dissabte, 15 d’abril del 2017

SEGUIMOS


  VISTO DESDE EL SÁBADO


En el silencio de un Sábado Santo, a la hora en que ya hace un montón de años las campanas tocaban a gloria, me detengo unos minutos para resumir algunas cosas pendientes.

1.- Miércoles. Les Cortesíes. Sería reiterativo incidir sobre la ausencia de novedades significativas en nuestras procesiones, que transcurren según un histórico guión, con sus luces y sus sombras.

El miércoles pasado acompañé a la Virgen de la Soledad, esta vez con la Hermandad de Cofradías; por tanto, no puedo dar cuenta de particularidades ajenas a mi observatorio. Sé que la participación fue buena, aunque sin corregir esas pequeñas cosas del orden, que parece no preocupar en absoluto, o el silencio… En fin, esas cosas.

Sí que me llamó la atención un par de detalles que me dieron que pensar.

Uno, relativo al ambiente durante el itinerario: desde que salimos de la Colegiata hasta llegar a la calle del Portal de Valencia, es decir, San Vicente, Bruns, Segurana, plazo y calle de San Pedro y plaza de Benlloch, aparte del escasísimo número de espectadores, me sobran dedos en una mano para contar las casas que tuvieran la puerta abierta esperando el paso de la Virgen… Y poco más a partir de ahí. Curioso. A mí me lo pareció.

Y otra cosa en el aspecto organizativo: se supone que el desfile termina con  la imagen que se procesiona, sujeto directo de la atención cultual, y la presidencia que acompaña. Sin embargo,  de unos años a esta parte, con las presidencias que montamos incluidos los traslados, la imagen, en realidad, queda al  medio de la procesión. El miércoles mismo, detrás de la Virgen íbamos más de cincuenta personas y, claro está, la banda de música. Puntos suspensivos.  Me pregunto si no tendríamos que reflexionar en la Hermandad si por nuestra parte se pudiera replantear el modo de participar en estos actos. La presencia, testimonialmente es correcta, pero hasta este extremo llevada, pienso que no es necesaria.

Por lo demás, me pregunto qué pensarán el Padre Juan y el Padre Renovat, que acompañaron a la Soledad, al contrastar estas  manifestaciones externas de religiosidad popular con las condiciones de vida allá en Burundi, su patria.

2.- Jueves Santo.

La procesión del mediodía estuvo lucida. Sigo en mis trece de que no sé por qué se mantiene el paso por la calle de San Francisco sí o sí, cuando ya hace años que desapareció la razón que le daba sentido. Y ahí lo dejo.

Por la tarde era nuestro turno de penitencia. Notamos la presencia de acompañantes de particular algo más nutrida que en otras ocasiones, lo que es de agradecer; pero lo más significativo fue que teniendo en cuenta que en nuestra lista están muchos niños pequeños, un número significativo de portadores que residen fuera de Xàtiva y vista la media de asistentes de años anteriores, nos causó una gratísima sorpresa comprobar que décima arriba, décima abajo, salimos a la calle el ¡setenta y cuatro por ciento de nuestro censo! Y, además, salvo cuestiones muy concretas e incidencias de poca trascendencia, el comportamiento sobre cuya observancia hemos insistido desde la Junta con tanto denuedo, fue de notable alto.

Me queda, eso sí, una pequeña espina clavada (tal vez sea un exagerado) referida al momento en que, terminado el sorteo de medallas y la obligada foto de grupo, sin más, nos marchamos a casa. Como ya saben, por casas de fuerza mayor, el monumento al Santísimo Sacramento hubo de instalarse en el altar de Jesús Nazareno, precisamente en el crucero, enfrente mismo del lugar donde estos días permanece expuesta nuestra imagen. Por ello,  pensar que estábamos a menos de cuarenta pasos del Santísimo en el Monumento, y fuéramos incapaces siquiera de rezar ante El un Padrenuestro…,  Me conocéis de sobra y comprenderéis que no lo silencie porque ni yo mismo lo sugerí. El acierto casi pleno al setenta y cuatro por ciento, ¿Nos sorbió el seso?

3.- Viernes Santo.

Este año no puedo hablar en absoluto de “El Entierro”; fui incapaz de levantarme, lo confieso. Sí que  estuve, a la entrada, en la Colegiata, donde al acabar el oficio de Laudes, el Sr. Abad y demás sacerdotes esperaron, revestidos, a la puerta, la entrada de La Camilla; y, después, se celebró en Vía Crucis.

Eso sí: vi mucha gente, muchos niños y niñas, esos ángeles inseparables de Jesús al ser depositado en el sepulcro, benditos sean.

         Oficios vespertinos, adoración de la cruz, silencio precursor del tremendo ruido de la tarde, para mí excesivo, con tanto tambor.

         Ruido que contrastó con el canto del “Eram…”, nuestro motete. Nunca agradeceremos bastante al hermano portador e Ilustrísimo Señor D. Francisco José Perales y a sus compañeros (así los considera, aunque es su director)  cantantes del Coro de la Generalitat concedernos este impagable privilegio, con el valor añadido de un canto que necesariamente mueve a recogerte un instante en medio del rumor del gentío que ocupaba las calles, de los acordes de las marchas procesionales, de tus propios pensamientos. Y, así, nuestro Nazareno fue, paso a paso, recorriendo a hombros de unos y al abrigo de la devoción de  todos  su camino del calvario de un Viernes Santo setabense.

         Procesión General del Santo Entierro…

         ¿Verdad que, en general, todo es manifiestamente mejorable?  Con una excepción: ¡“Eram…”! Y hubo muchos testigos; pero quienes lo escuchamos dentro dek templo colegial, damos fe y testimonio. Modestamente, lo rubrica Miguel Mira