Y dejándolo todo, lo siguieron…
Queridos amigos: pasada la fiesta de la Luz, La Candelaria, ya llegamos a la quinta semana del tiempo ordinario, y, para la ocasión, la Iglesia nos propone la lectura de otro conocido psaje de San Lucas, el de la “pesca milagrosa”, pero no para asombrarnos con otro signo de Jesús salvando del cmpromiso a sus amigos, como hemos oido o leído en varias ocasiones, sino para recordarnos las conclusiones que debemos sacar del fondo de aquellos hechos, inicio del grupo escogido por Jesús, comenzando por Simón, Andrés, Santiago y Juan, de aquel puñado de pescadores, que, a la voz “Duc in altum!” –¡Remad mar adentro!- se fiaron del Maestro, para acabar dejándolo todo y marcharse con él…
Nos lo explicará mejor D. Joquín como cada semana; pero leamos primero el texto que hoy se comenta:
Lucas 5, 1-11:
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
–Rema mar adentro y echad las redes para pescar.
Simón contestó:
–Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:
–Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
–No temas: desde ahora, serás pescador de hombres.
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo
siguieron.”
COMENTARIO
En el texto de San Lucas, damos un salto al capítulo 5. Jesús vive a la orilla del lago de Genesaret donde enseña. Ya ha formado un grupo de amigos; tanto es así que su casa es la casa de un pescador impetuoso, mentiroso, generoso, que daría, por amor, su vida: Pedro. También su hermano Andrés y otros dos hermanos, hijos de Zebedeo. Una geografía pequeña donde Jesús se mueve, desde donde su enseñanza se extenderá al mundo entero, “Luz de las naciones”, como había profetizado Simeón a sus padres el domingo pasado.
Jesús está enseñando, rodeado de gente, junto al lago. Cerca están Pedro y su hermano Andrés y con ellos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Están limpiando las redes. Jesús pide subir a la barca de Pedro para enseñar, algo imposible. Lucas no narra un hecho, quiere mostrarnos que la barca es la Iglesia desde donde Jesús hablará, enseñando, a lo largo de los tiempos.
Esta escena nos instruye siempre y más ahora en este tiempo de crisis, no solo de la Iglesia, sino de toda la sociedad, sobe cómo hay que enseñar nuestra fe.
Jesús pide a unos pescadores, que dominan su oficio, algo insólito: pescar en pleno día; Pedro sabe que será un fracaso, que será el hazme reír de otros pescadores. Nuestros cálculos y miedo a hacer el ridículo nos impiden mostrar nuestra fe, hablar de Jesús, estamos ciertos que no va a servir de nada, que haremos el ridículo; esos son nuestros pensamientos cobardes, tan humanos como los de Pedro.
-No hemos pescado nada-. “Rema mar adentro; echa las redes para pescar...” Y Pedro responde:
“En tu nombre echaremos las redes”.
Qué hermoso sería que fuésemos capaces “mansos y humildes” y que dijéramos: echaremos las redes para sacar a muchos del mar de la muerte a las riberas de la vida. Eso es pescar para el Señor.
Hicieron tan gran redada “que reventaba la red”. La reacción de Pedro fue una reacción muy noble. La nuestra tal vez podría ser otra, “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. La mejor lección que se han dado estos amigos de Jesús: su mediocridad se ha convertido en verdad. Todos somos pecadores y, por eso, amados de Dios, tanto, que nos necesita para amar, a pesar de ser pecadores.
Hoy Jesús nos escoge, nos llama a pescar, a sacar del mar de la muerte a nuestros hermanos, a ser con Él salvadores de hombres.
Todos lo siguieron “dejándolo todo”. Todos dieron su vida pescando, salvando, siendo amados, siendo pecadores, como nosotros.
Feliz domingo, todos estamos llamados a salvar, el más hermoso del quehacer cristiano.
Joaquín Núñez Morant
***
Pienso que es evidente el carácter mas bien anecdótico de la extraordinaria redada de peces conseguida por aquel grupo de pescadores amigos de Jesús. Y me resulta muy claro que el texto que hemos leído nos presenta cómo el Maestro los elige a ellos, humildes trabajadores de la mar, para que el eco de su Palabra se extienda como una enorme mancha de aceite por todo el mundo; pero ese “os haré pescadores de hombres” (que no es literalmente hacer prosélitos sino hacer hombres libres) enlaza perfectamente con aquel “ven y sígueme” dirigido a aquel joven que quería ser mejor, pero que al oir que debía dejarlo todo, se entristeció, dio media vuelta y se fue. Al revés que los pescadores.
La reflexión sería: Jesús nos invita a todos a seguirle ¿En qué supuesto de los dos me encuentro?
Con afecto, Miguel Mira
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