dijous, 17 de juliol del 2025

A TONI PASTOR y COMENTARIO DE LA SEMANA

             ¡Cuando un amigo se va…!

            Aunque, como de costumbre, nuestro amigo Joaquín nos sorprende con reflexiones tremendamente críticas y exigentes, no puedo introducir hoy su comentario directamente sin el previo recuerdo de nuestras cosas que, a veces, puede que sean triviales o intrascendentes. No puedo hacerlo, porque el día 14 me sorprendió un mensaje de wjatsApp de un número de móvil no registrado, que escuetamente decía: Ha muerto mi tío Toni. De inmediato, pregunté: ¿Quién eres? “Soy Almerinda”, me contestó. No hubiera sido necesario preguntar, pero, incrédulo, insistí: ¿Tu tío Toni Pastor? “Sí, ya os seguiré dando noticias cuando las tenga”.

            Y, emocionado, triste y pensando con qué esperanza acudió a la intervención quirúrgica que ya nos había anunciado, fue inevitable que se humedecieran los ojos y elevara una sentida oración a ese nuestro Padre Jesús Nazareno, visible tanto en la foto suya,  vestido con la vesta, y otra con la imagen titular que sobre el féretro colocaron sus hijos.

            Me fue difícil pronunciar palabra cuando me dirigí a ellos en el tanatorio. Toni, fiel amante de nuestras tradiciones, al servicio de la Hermandad de Portadores en aquello que se le requería, ha formado parte de la Junta Directiva durante varios mandatos y ha acompañado a la Presidenta como vocal en la Junta Rectora de la Hermandad de Cofradías de Semana Santa. No era de los que callaba cuando cualquier propuesta o acuerdo no cuadraran con aquel severo concepto de lo que debe ser; con su sinceridad crítica colaboró siempre para que el rigor, en la forma y en el fondo, reinara en las decisiones de los Portadores o de la Hermandad.

            Nunca pasó por tu lado con un simple Adiós. Siempre tenía algo que sugerirte, comentarte, preguntarte o criticar, ¿por qué no? Hemos despedido a un hombre bueno, a un Hermano Portador, así, con mayúsculas. Deberá ser él quien rece por nosotros desde el puesto que Nuestro Padre Jesús Nazareno le tuviera preparado en una de esas “moradas” que Cristo prometió que nos iba a tener dispuestas allá en el cielo (Juan 14, 1-3). Pienso que Toni reunía los requisitos que, oídos a Jesús, San Juan transcribió en aquel pasaje de su evangelio.

 El próximo lunes, 21 de julio, a las 19 h. se rezará en Sant Francesc el Santo Rosario y a las 19’30 se le ofrecerá la Eucaristía. Hoy la Misa de corpore insepulto la ha celebrado el Ilmo. Sr. Abad, consiliario de nuestra Hermandad, pronunciando una homilía con temas de gran interés para la reflexión.

            Amigo y hermano Toni: ¡Ruega por nosotros, tus compañeros portadores!

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 XVl Domingo XVI del tiempo ordinario ciclo C, Lucas 10,38-42

            “Y sucedió que, yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos quehaceres; y, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, que no le será quitada.»

COMENTARIO

Por D. Joaquín Núñez

      En la lectura de este domingo, aparentemente, no encontramos nada excepcional. Jesús entra en una casa cuya dueña es una mujer, Marta, junto con María su hermana, que por el evangelio de San Juan (Juan, 11,32-45) sabemos que son hermanas de Lázaro. Una familia querida por Jesús, donde solía parar mientras estaba en Jerusalén. Sin embargo, nos sorprende algo que ni en la cultura judía ni en las culturas circundantes, ni siquiera en la cultura romana dominante podía entenderse ni aceptarse. En esta escena no encontramos más que dos protagonistas: Marta y María. Lázaro, su hermano, no le interesa a Lucas para aquello que quiere trasmitir. Una familia donde no encontramos: ni padres ni hijos ni otro tipo de parientes; los biblistas nos lo presentan como una comunidad cristiana donde todos son hermanos y hermanas, por tanto, como si habláramos de  nuestras comunidades parroquiales tipo.

      Hoy tenemos más, muchos más problemas, pero nos hemos de ceñir a una parábola muy bonita, aparentemente simple, pero de mayor contenido teológico, que nos hace reflexionar sobre quiénes somos y de qué manera estamos dispuestos a formar una comunidad fecunda.

   “Marta, Marta” le repite Jesús a ésta por dos veces; le demuestra su cariño y le pide atención: “atiende lo que te voy a decir” y que han de oír aquellos cuyo activismo no les deja tiempo para pensar.

   Lucas magnifica a María, siendo mujer, algo como sabemos, imposible en aquella cultura, y casi en la nuestra, “está sentada a los pies del Señor, escuchando su palabra”.

     ¿Quién tiene la culpa de que en las parroquias encontremos muchas Martas y tan pocas Marías?. Esta pregunta es compleja, como es la respuesta: “entre todos la mataron y ella sola se murió”, dice un refrán castellano; no podemos encontrar responsables. En san Pablo encontramos unas santas mujeres, como son Evodia y Sintique, defensoras del evangelio (Filipenses 4, 2, 2-3), que fueron importantes en su vida. Por otra parte, en Gálatas (3, 28-ss), “Ya no hay Judío ni griego;  no hay ni esclavo ni libre; no hay ni hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús”. En otra cita, nombra a Febe, “nuestra hermana diaconisa de la Iglesia de Cencreas”, posible portadora de la Carta a los Romanos (16,1-2). María representa, en este caso, tanto a hombres como a mujeres; aquellos que se ponen a “los pies de Jesús”, que son discípulos de su Maestro, y son conocedores de Jesús por el evangelio. Lástima que no encontremos discípulos que profundicen en las verdades de nuestra fe; que excusen su asistencia a clases de biblia, a sus niveles; que se limiten a satisfacer sus necesidades religiosas con las tradiciones locales de sus mayores, por otra parte, cada día más caducas.

     El Papa León nos llamará a ser Marías de nuestras comunidades, seamos hombres o mujeres; pero a las mujeres, como ya ha hecho, las nombrará miembros del organigrama de la Santa Sede. La mujer tiene carismas que un cardenal no puede tener, ni un hombre tampoco, en una parroquia. No pueden ser Martas que se dediquen a los manteles o purificadores, o a la caridad por su instinto maternal. Todo es más serio, y hay que hacer las cosas conforme a la importancia que tienen.

     Todas las parroquias no pueden tener el organigrama diocesano. Hemos sufrido la premura de hacer lo imposible. Hemos mentido diciendo lo que no teníamos, como si lo tuviéramos.

     María y Marta, son alabadas como santas, cada una de ellas tiene parte de la otra; hoy la Iglesia nos las pone como modelo de abrirle a Jesús la puerta de su corazón. Nosotros, muchas veces, ni en el momento de la comunión, recibida rutinariamente, nos hemos olvidado que Él está a la puerta y llama; “si alguno oye mi voz y me abre la puerta entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap.3,20).

     Con urgencia, necesitamos a las Marías y Martas en  tantas cuantas de nuestras parroquias sea posible. En las que no se pueda, que las parroquias madres sean misioneras y acompañen en su capacidad a las que de ellas dependan, porque “la mies es abundante y los obreros son pocos”. Olvidemos la idea de aquellas parroquias de “un campanario un cura”; esa es una forma de seguro fracaso, que ha destrozado a tantos sacerdotes destinándolos al desaliento y la angustia; hay que vocacionarlos a la misión, con los medios necesario y contando con Martas y Marías capaces de asumir su responsabilidad como cristianos.

      Que el Señor “que está a la puerta y quiere cenar con nosotros”, nos bendiga, y María, madre de la Iglesia, nos proteja.