Si algo me ha sorprendido hoy, más que otra cosa, es lo excepcional de la participación en esta entrañable celebración de la Entrada de Jesús en Jerusalén. Parecía que toda Xàtiva estuviera en la calle a la espera emocionada del que había de venir. Excepcional también la organización. Puede que desde que lo recuerdo sea el primer año que no se ha producido ni un solo "corte"; quizás haya ayudado el que en esta ocasión el grupo de percusión que precedía el desfile fuese el de la Academia Rytmus, donde se instruyen los pequeños percusionistas de la simpática banda de la cofradía. Impresionante la llegada a la Plaça de la Sèu, donde no cabía una aguja, y el acompasado tronar de los tambores dando entrada al Rey de Reyes entre el agitar de las palmas y ramos hasta la Colegiata. Sinceramente, emocionante. Enhorabuena. Pienso que para conseguir una mayor aproximación a la representación del pasaje evangélico que recordamos, falta algún tipo de animación a la entonación de cánticos litúrgicos, como el Pueri Hebreorum o Lauda Jerusalem u otros de alabanza más conocidos, que denoten la alegría de esta jornada tan especial. En cualquier caso, felicitaciones a la Cofradía por ese evidente deseo de superación; felicitaciones por haber sido capaz su Junta no sólo de revalorizar un acto que languidenció para ser reflotado in extremis, gracias a las gestiones de su Hermano Mayor, del entonces Abad, D. Manuel Soler, y del sí de la aceptación, primero por las agrupaciones pastorales jóvenes; después, por los comprometidos directivos que se fueron incorporando a la tarea, aportando ideas y derrochando ilusión.
Visto lo visto, ante hechos recientes de ingrata recordación, entiendo que podemos decir y asumir aquellas palabras de Cristo en el lago, aquellas palabras que no cesaba de repetir en sus intervenciones el papa Juan Pablo II: ¡¡No tengáis miedo!! Y también: Duc in altum! ¡Remad mar adentro!
Que así sea.
Vuestro, MIGUEL MIRA
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