Día 4 de Abril. Domingo de Resurrección.
¡Resurrexit sicut dixit!
Día festivo por excelencia; gente con atuendo “pascuero”, otros, mejor acicalados; otros vestidos de fiesta…y aun otros con guitarras en sus manos; músicos, tamborileros…, expectación, movimiento, algunos nervios… En la parte posterior de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, donde las escaleras, esperaba la pequeña imagen de María, La Madre. En la puerta principal, la imagen de Jesús Resucitado… y, al fin, las diez de la mañana. Una mañana luminosa de abril, aunque fría. Pero ese frío no se tradujo en el ambiente; antes al contrario, había alegría, había ese calor humano que brota de la satisfacción de saber que Cristo ha resucitado… Y la gente quería ver lo que pasaba.
Son ya varios los años transcurridos desde que comenzó a gestarse la idea de promover una celebración externa, popular, de la resurrección, idea nacida de las comunidades neocatecumenales radicadas en El Carmen; y la idea se tradujo en realidad; y la recién creada Cofradía, se incorporó a la Hermandad este mismo ejercicio.
Y la verdad es que hemos de constatar que el acto fue hermoso. Más que por las imágenes, sencillas por demás, por la participación, por la implicación de las personas, por la evidente explosión de fe que, cumplida la formalidad de un corto recorrido, se tradujo en la espontánea ovación al encontrar la Virgen a su Hijo y el sonar de cientos de campanas que portaban los cofrades y las buenas gentes que procesionaron a Cristo y a La Madre; y los cohetes ¡cómo no iban a explotar en esta tierra! Y las palomas: lástima que el viento las hiciera desviar su vuelo. Y el coro con sus guitarras: ¡Resucitó, Aleluya!
Puede que muchos acudieran por mera curiosidad; puede que no todos esperaran aquel resultado; pero os digo sinceramente que yo al año que viene volveré, si Dios quiere.
Al final, las imágenes retornaron a su sede: la Virgen portada por mujeres; Jesús,por hombres; y es de esperar que el fruto de este emotivo acto no se reduzca a una representación más dentro de nuestra Semana Santa. Dios quiera que el hecho trascendental en que –como dijo San Pablo- se fundamenta nuestra fe, no quede en la mera belleza plástica, que eso lo sabemos hacer muy bien, sino que haya dado un vuelco a nuestro corazón y reafirmado nuestra responsabilidad en el testimonio que esa fe comporta.
M. Mira
dilluns, 5 d’abril del 2010
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