Cui comparabo te, filia Jerusalem?
(Feria quinta in Cœna Domini, Lectio secunda)
Desde hace unos años, se
repite a lo largo del itinerario de la Virgen, en la procesión del Miércoles Santo, esta
hermosa parte de las lamentaciones, en canto coral conocido ya en el siglo XVI.
La versión que se nos ofrece en Xàtiva, facilitada en su día por Da. Teresa
Perez Segrelles, de grata recordación, a quien Dios llevó consigo, y procedente
del archivo musical de su padre, D. Salvador Pérez Fabra, fue –a mi me lo parece-
un extraordinario acierto. Desde el principio, me gustó ese detenerse el
estruendo de los tambores y la marcha procesional para escuchar esa reflexión
que el coro expone solemne, en un recogimiento que hasta resulta excepcional si
pensamos que se canta en la calle… Sí, excepcional, porque cesa todo murmullo y
las miradas curiosas se tornan devocionales plegarias… Les confieso que ayer, a
la entrada de la procesión en la Colegiata, esa sensación cobró mayor firmeza:
el silencio, el suave y rítmico balanceo de la imagen de Nuestra Señora y,
acariciándola, las voces del coro,
acrecieron la sensación de paz, de sosiego espiritual, de nobles y filiales
sentimientos, que me procuraron una especie de desasimiento respecto al momento
procesional vivido, tan protocolario a la vez que tradicional y reincidente en
costumbres que, en algún momento, se me antojan demasiado teatrales, dicho sea
con todo respeto… Miren: no acabo de entender cómo en un momento que se supone
de dolor, se aplaudan las cortesías de la Virgen. Ello aparte de que este acto
no nació como una representación de la cuarta estación del Vía Crucis. Ya
conocen ustedes la historia: las imágenes de Soledad y del Ecce Homo eran
portadas desde sus sedes hasta la iglesia del convento de los franciscanos, donde quedaban depositadas hasta el día siguiente... y coincidieron, feente a frente junto a la puerta del templo, lo que dio origen a la celebración de que hoy hablamos...
Verdaderos contrastes: la
historia, la cultura, la religiosidad popular, y, a la vez, el impresionante
silencio en el momento previo a “Les Cortesíes” mientras el Cor Polifónic
Ciutat de Xàtiva entonó el Cui comparabo te… Me quedo con esto.
LA PROCESIÓN
Poco tengo que comentar en lo atinente
a la que traslada la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Si acaso un ligero
retraso que influyó en la llegada tardía a San Francisco; la asistencia de un
buen número de fieles con velas; la impenitente semi anarquía en el desfile de
los numerosos cofrades (mayoría femenina arrolladora); la triple presidencia…
Es decir, nada que me llamara demasiado la atención, a salvo mis reflexiones
anteriores.
En cuanto al Santísimo Ecce Homo,
nuestro amigo D. Francisco Perales Ferre nos facilita la siguiente crónica:
LES CORTESIES.
Para todos aquellos que participamos y disfrutamos de las procesiones de nuestra Semana Santa, la de Les Cortesies goza de una popularidad fuera de toda duda. Ya a las diez y media de la noche, cuando me dirigía a la iglesia de Ntra. Señora de la Merced, observé a buen número de personas sentadas en los bancos de la plaza de Sant Francesc, reservándose un buen sitio para ver el secular encuentro de la Virgen con su Hijo. A las 22.45, según estaba previsto, salió la imagen del Santísimo Ecce Homo de su sede. Por circunstancias sobrevenidas, la escuadra de "armats" hubo de recomponerse con nuevos partícipes, que, en tiempo récord, han debido aprender y han aprendido la instrucción y los movimientos que les son propios con notable éxito; y, así, su comportamiento fue el de auténticos veteranos. Nuestra más sincera felicitación para la familia Patiño y para el congregante Don Salvador Matéu, artífices del singular evento. En otro orden de cosas, observamos menos participantes con vesta que en años anteriores y cierta lentitud a la hora de poner en marcha la procesión una vez terminado el Encuentro; eso sí, hubo una muy buena llevanza de las andas y mayor silencio y disciplina que en anteriores ocasiones. A las puertas de La Merced, se volvió a congregar un buen número de gente esperando la entrada de la imagen. Se volvieron a lucir "els armats" mientras la Banda Primitiva hacía sonar el Mater mea del maestro Dorado. Solemnemente, pasada la una de la noche, entraba el Ecce Homo en su sede, mientras las señoras camareras y unos pocos congregantes veteranos entonábamos fervorosamente el "Rey de espinas coronado" que todos los viernes del año se canta tras el ejercicio al Ecce Homo. Este año no hubo repicar de campanas. Firma: Francisco Perales Ferre. **




-Agradecemos
a Paco Perales esta reseña y, ciertamente, observamos que en ninguna iglesia,
al paso de las imágenes, doblaran las campanas como hasta ahora había sucedido.
Con todo afecto, Miguel Mira
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