dijous, 21 d’abril del 2011

JUEVES SANTO. DOS TRADICIONALES ACTOS SUSPENDIDOS

I.- A la una de la tarde, cada Jueves Santo, se traslada desde la casa del clavario la imagen de Cristo Crucificado, del Santísimo Cristo de la Palma, hasta la Colegiata, donde permanece expuesta a la veneración de los fieles durante este día -uno de los jueves que reluce más que el sol- y es retirada el Viernes Santo hasta el momento de la adoración de la Cruz durante los oficios propios del día.


Hoy han acudido los cofrades hasta la casa que ha gozado de la presencia del Cristo durante el año con la convicción, después confirmada, de que no podríamos cumplir esa costumbre con la solemnidad acostumbrada. Después del natural cambio de impresiones, se decidió trasladar la imagen con el menor riesgo posible.

Se cumplió el ceremonial acostumbrado, colocando el ramo de rosas rojas rematado con la palma sobre el mástil del madero, y el grupo de cantores, pues el lugar lo permitía, cantó los motetes propios: Velum templi, Et omnis terra tremuit, Latro de cruce clamabat... Luego se introdujo la imagen en un furgón, debidamente protegida y atendida por varios portantes, para introducirla en la basílica. Al llegar, volvió a ser preparada con los cordones, el velo y el ramo, y el clavario actuante la llevó hasta el pie del altar, donde esperaba el Sr. Abad de la Colegiata. A la entrada y junto al altar volvió el coro a cantar los motetes. Para mí, resultó el acto especialmente emotivo. Una vez situada la imagen en su lugar, el sacerdote, como corresponde, pronunció una oración y exhortó a los concurrentes a asistir a la Misa de la Cena del Señor, a la que -según dijo con razón- ningún cristiano debería faltar. Después, el Prior de la Cofradía rezó un paternóster por los cofrades difuntos. Y, así, aunque con las incidencias propias de un Jueves Santo tan anormalmente desapacible, se cumplió el rito y, con él, nos vemos ya inmersos en el Triduo Pascual.


Vuestro, MIGUEL MIRA

II.- JESÚS NAZARENO.


Colaboración de Antonio Verdeguer Sancho.



"Como cada atardecer del Jueves Santo, desde el antiguo Convento de Santo Domingo, desfilaba imponente la venerada imagen de Jesús Nazareno, cuya larga cabellera mecía la brisa, con sus andas de plata y su manto barroco primorosamente bordado. Detrás solían ir algunas señoras penitentes, con los pies descalzos, en cumplimiento de un voto, cubierto el rostro por negro velo. Poco a poco avanza al son de clarines y al bronco ruido de las alabardas. Se viene la noche y la luna llena avanza no queriendo, sin duda, perderse el resplandor dulce que Jesús exhala".
Este es un párrafo entresacado de un antiguo libro de la Semana Santa Setabense. Es evidente que la referencia es a la antigua imagen procesional de Jesús Nazareno destruida durante la Guerra Civil; pero hoy, desgraciadamente, a causa de la inoportuna e impertinente lluvia, al atardecer de este Jueves Santo no podrá desfilar nuestra Hermandad de Portadores de Jesús Nazareno y su Cofradía con su impresionante y venerada imagen esculpida después de aquella contienda. La luna llena tampoco podrá avanzar y todos nos quedaremos sin "el resplandor dulce que Jesús exhala".



(Agradecemos esta colaboración sinceramente).

- Por nuestra parte, añadiríamos: aunque nos decepcione y sintamos cierta tristeza, no importa si la representación escultórica de la imagen de Jesús no sale a la calle, si al verla allí con ese rostro tan sereno, vuelta su mirada hacia tí reclamándote como su Cirineo, mueve tu corazón, nuestros corazones, a reflexionar sobre su paso por la Calle de la Amargura. No importa que no salgamos del templo, si en la Misa de la Cena del Señor ahondamos en nuestra firme creencia de haber sido redimidos desde aquel infamante suplicio y, además, agradecemos el poder gozar de la presencia de Cristo a toda hora, cada día, en el sagrario.


Esperemos que el Viernes amanezca el día con mejor talante. Dios lo quiera.