dijous, 21 de març del 2024

EN LA SEMANA DE PASCIÓN

 

I.- QUINTA Y ÚLTIMA MISA ESTACIONAL DE 2024.

 

II.- VÍA CRUCIS PÚBLICO.

 

I

 

            El miércoles, 20 de marzo, acabado el trajín fallero, nos implicamos en el cambio de chip, para retornar a las reflexiones propias del tiempo cuaresmal, lejos ya de petardos, charangas, pasacalles y tradicionales desfiles de falleros y falleras con sus mejores galas, en su agasajo a la Mare de Deu de la Sèu, el lunes, y al Patriarca San José, el martes.           Así, súbitamente inmersos en la Semana de Pasión, cuando todavía resuenan los pasodobles y  algunos andan con su resaca o aturdidos por el atronador bullicio de la fiesta, la Parroquia de San Pedro abrió sus puertas, precisamente ese  miércoles, de una parte, para comenzar el triduo a Jesús en el Sepulcro:

            XIV Estación: “Señor, que descanses en mi alma hasta el día de mi resurrección”.

            Y, de otra, para acogernos a los católicos que peregrinamos en Xàtiva y celebrar las cinco parroquias, en íntima fraternidad, la eucaristía.

            Permítanme, pues, dirigirme a ustedes apoyado en la anterior jaculatoria, que aprendí -con las otras trece del Vía Crucis- ya hace  muchos años y cuando todavía andaba yo con los libros bajo el brazo, para acercarles a la última Misa Estacional de 2024.

                                                                          


            El Cristo yacente, a los pies del altar, presidiendo y, como es habitual, los sacerdotes de las cinco parroquias, concelebrando.

            Podemos afirmar que el templo cubrió su aforo.

            Nos ayudó a rezar el coro de la parroquia.

            Si bien fue el párroco, D. José Estellés, quien presidió la celebración, pronunció la homilía el Sr. Abad, D. Camilo Bardisa.

            El rema de su predicación se basó íntegramente en el tan conocido pasaje evangélico de La Samaritana (Jn 4, 5 ss). Podría seguir en la crónica, dejando esa simple referencia; pero la reflexión sobre dicho texto me parece que no me permite hacer tal cosa. Antes bien, trataré de resumir las palabras del Sr. Abad. En concreto, se fijó en tres puntos:

            1º.- Jesús, al sentarse junto al pozo, está acercándose a aquella mujer. El Señor siempre viene en nuestra búsqueda.

            2.- La mujer acude al pozo cargada con sus problemas y desilusiones; y se encuentra con un hombre, al que incluso le pide explicaciones; pero Jesús, pacientemente, escucha incluso sus impertinencias y va ganándose la confianza de ella, hasta ofrecerle no ya el agua que no sacia la sed, sino un agua de vida eterna… Y ya, finalmente, convencida de que está hablando con el Mesías, va deprisa a comunicar a sus convecinos su alegría por haberlo encontrado…, y

            3.- Seguida por los suyos, llegan ante Jesús y, al oírle, le piden que se quede con ellos…

            Bien, pues mi pregunta es: ¿Estoy convencido de que Jesús me busca para ofrecerme esa agua de vida eterna? ¿Su palabra me mueve a pedirle que se quede conmigo? ¿Soy consecuente con mi fe, o voy “a la mía”?

            Como si previera de qué se iba a tratar, quien decidió obsequiarnos con un precioso recordatorio con la fotografía del tesoro que es el retablo de San Pedro, al dorso, copió el famoso soneto de Lope de Vega, que no me privo de reproducir:     

 

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,

que a mi puerta cubierto de rocío

pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras

pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío

si de mi ingratitud el hielo frío

secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:

«Alma, asómate agora a la ventana,

verás con cuánto amor llamar porfía!»

¡Y cuántas, hermosura soberana,

«Mañana le abriremos», respondía,

para lo mismo responder mañana!

 

            Pienso que hoy tampoco salimos indiferentes.   Al finalizar, se cantó (D. José al teclado) el himno al Santo Sepulcro. Ya revestido con capa pluvial, el Sr. Abad rezó la oración final y nos despidió con sus mejores deseos.      He dejado para el final esta jaculatoria que la lectora de la acción de gracias, con real sentimiento recitó:

            “¡El Sepulcro es la puerta dela Resurrección!”

II

            A las diez y media en punto comenzó el solemne Vía Crucis Público, presidido por el Santísimo Cristo de la Palma, asistido de los cofrades de la Purísima Sangre, oficiando el Sr. Abad, acompañado del vicario, D. Antonio Polo.


            El itinerario fue el habitual, si bien el desarrollo del acto fue más ágil que en otras ocasiones. No puedo comentar atinadamente nada sobre el contenido de las estaciones, porque en la mayoría de ellas la audición fue muy irregular por defectos de la megafonía. Ahora bien, aquellas que pudimos escuchar, a mi parecer, fueron fáciles de entender y sus meditaciones llegaban muy claras a los participantes.


            Llego, en otro aspecto, a la crítica anual. Los/las asistentes (muchos,  no todos), de estación a estación no callan. Recuerdo que esto no se apreciaba cuando, ya hace unos cuantos años, se rezaba el rosario entre una y otra parada, pero la verdad es que no sé la razón  por la que se suprimió esta costumbre.

            En esta ocasión la Hermandad de Cofradías obsequió a los asistentes con una bonita pulserita que entrelaza diez pequeñas piedras y pequeños medallones, para el rezo del santo rosario.           

            Las fotos son de nuestro colaborador y amigo Rafa Blesa.

            Pues hasta mañana, si Dios quiere. Veremos y comentaremos el traslado del Santísimo Cristo de la Expiración.

            Saludos cordiales, Miguel Mira