos es un fragmento de la homilía que el Papa Benedicto XVI  pronuncios en la Basílica de San Pedro  el año 2011, creo que es un mensaje lleno de delicada teología  mariana.                     El Evangelio de san Lucas que arriba ppodéis leer, nos muestra esta arca viviente, que es María en movimiento: tras dejar su casa de Nazaret, María se pone en camino hacia la montaña para llegar de prisa a una ciudad de Judá y dirigirse a la casa de Zacarías e Isabel. Me parece importante subrayar la expresión «de prisa»: las cosas de Dios merecen prisa; más aún, las únicas cosas del mundo que merecen prisa son precisamente las de Dios, porque representan la verdadera urgencia para nuestra vida. Entonces, María entra en esta casa de Zacarías e Isabel, pero no entra sola. Entra llevando en su seno al Hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente, en aquella casa la esperaban a ella y su ayuda, pero el evangelista nos guía a comprender que esta espera remite a otra más profunda. Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista son, de hecho, el símbolo de todos los justos de Israel, cuyo corazón, lleno de esperanza, aguarda la venida del Mesías salvador. Y es el Espíritu Santo quien abre los ojos de Isabel para que reconozca en María la verdadera arca de la alianza, la Madre de Dios, que va a visitarla. Así, la anciana pariente la acoge diciéndole «a voz en grito»: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43). Y es el Espíritu Santo quien, ante Aquella que lleva al Dios hecho hombre, abre el corazón de Juan Bautista en el seno de Isabel. Isabel exclama: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (v. 44). Aquí el evangelista san Lucas usa el término «skirtan», es decir, «saltar», el mismo término que encontramos en una de las antiguas traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir la danza del rey David ante el arca santa que había vuelto finalmente a la patria (cf. 2 S 6, 16). Juan Bautista en el seno de su madre danza ante el arca de la Alianza, como David; y así reconoce que María es la nueva arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no guarda para sí esta divina presencia, sino que la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así —como dice la oración— María es realmente «causa nostrae laetitiae», el «arca» en la que verdaderamente el Salvador está presente entre nosotros.

Queridos hermanos: estamos hablando de María pero, en cierto sentido, también estamos hablando de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos destinatarios del inmenso amor que Dios reservó —ciertamente, de una manera absolutamente única e irrepetible— a María. En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios. Amén.”