Día 31 de Marzo de 2.010. Miércoles Santo.
Les Cortesíes
Si yo hubiera podido pensar que el relatar aquí este acto tradicional, histórico, de tan popular arraigo, hubiera cabido dentro de una llamémosle “rutina de lo cotidiano”, hubiera cometido un error imperdonable.
El por qué es claro. Estábamos acostumbrados a la repetición anual de una misma representación sacra, que nos recuerda el encuentro de Cristo con su Madre camino del Calvario, bien que con la particularidad específica de nuestra ciudad de que la imagen de Jesús representa su paso por aquel ridículo juicio -esperpento de una justicia a conveniencia- en el “lisostrotos” (enlosado), y no al redentor llevado como cordero al matadero, que sería lo lógico… Pero así es la tradición por las razones sobradamente conocidas de la primitiva ubicación de los pasos procesionales, que no voy a repetir aquí yo ahora, y así se hace y así –si Dios quiere- se seguirá haciendo.
A lo que iba: tengo costumbre, desde hace muchos años, de acompañar a María en su Soledad por cofrade y por devoción. Les aseguro que ni en los años más proclives al “fervorín” he visto jamás una procesión como la de anoche. Al ponerme en la fila con mi cirio rojo-sangre y mirar hacia atrás, me quedé boquiabierto. Ni sumando la concurrencia de los cinco o seis años pasados hubiera obtenido semejante resultado: docenas de respetuosos acompañantes con su vela; y me percaté también de la general admiración por tan notable asistencia. El arreglador se lo tuvo que “currar” para mantener el requerido “tempo” de las paradas, obligadas por la actuación del Còr Polifònic, cantándole a María el motete de D. Salvador Pérez Fabra “Qui comparabo te”. Pero es que nuestra sorpresa no acabó ahí, porque a la hora de ver pasar los cofrades con Vesta, endémicamente en número exiguo, fue una explosión de gozo ver cómo esa barroca túnica morada se había elevado a la enésima potencia.
Pues bien, después de esta obligada digresión, hemos de reseñar el acto del Encuentro. Como siempre, congregó numerosísimo público en la Plaza de San Francisco; y como siempre, se repitió el ceremonial. Esta vez, no obstante, es de destacar que antes de la intervención de Els Armats del Ecce Homo, el Coro, delante de la imagen de la Virgen volvió a cantarle el inspirado motete. Se hizo el silencio. Impresionante. Enmudecieron los tambores. Las bandas de música que en esos momentos tocan a rabiar el Mater Mea, callaron. Y se oyó esa bellísima composición: Qui comparabo te…
“¿A quién te compararé,
o a quién consideraré que te asemejas, oh hija de Sión?
¿A quién he de equipararte para darte consuelo, hija de Jerusalén?
Luego, los “Armats” cumplimentaron a la Virgen con su secular ritual; saludaron las banderas; y, al final, las tres inclinaciones de la Madre ante Jesús preso…Y Cristo, camino del suplicio, porque se han de cumplir las escrituras.
Y María, sola, con la corona de espinas en la mano…
Ecce mater tua: ahí tienes a tu Madre. Y el discípulo la tomó consigo.
¿Y nosotros?
Un Encuentro este de 2.010 para recordar.
M. Mira
dijous, 1 d’abril del 2010
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