dissabte, 13 d’abril del 2019

VIERNES DE DOLORES


            Carta a mi Madre María



            Querida Madre: anoche te vi hermosa, como siempre. Una ciclogénesis de flores envolvía tu pequeño trono en el que te trasladan a casa del clavario; es el cariño de tus fieles que te envuelve.

            Vi un numeroso grupo de personas que te acompañaban con velas en la mano; y otras muchas que esperan verte pasar… Cofrades con vesta que desfilaban delante de ti como quien alumbra el camino a tu paso. Y, al final, los músicos, con pentagramas con sus notas blancas y negras, colores del vestido de tus cofrades, pero vivos, elocuentes, transmitiendo sentimientos con músicas de ayer y de siempre para aminorar el peso de tu dolor con el Hijo en tus amorosos brazos. Y, lentamente, ibas pasando… Yo intuía que tu mirada que dirigías a cada uno de los que te estábamos viendo pasar nos interpelaba y nos decía: mi Hijo y yo ¡no queremos pasar de largo! Y nos pedías que te hiciéramos sitio en nuestro corazón. Quisieras, Señora, Madre, que te recibiéramos en nuestra casa, como en nombre de todos nosotros te recibió el discípulo amado de Jesús: “¡Madre: ahí tienes a tu hijo…!” Y desde aquel  momento, dice la escritura: “el discípulo la llevó consigo”.

            Madre de Dolores; Madre de toda Esperanza; Madre de todos los hombres, enséñanos a compartir nuestra casa contigo; a tener siempre un hueco en nuestro corazón, es decir, en nuestra vida, en el que te sientas acogida, querida Madre María, y nos ayudes a que la imagen de Jesús jamás se borre de nuestra alma.

                        Todo tuyo, Miguel Mira