dissabte, 23 de març del 2013

EL TRAJÍN

...Y PREPARAMOS LA IMAGEN

   Ya desde hace varios años, decidimos dedicar la mañana del Sábado de Pasión a la puesta a punto de nuestra imagen titular, peparándola para las procesiones del Jueves y Viernes Santo. Nos juntamos los y las portadores que pueden asistir, primero en el desayuno compartido, que cada año está más concurrido; y, depués, en disposición de trabajo, poco menos que tomamos la Colegiata con las señoras de la Junta de la Cofradía, coincidiendo también con los hermanos de las otras asociaciones con sede en "La Sèu": El Cachorro, La Borriquilla y La Soledad; hoy no estaba La Columna.
      Además de sacar de su cuarto todos los trebejos necesarios y complementos requeridos, dos cosas son fundamentales: bajar la imagen de Jesús Nazareno de su camarín para cambiarle sus vestiduras y el pelo y colocarle la cruz con que lo hemos de procesionar, y situarlo sobre sus andas, ese magnífico trono que desde el pasado año está depositado en el museo colegial. Si ustedes quieren, es esta una rutina que se repite año tras año; pero hay algo que, dentro de esa -si se quiere- rutina rompe el molde y nos resulta siempre novedad, grata novedad. Ya no es sorpresa porque la conocemos, pero nunca, jamás, nos deja indiferentes: es la propia imagen, la escultura. Ya lo hemos contado otras veces. Sin embargo, si lo repito, es porque no estoy seguro de que hacemos bien en no divulgar más la categoría de esta talla para que asistan más visitantes a la hora de verla despojada de sus vestiduras, no el el sentido vejatorio con se nos relata en la escritura, sino en el sentido más afectivo y cariñoso que viene representado con el amor con que cofrades y portadores sustituyen sus ropajes de diario por la túnica de terciopelo bordado en oro para que se sienta acariciado por esas manos que año tras año se renuevan y procuran vestir su desnudez piadosamente. Pues bien, les digo que merece la pena desde ambos puntos de vista: el artístico y el devocional. Desde el punto de vista artístico, para contemplar de cerca los perfectos bajorrelieves del anda, ya descritos en otra entrada de este blog, y para contemplar de cerca la perfección de la talla de este Cristo impresionante, la hermosura de su rostro... Y desde el punto de vista devocional, porque teniendo delante a tan imponente imagen, si se la mira a los ojos, cuando te devuelve la mirada, se siente la ternura honda y sincera de quien se sabe redimido por El. También impresiona a su paso por nuestras calles. Es muy significativo el respeto con que la gente espera su peculiar modo de andar..., sí, sí, de andar, porque el caminar de sus portadores lo asemeja, el crujir de sus andas acompaña el gemido de los clarines, el lamento de los motetes... Jesús Nazareno, a su paso por nuestras calles, es signo de admiración pero también de esperanza; y te arranca del corazón, sin que puedas sustraerte a ello, el fervor de una oración. A quien clamó ¡Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen! nosotros clamamos: ¡Jesús, perdónanos, apresúrate a socorrernos; no permitas que dejemos de serte fieles!
    Vuestro, Miguel Mira.