dilluns, 7 d’abril del 2014

"HE AQUÍ AL HOMBRE"




ECCE HOMO


Pilato salió otra vez afuera y les dijo: Mirad, os lo saco otra vez afuera para que sepáis que  no encuentro en él ninguna culpa. Y salió Jesús afuera llevando la corona de espinas y el manto  color púrpura. Pilato les dijo:
 “He aquí al hombre”
(Juan 19; 4-5)

            Cuando ya había sufrido vejaciones, bofetadas, burlas, ignominia, afrentas, escarnio…, por si algo faltaba, ahora Jesús es exhibido frente al populacho que, insistentemente, clamaba por su crucifixión. Prefirieron la libertad de Barrabás, aquel bandido, antes que la de quien no había hecho otra cosa que pasar junto a todos ellos haciendo el bien…
            ¿Hubiéramos hecho nosotros lo mismo?
            ¿No es cierto que en muchas ocasiones le volvemos la cara?
            Es cierto que por nuestra parte, año tras año, echamos mano de seculares tradiciones, otrora catequéticas, para mostrar cómo el Hijo de Dios aguantó todo aquel espantoso simulacro de juicio hasta el suplicio, y lo hizo porque tenía que asumir la tremenda responsabilidad que el Padre le había confiado. Según Caifás (Juan 18; 14), convenía que muriera un solo hombre por el pueblo… Las cosas de aquella política rastrera; pero, sí, Jesús, Dios hecho hombre, había de morir no por aquel pueblo egoísta e hipócrita; había de morir por la humanidad.
            Y ahora nosotros lo recordamos. Cada año los recordamos. Pero ¿no tendríamos que recordarlo día a día?

            6 de Abril de 2.014. La Congregación del Santísimo Ecce Homo cumplió su compromiso anual de trasladar la imagen de clavarios. Desde hace algún año lo hace a las nueve o nueve y media de la noche. No puedo reseñar nada destacable respecto a otros años; tan sólo que la procesión fue organizada y presidida por la nueva junta directiva, al parecer, con carácter provisional, hasta dar cumplimiento a determinados compromisos de orden interno que no soy quién para comentar.       
           
            Una curiosidad: desde ya hace algunos años, durante la celebración del novenario se cubre el altar mayor de la iglesia de La Merced, sede de la congregación, con un cortinaje rojo, que tapa el camarín de  la Virgen y, en el frontal, se coloca la imagen de Cristo. Yo sé que tratándose de María y, ciertamente, en el caso de toda buena madre, ésta no va a protestar por quedar en segundo plano (en realidad, en el lado oscuro); pero si Jesús hablara, un buen amigo mío dice que jamás hubiera permitido que nadie ocultara a su madre, ni por nueve ni por cien días ni por un minuto: nunca. No me lo toméis en cuenta; es, simplemente, una curiosidad.

            Es lo que pienso. Como siempre, un saludo cordial. Miguel Mira