divendres, 11 de juliol del 2025

EL BUEN SAMARITANO




DOMINGO XV del TIEMPO ORDINARIO

 

            Evangelio de San Lucas 10, 25-37 contiene la Parábola del Buen Samaritano. Aquí está el texto según la Biblia de Jerusalén:

 

            “En esto se levantó un doctor de la Ley y le dijo para ponerle a prueba:
-«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»

-Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

-Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.»

Díjole entonces Jesús: «Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.»

Pero el doctor, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»

Jesús respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino, y al verle, dio un rodeo y pasó de largo. Igualmente, un levita, que pasaba por aquel sitio, le vio y dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, llegó junto a él, y al verle, tuvo compasión; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Luego, montándolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré cuando vuelva.” ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Él dijo: «El que practicó la misericordia con aquél.»
            Y Jesús le dijo: «Vete, y haz tú lo mismo.”

 

COMENTARIO

 

        San Lucas nos presenta una parábola de todos nosotros conocida: la del Samaritano como lo señala Jesús.

    Nos encontramos a lo largo del camino que desciende de Jerusalén a Jericó. Un camino peligroso en los tramos del desierto que separa Jerusalén del valle esplendido de Jericó, a la sazón lugar de reposo de la sociedad jerosolimitana. No son extraños los robos a quien cruza el desierto, donde hay bandidos, sobre todo a quien se arriesga a caminar solo y no junto a una caravana.

     Encontramos a un doctor de la Ley, que quiere tentar a Jesús con una pregunta capciosa: “Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le pregunta a quien sabe de memoria el Shemá que todo judío recita dos veces al día, cuya síntesis es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida” le dice Jesús. Todos sabemos lo que viene a continuación, “¿y quién es mi prójimo?”.

     Jesús, en este caso Lucas, inicia la catequesis: Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó… atravesando el Desierto de Judea o de Yeshimon, él solo, aparentemente rico, por lo que fue víctima de unos bandidos que lo dejan medio muerto. Jesús interpela, provoca al doctor de la Ley: ¿qué haría él como doctor de la Ley, qué le era posible hacer para no incurrir en impureza? Lo importante es saber, si el cumplimiento de la Ley da vida o mata. Recordemos: “el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu nos da la Vida” (II Cor. 3:6).

     El primer personaje que aparece es un sacerdote que bajaría del Templo de ejercer sus funciones después de estar una semana en lo más sagrado del Templo, en la presencia de Yahveh y, sin embargo, da un rodeo porque la Ley le prohíbe: tocar un muerto, tocar su sangre y no sabemos si es mi prójimo o es un extranjero impuro; la Ley no le deja pensar que pudiera sea su prójimo. El segundo personaje es un levita, un miembro de la tribu de Levi, designados para servir a Dios y al pueblo de Israel, especialmente en el cuidado del Tabernáculo y después, del Templo; gentes, como se ve, en continuo contacto con lo divino, que además tenían el deber de enseñar la Ley al pueblo de Israel. Esa misma Ley es la que le obliga a dar una vuelta para ni tan siquiera mirar al herido para no quedar impuro.

El tercer personaje es un samaritano, a quien la vista del herido lo conmueve, pues no tiene leyes que le aten la voluntad de hacer el bien, sino que le mueve la bondad que Dios ha puesto en el corazón de sus criaturas; todos sabemos cómo termina la historia. ¿Quién es el verdadero prójimo?, el doctor de la Ley concluye como quería Jesús: El que “practicó con él la Misericordia”.

      Concluyamos esta catequesis de Lucas y tomemos parte en esta historia y preguntémonos ¿cuál de estos personajes coincide con nuestra realidad?, ¿qué justifica no acercarnos al “herido, camino de Jericó”?. Muchas veces actuamos como el sacerdote o el levita y abandonamos al herido.

       Tenemos un gran maestro que ha recorrido caminos, que llevaba a tantos heridos medio muertos. No me cansaré de hacer presente la vida de un misionero joven y feliz de hacer el bien, sin mirar si es de los nuestros o de los otros. Oremos por el Papa León. 

            Feliz domingo para todos sus hijos e hijas, que Él nos bendiga.

 

Joaquín Núñez Morant